No sé si es normal tener aquel sentimiento de culpa, recordar a quien no urge demasiado... Hache no apareció en todo el día. Me quedé dormida a las 7:00 PM sin pensar en esperarlo.
Me despertó el sonido de la ventana abriéndose y posteriormente cerrándose. Acto seguido, un aleteo se escuchó tan cerca de mi cama, o debería decir: en mi cama, pues algo pequeño saltaba en mi colchón.
—¡Shiro, cállate! La vas a despertar —susurró Hache con un poco de inquietud.
«Muy tarde, chico, ya estoy despierta» Pensé con enfado. Me senté en mi cama con las piernas metidas en mis cobijas.
—Pero... ¿qué rayos piensas que haces? —le regañé adormilada aún tratando de ver con claridad.
Hache me miró con sorpresa. —Em... Ya vine —dijo, evadiendo el tema—. No me des importancia ahora, ve a dormir, con confianza, estás en tu casa —habló con inocencia y burla a la vez.
Entrecerré los ojos. —¿Cómo no voy a darte import... ¡AAAH! ¿PERO QUÉ ES ESO? —Grité al sentir una pequeña cosa peluda tocar mis pies, lo que me obligó salir de mi cama y correr hacia los apagadores. Encendí la luz.
—¡Vas a asustarla! —levanta la voz, pone sus ojos en la cosa que estaba en mi cama, él lucía más preocupado por ella.
—¡Eso me asustó primero! —Señalé hacia mi cama, no sabía qué era lo que estaba señalando—. ¿Qué es? —froté mis ojos para acostumbrarlos a la luz.
—Se llama Shiro, es una paloma —replicó tomando al animal entre sus brazos muy suavemente.
—Ohh —suspiré aliviada—. Solo es una paloma —me acerqué a ellos—. ¿De dónde la sacaste?
—Ayer fui al circo, fui a robar palomitas después de que terminara el show —dijo.
Enarqué una ceja, me crucé de brazos. —¿Fuiste a hacer travesuras, acaso? —reclamé.
—¡Fue cuando nadie se daba cuenta! —se excusó con rapidez.
—Bueno, ¿qué más?
—Cuando se iban, la paloma estaba atrapada en el sombrero del mago —miró con lástima a la paloma—, así que la liberé, pero ya se habían ido —luego alzó el puño con firmeza y orgullo—. ¡Entonces los seguí para devolver a Shiro! —sus ojos dejaron ver un brillo extraordinario. Su estado de ánimo cayó al suelo de un segundo a otro. —Estuve toda la tarde persiguiéndolos, pero me cansé y ya no pude alcanzarlos —suspiró. Luego volvió a ponerse enérgico—. ¡Por eso la traje a casa! —me sonrió.
—Ajá... —sabía a dónde pararía todo esto—. No estarás pensando que yo...
—No, tú y yo —me corrigió.
—¡No, Hache! No voy a conservar esa paloma —expongo—. No quiero limpiar su excremento, ya sabes, es la peor parte de tener mascotas —hago una cara de asco.
«Iugh!»
—Te ayudaré —mordió su labio superior.
—¡Que no! —levanto más la voz—. No la quiero.
Aquel chico de ropas extrañas tomó con sus dos manos a esa paloma blanca y extendió sus brazos para mostrármela más de cerca. —Sólo mírala, ¿la vas a dejar sin hogar, sola y desamparada? —dijo con lástima en su tono de voz. Miré la paloma y su cabeza se dobló un poco.
—¡Por Dios, Hache! La paloma tampoco tiene idea de lo que dices —repliqué fuertemente.
—¡Por favor!
—¡No!
—Otra vez estamos empezando... Macky, no hagas esto más difícil —me mira con desaprobación.
—¡Ahora verás! —caminé hacia él, enfadada, Hache retrocedía con lentitud abrazando a la paloma como una madre.
—¡No te atrevas! —gritó él y me enseñó su lengua.
Estaba a punto de ir cada vez más cerca, pero:
—¿Macky? ¿Estás despierta? —Escuché la voz de mi papá—. ¿Puedo pasar?
Hache y yo nos miramos, alarmados. —¿Qué hacemos? —preguntó Hache—. No puedo cargar a Shiro si entra —se acercó a mí—. ¡TOMA! —la puso en mis manos y posterior a eso, miró la entrada de mi cuarto.
—¿Macky? —Volvió a insistir mi papá.
Volteé de inmediato. —Pasa, papá —tragué saliva.
Giré a ver a Hache con cara de: «¡¿Cómo voy a explicarle que tengo una paloma?!» Él, travieso, sólo se encogió de hombros. La perilla de la puerta giró, susurré: —Los voy a matar a los dos —dije refiriéndome a Hache y a la paloma.
Me tranquilicé y me quedé parada con la paloma en brazos mirando a la puerta, después a mi papá, entra con una sonrisa. —Son las tres de la mañana, ¿no puedes dormir? —preguntó amablemente—. Y... ¿eso? —señaló a la paloma.