«Ellos dicen que el tiempo se lleva el dolor, pero yo sigo igual. ¿Por qué no recordé antes? Desearía poder regresar el tiempo e intentarlo de nuevo. Regresar a cuando estabas conmigo. Este momento es doloroso, es amargo. Tú me mostraste lo que significa el dolor, pero también la felicidad absoluta. ¿Es esto a lo que le llaman corazón roto?»
Desperté en un cuarto bañado del color blanco. Una toalla húmeda en la cabeza y un termómetro en la boca. Me dolían los pequeños raspones grabadas en mis codos y rodillas.
En un esquinero pequeño, yacía una pulsera de cascabeles, pensé que algo faltaba allí... ¿acaso había estado aquí en otra ocasión?
—¡No pueden pasar aún, señores! —oí una voz de repente—. Vengan mañana, por favor —decía.
—¡Apártese! —dijo una voz.
Entonces la puerta se abrió bruscamente. Los tacones de la mujer resonaron con cada paso.
—Hola, mamá —dije.
—¡Macky! Ya estás bien —lágrimas de felicidad salieron de sus ojos.
—Entre comillas, mamá, me siento con mucha fiebre —contesté—, ¿y mi papá?
—Él no tardará en venir... Pero, dime ¿qué estabas haciendo desmayada allá afuera? Te encontramos después de mucho buscar, Josh te encontró tirada en la casa que están por demoler. Los doctores dijeron que el desmayo es normal... Lo que sea que estuvieses haciendo, te ayudó mucho a recuperarte, ¿no es así?
Me enserié. —Pues... supongo que sí, aunque no recuerdo qué pude estar haciendo.
Intenté no demostrar que me sentí inquieta al saber que demolerían la casa abandonada, inquieta y melancólica.
Mi mamá me abrazó. —Gracias al cielo, mi hija.
Le correspondí el abrazo. —Tranquila, mamá, estoy muy bien.
—¡Feliz cumpleaños a ti!, ¡feliz cumpleaños a ti!, ¡feliz cumpleaños, querida Macky!, ¡feliz cumpleaños a ti! —un par de voces se escucharon desde la entrada de mi cuarto de hospital. Un pastel de chocolate y de mediano tamaño se asomó antes que las caras de mi padre y de Josh, tras ellos, estaban Dania y Emi, mis amigas del colegio, entraron con una sonrisa enorme.
—¡Era mi cumpleaños, cómo pude olvidarlo! —sonreí muy feliz.
—No digas la palabra "olvidar" nunca más —dijo Josh, dándome un paquete envuelto de papel decorativo y un moño—. Los doctores dijeron que estás completamente recuperada, ¡hasta nunca, amnesia! —se echó a reír.
Mi papá dejó el pastel en una mesita baja y me abrazó.
—¡Oh, Macky! Perdóname por no poder venir a verte en este mes, sabes qué asuntos tuve que arreglar —se disculpó Dania.
—No te preocupes, al menos estás aquí el día de mi cumpleaños.
—Y discúlpame a mí, no tengo excusas... —pidió Emi.
—Emi, supe lo de tus abuelos, y entiendo que no hayas podido venir a verme, pero gracias por venir hoy —le sonreí.
Ambas me dieron un regalo envuelto.
«Siento que algo falta...»
—Gracias a todos... pero ¿no falta alguien? —pregunté, dudando demasiado, me asomé a la puerta esperando que alguien más entrara.
Todos se miraron frunciendo el ceño.
—No lo sé, Macky, ¿invitaste a alguien más? —preguntó Josh.
—¿Eh?...
«¿Realmente... recuperé la memoria?»
—¿Macky? —Me habló Emi.
—Hu... n... —una punzada en la cabeza me hizo reaccionar, un hilo de ruido intervino entre mis oídos y me interrumpió. Los volteé a ver a todos, sonreí. —No, no. Olvídenlo —me reí.
—¡Comamos un poco de pastel! —sonrió mi mamá, juntando ambas palmas.
No puedo decirle a nadie lo último que recuerdo... Sería una locura: ¿Luces saliendo de mi cuerpo y yo flotando en el aire? Por favor, tal vez sólo me volví loca por un instante. Pero no puedo dejar que alguien más lo sepa. Dejaré a un lado ese rarísimo incidente y seguiré con mi vida.
Un golpeteo se sintió en mi pecho, y me duele el corazón. Tal vez aún necesite reposo, pero parece que tengo inmensas ganas de llorar...
Algo anda mal, pero no importa ¿cierto? He vuelto a mi vida... ¿verdad? Todo estará bien.
Sin embargo, no se siente real. No quiero sonreír ahora. Tengo que hacerlo... Recuperé mi memoria, y aun así agonizo...
«¡Estoy olvidando algo!»
Soy Mackenzie Benet, y tengo 15 años.