El ruido del mar es lo suficientemente fuerte como para despertarme, quejándome al abrir los ojos ante la gran iluminación que entra a la habitación, escondiéndome bajo las cobijas con rapidez, impidiendo que el gran malestar que la simple iluminación me causa, disminuya.
Y es que a causa del alcohol que había ingerido la noche anterior, no había parte de mi cuerpo que no doliera. Un par de golpes sobre la puerta son lo suficientemente insistentes como para que, a regañadientes, salga de la cama, abriéndola sin detenerme a cuestionar quién es que era a esta hora.
Encontrándome con un muy apuesto James, quien como siempre, parecía estar completamente listo para empezar el día.
—¡Me duele la cabeza! —Me quejo de inmediato, consiguiendo que sonría antes de pasar una de sus manos sobre mi cabello, el que podía deducir que estaba hecho un completo desastre y del que ahora mismo no me importaba en lo absoluto, no con lo mal que me sentía—¡Te odio! —Le doy un manotazo antes de darme la vuelta y regresar a mi cama.
Después de todo aún era temprano.
—No debiste de tomar tanto —Me dice James antes de poner una botella de agua frente a mi junto a un par de pastillas —Tómalas con ellas te dejara de doler la cabeza —Me ordena antes de observarme con detenimiento hasta que me ve tomarlas —Ya hemos comenzado a firmar —Me cuenta y mis alarmas se encienden en seguida.
¿Qué hora era?
—Es medio día —Me responde mucho antes de que pueda siquiera formular la pregunta, poniéndome de pie con rapidez, demasiada como para golpear mi antigua herida sobre uno de los muebles del lugar, que me hace quejar por unos segundos antes de reponerme —No te apresures los chicos y yo nos hemos encargado de todo —No dudaba de su capacidad pero jamás me había sucedido esto, siempre era una de las primeras en estar de pie para poder tener todo listo, y que me hacía sentir completamente pésima por mi enorme retraso.
— Por favor no vuelvas a dejarme jugar con Alan de nuevo — Le pido al recordar la cantidad de alcohol que había bebido a causa de una estúpida apuesta con el rubio, con quien por más que me había esforzado por mantener su ritmo, no me había podido siquiera acercarme a la velocidad con la que podía beber sin embriagarse como yo lo había hecho.
—Siempre me pides lo mismo y nunca me escuchas —Tenía razón, pero aun así no me gustaba para nada escucharlo —Esta bien, está bien no te dejare volver a apostar con Alan —Promete en cuando se encuentra con mi expresión de fastidio —Toma una ducha y baja a desayunar, nosotros nos encargaremos hasta que llegues —Asiento antes de observarlo salir de la habitación, cerrando la puerta tras de él.
Dejándome completamente sola.
Paso mis manos sobre mi cabello para intentar dispersar el agotamiento antes de amarrarlo en una coleta alta, comenzando mi día con la misma rutina de siempre, tendiendo mi cama y recogiendo toda la ropa que había sido regada por todo el lugar en cuando me había instalado, escogiendo mi atuendo antes de entrar al baño.
Relajándome considerablemente ante la ayuda de la ducha, que consigue no solo despegar mi agotamiento, sino también con mi resaca. Veinte minutos después salgo de la habitación completamente lista cruzando el pasillo solo y silencioso ante la ausencia de sus dueños, quienes de seguro estaban pasándola de maravilla en la playa o a sus alrededores, si es que no había tomado tanto alcohol como yo lo había hecho.
Camino con familiaridad por la casa hasta entrar al cuarto de provisiones, tomando un par de paquetes de ramen de aquellos que me había encargado de comprar una cantidad considerable, lo único que tenía ganas de cocinar hoy, y los que esperaba me pudieran ayudar a terminar con los restos de resaca que aún tenía.
—¿Parece que estas de muy mal humor? — Alan entra en la cocina diez minutos después de que he comenzado a cocinar el ramen —Me estas decepcionando querida —Se burla de mi derrota tal y como siempre lo había hecho.
—No me hables —Le ordeno apagando la estufa antes de comenzar a comer, comiendo sobre la tapa de la olla como estaba acostumbrado a hacerlo —Te odio —Le dejo saber algo que parecía ser más que claro, sin pausar ni un segundo mi delicioso almuerzo —Tu eres el maldito culpable de que este mas muerta que viva —Me sigo quejando al ver la sonrisa burlona sobre su rostro.
—Sabes que solo me preocupo por ti —Suelta excusas para intentar conseguir un bocado de mi ramen, obteniendo un golpe rápido de mi parte —Solo quiero que estés lista para la revancha alcohólica que yo sé que tarde o temprano tendremos —Se vuelve a reír de algo que por más que tuviera razón, en estos momentos no me causaba ningún tipo de gracias.
No con lo mal que me sentía.
—Eres un idiota —Dejo mis palillos sobre la tapa, dándole un fuerte golpe en su costado izquierdo, que lo hace quejarse, pero al mismo tiempo reírse —Te toca lavarlos —Señalo los pocos utensilios que había utilizado —Además por tu culpa no puedo recordar absolutamente nada de anoche—Doy otro golpe en su cabeza antes de alejarme lo suficiente para no escuchar sus malditas risas.
El fuerte pero refrescante aire me golpea en cuando salgo por las enormes puertas, caminando por la orilla de la playa hasta encontrarme con un par de rocas amontonadas en las cuales decido descansar un poco antes de que tenga que regresar a mi trabajo.
Junto a él...
—¡Mierda! —Suelto con sorpresa en cuando los recuerdos de la noche anterior regresan a mi como una verdadera cubeta da de agua fría —¡Maldita sea! —Vuelvo a decirme a mí misma cuando soy capaz de revivir la maldita idiotez que había cometido con él, junto al chico que no solo me había obligado a olvidar durante años y con el mismo con el que me había besado como si no hubiera un mañana, como si nada entre nosotros hubiera terminado tan mal como lo había sido —Eres una estúpida —Me repito una y otra vez esperando que mi subconsciente pueda comprender la magnitud de la idiotez que he cometido, poniéndome de pie lista para descender de una vez por todas antes de que yo misma me matara.