Seis meses atrás, en la secundaria número 68, sucedió una tragedia: Muere un chico de aproximadamente 14 años al saltar desde el último piso. Su nombre era Gideon, el pequeño y típico niño que sufría acoso escolar.
Patrullas se escuchaban por todas partes. La ambulancia llegaba escandalosa para recoger el cuerpo sin vida del muchacho.
En el último piso se asomó una persona, quien no pudo impedir que Gideon saltara, una niña de cabello largo y tez blanca, de nombre Mackenzie Benet.
—Despierta —la voz de un chico entró en mi cabeza—. Rayos, Macky, estás sudando.
—¡GIDEON! —Grité abriendo los ojos de par en par, me senté de golpe en la cama—. Gideon... Él ha... Josh...
—Hey, Macky, tranquila —dijo, una toalla húmeda y fría recorría mi rostro con suavidad—. Es tarde, necesitas comer algo, está bien, ¿tuviste un mal sueño?
—Por Gideon, ella hace esto —balbuceé, empujé su mano con la toalla lejos de mi cara. Apreté los ojos.
Él prosiguió: —Te pusiste maquillaje antes de salir del hospital y te dormiste así, no sabes lo chistosa que te ves ahora mismo.
Me levanté prácticamente mareada y tomé mi cabeza tambaleando mi cuerpo, todo daba vueltas.
—Vuelve aquí, Macky, no has probado alimento desde ayer, es obvio que estas mareada —sus manos tocaron firmemente mis hombros por detrás—. Cuando hayas comido algo, descansarás nuevamente.
Miré en dirección a Shiro, pues sus aleteos comenzaron a sonar fuerte, la pobre paloma lucía desesperada, por lo que caminé hacia allí para abrir su jaula, posteriormente voló y salió por la ventana abierta tan rápido como pudo. Me pregunté por qué rayos hice eso.
—Josh, ¿qué hora es? —pregunté, me recargué de una silla que había estado botada ahí. Debía saber cuánto tiempo me quedaba.
—Em... —miró el reloj que se posaba en mi buró—. Siete con trece —informa.
—Es tarde, ¿en dónde está Hache? —me pregunto en voz baja mirando a todas las partes del cuarto—. Josh... ¿Recuerdas que te hablé de Gideon? Yo sí... lo recuerdo... vagamente, pero lo hago.
—¿De verdad? —preguntó, no parecía feliz, pero eso no importaba ahora—. ¿Qué... recordaste?
—Sylvia, ellos no son hermanos... ¿verdad? Ella es —sacudí mi cabeza—. Necesito buscarla, a ella, o a Hache —volví a susurrarme.
—¿Qué estás diciendo? No estás bien, recordar un mal momento no es bueno ahora —trató de empujarme a la cama—. Traeré comida para ti, tu mamá está en la cocina preparando algo.
—¿Cómo tuve el accidente? Seguramente mi mamá te lo dijo —fijé mis ojos en los suyos—. ¡¿Te lo dijo?! —pregunté alterada. Su mirada me confesaba que estaba al tanto de todo.
—Te lo diré mañana, deberías tomar un baño, cálmate, por favor. Sólo espera aquí —me dejó sentada sobre mi cama, salió de mi habitación y cerró la puerta.
Negué con la cabeza. «¡Es que no puedo esperar hasta mañana!» Me puse de pie, también unos tenis que no combinaban para nada con el vestido blanco que traía puesto, y llegué a la puerta para abrirla, si Josh me veía, me detendría. No podía esperar, salí sigilosamente y fui en marcha... Iría a aquella casa abandonada... nuestro lugar.
No tenía idea de dónde encontrar a Sylvia, pero tenía la corazonada de dónde podría estar él.
Salí por la puerta trasera como había hecho antes con Hache. A pesar de ser temprano, la noche amenazaba con caer, y mis pies con tropezarse. Los tenis raspaban mis pies por no haberme puesto calcetines, sin embargo, eso tampoco importaba ahora.
Había charcos de agua por todas partes, parecían pequeñas lagunas, dentro de poco la luna iluminaría su agua y comenzarían a brillar.
—¡Hache! ¿Estás ahí? —grité a los alrededores, me odié por no llevar conmigo una lámpara, pero no tenía tiempo para pensar en eso—. ¡Hache! Por favor. No sé en qué otro lugar buscar, me has dejado sola por casi un día y ya me siento abandonada. ¿Estás aquí, verdad?
Inhalaba y exhalaba, una y otra vez para recuperar el aliento. Mis palabras se quedaron en el aire. Las escaleras se veían peligrosas en ese momento, no había iluminación alguna en la pequeña casa.
Giré sobre mis pies divisando todo el lugar, buscando. Un fuerte aleteo me sorprendió, venía de la casa, arriba, dentro. Alcé la mirada, Shiro llamaba mi atención desde la gran ventana desgastada. Mi imaginación decía que quería decirme algo, lo entendí cuando dio la media vuelta y entró por completo a la casa.
¿Podría Hache estar ahí? Subí por las débiles escaleras de madera, rechinaban de una manera tan molesta al ser pisadas, no me habría sorprendido si me hubiese caído en cualquier momento.