Hunter... Estoy en nuestro lugar, sentada en la ventana donde muchas veces escuché el sonido de tu armónica. Deseando, con todo mi corazón, escucharla una vez más. ¿Algún día volveré a verte? Me pregunto todo el tiempo. Y entiendo que nunca lo sabré.
Él era la representación humana de mi gato que murió hace años, el gato negro que yo tanto amaba. Y su único recuerdo es esta pulsera de cascabeles.
Sola, recargada una vez más en la esquina de la ventana vieja, junto a los muebles de madera vieja y rayos de sol que entran por las imperfecciones de la casa, apenas ayer llovía con tanto ímpetu. Reviso mi celular. Suspiro.
Una llamada oportuna distrae mi mente, de un número privado, y dudo en contestar, pero lo hago. —¿Bueno?
—Hola, ¿Macky? —responde una voz.
—Sí, ¿quién es? —pregunto para asegurarme.
—Soy Sylvia —me confirma, en ese instante pienso que su voz es realmente diferente a escucharla en persona. Su voz chillona me ponía de los nervios.
—¿Cómo conseguiste mi nú...
Me interrumpió.
—Tienes razón, conseguí lo que quería —levantó la voz.
No dije nada.
—Encontré algo muy interesante en Londres... —la escuchaba contener una risa detrás de la línea, fruncí el ceño—. ¡Oh! ¿Dije "algo"? Quise decir alguien...
—¿A quién te refieres?
—No planeo volver. Fue bueno conocerte.
—¡SYLVIA!
Nos silenciamos un segundo.
—Si hay algo que sé hacer bien, es entender a quienes son como yo... —carraspeó—. Como aún me compadezco de ti... Te diré un secreto.
—Sylvia, no estés jugando conmigo —mi voz se cortó. Si hay algo que no me gusta, son este tipo de bromas.
Ella suspiró fuerte. —Escúchame... sin hablar —profundizó muy seria—. Porque será lo último que sepas de tu querido Hunter.
Tragué saliva.
—Él sabía que si no lo recordabas, iría al mundo vivo y sería una persona normal, libre. Pero lo intentó hasta el final, para que recobraras tu memoria, y quedarse contigo para siempre como tu amigo imaginario, mas te dijo que desaparecería de tu vida por siempre, para forzarte un poco.
«¿Cómo sabe eso?»
Siguió.
—Yo era como él. Muchos imaginarios sueñan con vivir como humanos normales, desprenderse de sus dueños y caminar con libertad por el mundo. La mayoría de nosotros ni siquiera llegan a querer a sus creadores. Eso fue lo que lo hizo diferente, lo que nos hizo diferentes. Hunter se enamoró de ti, Macky, su creadora. Algo que era imposible para alguien como él, las reglas prohibían a un imaginario enamorarse de su creador, por eso jamás te lo dijo, para no desobedecer, y seguir a tu lado. Y sin embargo, en el último momento, cuando supo que no podrías recordarlo... Te confesó sus sentimientos. Él te amó más de lo que podrías imaginar, te amó mucho antes de que tú lo amaras a él. Así como yo amé a Gideon a pesar de lo que hizo —habló—. Hunter le tenía miedo al agua, cual gato. La vez que te empujé al río, no dudó en aventarse al agua por ti, perderte a ti era su fobia más grande, más que terminar empapado. Quizás quería que te dieras cuenta de que él te amaba... más que a su propia vida.
«Sylvia también fue amigo imaginario una vez... Lo entiende mejor que yo, y aun así me lo quitó... Todo lo que dijo... Todo lo que hizo. ¿Qué es lo que está pensando realmente? ... Hunter... ¿es eso verdad? ¿Puedo creer en eso?»
—Recuérdalo... Él aún está aquí; y tienes qué saber, que él estará feliz cuando tú lo estés, te amará hasta el día que mueras, e incluso después de la muerte, aunque por la eternidad, jamás puedan reencontrarse de nuevo... —Concluyó. Su tono burlón se había deshecho. Lo decía en serio. ¿Por qué me lo decía?
—Por favor... ¿Dime qué pasó con él? —Pedí con mi voz ida.
Ella calló.
—¿Por qué me dijiste todo eso? ¿Dónde está? ¡¿Cómo puedo creerte?! —me rompí en lágrimas.
—Es lo menos que puedo hacer por ti, que sepas que él está vivo, pero nunca sabrá de ti, nunca podrá encontrarte. Quiero que sufras por no tenerlo, tanto como yo sufro por no tener a Gideon.
—Déjame hablar con él... Por favor... Sylvia...
—Sólo te transmití sus sentimientos para que el mundo imaginario sepa que su corazón está tranquilo al saber que estás enterada. Y terminar con su relación para siempre.
—No... ¿El mundo imaginario? ¡No puede hacerlo! ¡Por favor, déjame oírlo! Deja que me oiga... Por favor... —supliqué.