¿Sabes qué es lo peor de despertar en un hospital? ¡El dolor de cabeza, el olor a medicina y la mala comida! Ambos padres míos estaban sentados cerca de mi cama esperando con impaciencia a que yo despertara. Y cuando abrí los ojos, se alegraron tanto que me hicieron varias preguntas, dijeron que tenían que trabajar. Aclararon que habían traído consigo a Shiro para que no me sintiera sola estando aquí. Es extraño, tengo la intuición de que ellos no se llevaban tan bien, cuando se fueron, se despidieron dándome un lindo ramo con lirios blancos y unos dulces, ¿se permite comerlos en el hospital? ¿Al menos se permiten los animales? Es más importante saber si hay más padres como los míos, que no se quedan con su hija y simplemente se van a trabajar.
La enfermera me frecuentó algunas veces, por lo que Hache y yo teníamos que ser cuidadosos para que ella no creyera que había enloquecido y ahora hablaba sola.
Eran las 6:53 PM. —¡Oh! Por fin solos —se alegró Hache desde la entrada del cuarto del hospital—, fui a espiar, la enfermera se llama Pam, qué nombre, ¿no? —bromeó tomando mi canastita de dulces—. Dijo que no vendría aquí hasta mañana, así que podemos hablar tooooooda la noche —asegura metiendo un dulce en su boca, estando sobre el aire, por supuesto. Su larga cola se movía cada que probaba algo que le parecía delicioso, era una cualidad muy curiosa suya.
Bajé la cabeza e inspiré. —Al menos debieron decirme la razón de mi desmayo, ¿cierto? —hablé alarmada—. ¿Es que acaso sí estoy grave? —Pregunté.
—Estás bien —sonríe—, es por tu amnesia, el doctor les dijo a tus padres que podía pasar, por eso no están tan frustrados.
—Un momento, si trajeron a Shiro para hacerme compañía, significa que... No, ¿tengo que quedarme aquí internada? —reproché, inquieta, y una mueca de asco se dibujó en mi cara. Me había hecho la idea de que no volvería a visitar este hospital desde que salí quince días después.
Claro, señor destino, esta es una completa burla.
Hache asintió divertido terminando el último dulce que quedaba. —Bueno, por algo tienes puesta una bata blanca —me señala—. Macky, eso no te queda, das miedo —me dio una risita—, ¿has visto a la chica del Aro? —se tapó la boca—, aunque tal vez no te acuerdes, pero eres semejante a ella así.
—Muy gracioso. —Me quito las sábanas de encima y coloco mis pies sobre unas pantuflas que había dejado la enfermera a un costado de la cama.
—No creo que quieras levantarte —dijo acercándose.
—¿Por qué no? —fruncí el ceño—. Solo voy a caminar.
—Porque está prohibido salir de noche —esperó a que me pusiera de pie. Estaba mareada y perdí el equilibrio, él me tomó de los hombros para detenerme—. Y también por esto —suspiró abatido refiriéndose a que podría caer y me regresó a la cama—. Te dieron un anestésico hace un momento, ¿recuerdas? Mejor duerme.
—No quiero dormir más, ¿cuándo podremos ir a casa? —Me crucé de brazos algo inconforme.
—Hm... —me miró de reojo y una sonrisa traviesa se forma en sus labios—. ¿Deberíamos salir? —Preguntó con voz persuasiva.
Alcé la vista hacia él. —Claro, ¿y vas a cargarme? —entrecerré los ojos.
—Claro, ven aquí —bromea, extiende sus brazos con burla.
—Sólo ayúdame a levantarme —extiendo un brazo y él lo toma para ponerme de pie—. Vayamos abajo, quiero un café, ¿crees que podamos ver la tele ahí?
—No lo sé, vayamos sin que nadie nos vea, entonces —dijo.
—Sin que nadie me vea, ¿no? —corrijo yo esta vez—. No estaríamos aquí si tuviera mi memoria intacta... —me culpé.
Su cara se moldeó rápido, y ahora serio, miró hacia delante ignorando lo que dije. «¿Qué piensas realmente? ¿Cuál es tu nombre, Hache?»
Bajamos en el elevador, no había movimiento, Hache me sostenía por los brazos, casi cargándome. Había sido difícil pasar de las enfermeras que se quedaban en el turno nocturno, fue una suerte que estuvieran medio dormidas, y, sinceramente, yo también comenzaba a tener sueño, con Hache de mi lado era bastante divertido, reír mientras nos escondíamos bajo algunas camillas de paso o puerta que veíamos abierta.
Ya estábamos de regreso, cuando escuchamos unos pasos que venían en dirección contraria a nosotros. ¡Nos íbamos a delatar! No sabía adónde correr, además aún estaba algo mareada por la anestesia. Hache me puso entre sus brazos y nos llevó hacia debajo de un mueble con manta, nos metimos en un hueco y nos cubrimos.
—¿Es seguro, Hach...
Él me tapó la boca con la mano que tenía libre, el lugar era muy estrecho, que casi podía sentir su nariz chocar con la mía. Sus ojos azul fuego estaban tan cerca que me resultaba tan embriagante seguir mirándolos. Su mano en mi boca me estaba poniendo nerviosa... Él se dio cuenta y la quitó de inmediato. Pero ahora... Ahora podía sentirlo respirar.