«El amigo imaginario que ha creado un niño, pertenecerá a este para siempre. El amigo no podrá ser visto por nadie más y el creador tiene prohibido mencionar cosa alguna sobre su pacto.»
—Me quitaste lo que más quería... —sonrió frívola—. Y ahora es mi turno —dijo cabizbaja.
—Piensas lastimarlo —levanté la voz, me refería a Hache.
—No le haré daño —me miró—, sólo voy a quitártelo, y a aliviar su dolor, tu dolor y el mío.
—Él está bajo mis órdenes, ¡fui yo quien lo creó! —discutí, no sabía exactamente lo que estaba diciendo, las palabras salieron naturalmente de mi garganta—. Y se va a quedar conmigo.
—¿Tus órdenes? No actúes como una idiota —chasqueó los dientes—. No tienes ni el más mínimo derecho sobre él si no puedes recordarlo, ahora es totalmente libre... Pero, ¿sabes? Yo sí lo recuerdo, y las reglas de su mundo... van a permitirme quedarme con él.
—Estás mintiendo... ¿Cómo sabes eso? —sostuve su mirada—, ¿qué reglas...?
«Qué reglas?»
¡No era su problema! Yo misma iba a encargarme de todo, ¿por qué me estaba haciendo las cosas más difíciles?
—¡Dime por qué sabes eso! ¿Dices que antes eras mi amiga? ¡Sí, cómo no! Si hubieras sido mi amiga, no me guardarías rencor... ¿Cómo puedes reclamarme ahora, cuando apenas me estoy recuperando? —puse mis puños juntos en mi pecho para atrapar la voz que me quedaba antes de llorar sin parar—. Estoy enloqueciendo... —me dije en voz alta.
—Porque es el mejor momento, en el tiempo que él se haya ido de tu lado, mi hermano habrá descansado en paz.
Sylvia rodó su silla hacia la banquita y dejó ahí una fotografía —Pero quiero que te quede claro, Mackenzie, yo no soy la mala de la historia.
La miré mientras se alejaba entre las ondas del Sol quemante que cada vez me mareaban más. —Esto ya no tiene sentido... ¿Quién soy yo? ¿Quién es realmente Sylvia?
Es cierto que ya nada tiene sentido. Sin embargo, juzgando por lo que pasó al principio, nunca tuvo ni un poco de coherencia. Creo que, una carga como la de Hache, la de Sylvia... o la mía, podrían ser más ligeras si no tuvieran relación.
Me acerqué a mirar la foto, era un muchacho... En su mano cargaba un títere de madera desgastada. Giré el trozo de papel, había algo escrito; no pude leerlo, me interrumpieron.
—¿Qué haces ahí, pequeña? Vamos adentro, necesitas descansar, hoy irás a casa —mencionó la enfermera Pam—. ¿Hiciste una amiga? —me dijo. Volteé a verla sin expresión.
—Vayamos, quiero cambiarme para ir a casa —forcé una sonrisa.
Camino a casa, el calor se encerraba en el auto, me sentí ahorcada cuando puse alrededor de mí el cinturón de seguridad, mis padres me miraban por el retrovisor, muy preocupados. No tenía de qué hablar con ellos, volteé a la ventana y bajé el vidrio. Aire entraba hasta golpear mi cara. ¿Por qué Hache no ha aparecido aún desde que me di cuenta que no me seguía?
Mientras avanzábamos, en el asiento de a lado iba Shiro dentro de su jaula, la encontré allí mismo cuando volví al cuarto de hospital a cambiarme de ropa.
El locutor de radio hacia unas aclaraciones, recargué mi cabeza en el asiento. "Así que, ciudadanos, prepárense para una fuerte tormenta que se presentará mañana por la noche, no salgan de sus casas y abríguense tanto como puedan, irónicamente llueve en primavera. ¡Pero seguimos con más música!"
«Debió ser agotador pasar tus primeros días conmigo en un hospital» Le dije a la paloma.
¿Te has preguntado en algún momento por qué las sábanas se vuelven frías si estás solo? ¿O por qué de repente escuchas el eco de tu voz si te acostumbras a estar con alguien en el mismo cuarto y ahora no está?
—Macky... —me llamó mamá, entraba por la puerta—. ¿Tienes hambre? Sé muy bien que no te gusta la comida del hospital —habló con voz amable—. ¿Te preparo algo rico? —preguntó y se dejó caer en mi cama.
—No tengo hambre, pero muero de sueño —recalqué. La escuché suspirar, se quedó en el mismo sitio y presentí que miraba las cobijas que envolvían mi cuerpo. Estaba esperando que dijera algo.
—Mamá —hablé.
—¿Qué pasó? —respondió.
—¿Cómo tuve ese accidente?
Ella se sorprendió, su rostro parecía triste. —Mi hija... No podemos afligirte ahora recordándote algo que tuvo mucho impacto sobre ti —su mano sobre las cobijas en mi tobillo palmeó un par de veces—. Con el tiempo lo recordarás, y sabrás qué hacer.