Still Here I: Hache

Inesperada no-cena

El ejercicio, la ducha, el desayuno, la visita a la dulcería. Estaba creando nuevos momentos junto con Hache, mi incierto amigo imaginario. No me podía creer que pudiera ser tan unida con alguien como él.

—¡Salgamos! —exasperó Hache, aburridísimo, jugaba con mi silla con ruedas y se pasaeaba con ella por todo mi cuarto.

—¿Te parece bien el verde? O es muy infantil... —le pedí la oponión a Hache, mientras estaba parada frente al espejo sobreponiéndome un par de vestidos.

—Es sólo una cena —me miró desganado.

Lo miré enojada. —Entonces creo que me llevaré el azul —decidí al ver que el chico despeinado no tenía ni el más mínimo interés.

—El verde es mejor —me contradijo—, las gomitas verdes son lo mejor —se convenció.

Puse los ojos en blanco. —Saldré con mi madre, dijiste que casi nunca salgo con ella, estoy emocionada, ¿no has sentido eso? —le recriminé.

—Claro, cuando salgo contigo —contempló.

Inspiré, más de lo normal para evitar sonreír.

—Saldremos mañana, compraremos gomitas, ¿está bien así? —intenté persuadirlo. Y aparentemente funcionó.

—¿De verdad? —se levantó de la silla, muy alegre, y en un vuelo rápido ya estaba a lado mío—, muy bien, que no se te olvide —recalcó, tomó el vestido azúl y lo comparó conmigo—; éste te quedará bien, vístete.

—Eres un interesado —bromeé mientras le arrebataba el vestido.

—Soy chico de negocios.

—Cualquiera te puede comprar con gomitas.

—Para mí son oro —me recordó.

Apenas eran las seis. Mi mamá envió un taxi para que me llevara a la ubicación exacta del restaurante. Hache y yo nos subimos en los asientos de atrás. Vi que el taxista estaba preguntándose por qué no me senté adelante. Obvio, es porque quería ir a lado de mi amigo invisible.

—¡Vaya, mira la calva del conductor! —me avisó Hache con su dedo índice—, es más brillante y lisa que una bola de boliche.

—¡No lo señales! —susurré lo más alto que pude.

—Pero tienes que verla, ¡y yo tengo que tocarla! —se quejó.

—Creí que no podías tocar a otras personas.

—¡Debo intentarlo! —gritó y alzó para sí el puño.

—Que ni se te ocurra averiguarlo —le reté.

El hombre me miraba por el retrovisor, con duda y miedo. Por supuesto que entendía su miedo, no siempre ves a una chica hablando sola. Me apené y me quedé callada, miré por la ventanilla para evitar los ojos del taxista.

—¿Ves lo que provocas? Ahora piensa que estás loca de atar —me riñó el chico.

Lo ignoré.

—Y si me disculpas... —comentó victorioso—, tengo algo que averiguar.

Le ignoré de nuevo, pero ahora lo miré, fulminante.

—Si me gritas que no lo haga me quedaré quietecito —hizo una cara desafiante. ¡Él sabía perfectamente que yo no podía hacer eso ahora! O si no, en vez del restaurante, mi destino sería el hospital psiquiátrico.

Hache rió a carcajadas, enseñando los dientes. Él lo estaba disfrutando y no me daba una idea de cuánto. Mordí mi labio inferior rezando porque no intentara tocar al hombre, aunque había probabilidades de que no pudiera.

—¡AQUÍ VOOOOY! —dijo, flexionando y estirando sus dedos uniformemente, luego miró a la calva del señor—, lo siento señor, pero esta chica me ha orillado —le habló y me miró—, depende de ella que yo le toque su calva, que seguro es muy suavecita.

Cuando estaba a punto de tocarle, entré en pánico. ¡Al diablo con lo que pensara de mí! Casi me levanté del asiento para tomar las manos de Hache y evitar que le causara algún trauma al pobre conductor.

—¡NO LO HAGAS! —Grité al momento que el taxi se frenó de golpe, no pude detener las manos de Hache y estas siguieron su curso, pero atravezaron el cuerpo del taxista. Me odié por creer que podía tocarlo, ¡simplemente lo hubiera dejado! Accidentalmente y para no caerme por el brusco frenón, mis manos se recargaron en la cabeza calva del señor y este se asustó tanto que se hizo a un lado.

—¡UHHHH! —me provocó Hache. De verdad que lo iba a matar.

—¡Lo siento! —me disculpé.

El tonto chico no dejaba de reír con las manos en su estómago.

—¡Largo de mi taxi, ya hemos llegado! —gritó el hombre, mientras veía cómo sacaba el dinero de mi bolsa—, N-No te preocupes por el dinero, bájate.

Hache abrió la puerta opuesta a la mía al mismo tiempo que yo abría la de mi lado. El hombre no dejó que cerrara la puerta del taxi cuando me bajé, vio que la puerta del lado de Hache se abrió sola y arrancó el coche para irse lo más veloz posible.



#44802 en Novela romántica
#20723 en Fantasía

En el texto hay: celos, amor y amistad, amigo imaginario

Editado: 13.07.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.