Jim se estiró, en el sofá, mientras veía la luz del televisor iluminar el salón. Tomó la lata de cerveza y le dio un trago, pensando que realmente vivía para aquellos momentos. Sin gente gritando y pretendiendo que les arregles los problemas, sin tener que tratar con ayudantes incompetentes… Tomó el cigarrillo y le dio una calada, mientras veía la película, tan genérica que ni siquiera sabía cuál era. Unos tipos con traje, algo que tuviera que ver con una conspiración… Je, no tenían ni idea de lo que una conspiración era en la vida real. Por suerte para ellos, claro.
Y, sin embargo, aquello estaba sonando más inquietante de lo que parecía. Había algo ahí que no le gustaba, y no eran las líneas tan cliché de la película barata. Era la fría brisa de la noche en su pescuezo cuando no había ninguna puerta abierta en la casa, y aquella interferencia en la pantalla, y aquella cabeza vacía que parecía mirarle desde aquel cuadrado de luz y de la que no se había dado cuenta hasta el momento.
- ¿Qué diablos…? – Y aquel rostro sin rostro, aquella cosa blanca que no debía estar allí, alargó un brazo, y lo extendió hacia él. – Espera, espera… - Tragó saliva, sintiendo un escalofrío cuando la mano de la criatura comenzó a atravesar la pantalla. Una mano blanca, arrugada, que no pertenecía a un ser humano a pesar de poseer cinco dedos largos y huesudos.
Una mano que se apoyó en el suelo, y que aquella criatura usó para ayudarse a salir. Revolviéndose en el sofá, Jim apretó los dientes, buscando su arma en la mesilla a ciegas. Algo para disparar, algo para golpear a aquella criatura que atravesando la pantalla parecía estar buscándolo. Una cabeza blanca sin rasgos, dos brazos escuálidos, pero con una gran fuerza adivinándose en sus garras. La criatura, que ya había sacado el torso de la televisión, lo miró con su rostro sin ojos, su cara llena de líneas. Y cuando alargó el brazo y lo agarró del hombro, lanzó un bramido, abriendo su rostro en cinco secciones, y Hopper se dio cuenta de que estaba cara a cara con el mismísimo Demogorgon.
- ¡Jim!¡Jim! – Pero no era el Demogorgon el que lo sacudía del hombro, sino Jane, despertándolo de su cabezada en el sofá. Desconcertado, Jim miró la lata de cerveza, vacía y sobre un costado, y la televisión, que sólo mostraba estática. Y volvió a mirarla a ella. – Me está buscando… ¡Me está buscando, Jim!
- Espera, espera un momento… - Él se retorció un poco. Dejó que le crujiese la espada y se desperezó pasando bajo el sofá la lata vacía disimuladamente y dejándole a su hija adoptiva lugar en el sofá. Ella se sentó y se agarró a su brazo, con aquella mirada que le era familiar a Jim. - ¿Y bien? ¿Qué es eso de que te está buscando? ¿Quién te está buscando?
- No sé… - Dijo ella, mirando fijamente a la pantalla con gesto de preocupación. – Sólo me busca. Eso me dijo.
- ¿Te lo dijo? – Jim le echó una mirada al televisor, y como ya no había monstruos que salieran de él, se volvió hacia Jane de nuevo. - ¿Cómo, por la radio? ¿Viste algo?
Pero ella negó. Negó, y se tocó la sien. – Ahí. – Afirmó. – Me está buscando.
Jim se removió de nuevo en el sofá, inquieto. “Ahí”. Nunca era un buen sitio para que lo buscasen a uno. Las dos últimas veces, había tenido resultados catastróficos. Y puede que no estuvieran en noviembre, pero no quería arriesgarse. - ¿Has usado tus poderes otra vez?
- Sólo una vez. – Repuso ella, desviando la mirada hacia el televisor, que seguía en estática. – Era una tontería.
- No, no estoy enfadado, peque. – La tomó de la mano de forma tranquilizadora. – Dime cómo ha sido.
Y ella se lo contó. Tenía razón, pensó Hopper. ¿Es que la peque no iba a poder disfrutar de sus propias habilidades? Si Jane pensaba que iba a castigarla por eso, se equivocaba, a pesar de que meses atrás él le hubiera dicho de no usar sus poderes. No pensaba tomar represalias sólo por un juego inocente con sus amigos. Habría sido peligroso usarlos al principio del año pasado, pero casi había pasado el año, y ya estaban preparándolo todo para que Jane entrase al instituto.
Y, a pesar de todo, había alguien, o algo, que la estaba buscando. - ¿Del otro lado? – Preguntó, y ella negó con la cabeza. Asustada y confusa, probablemente recordando la otra vez, la vez que había despertado un monstruo. - Está bien. – Añadió, tomándole la mano. – Está bien, ¿De acuerdo? Te tengo. Sea lo que sea que te está buscando, tendrá que vérselas conmigo, ¿De acuerdo? – Ella asintió. – Aún no te tienen, así que ya sé lo que vamos a hacer: Vamos a dormir, y mañana a primera hora iré al pueblo a hacer algunas preguntas. – Ella lo miró. - ¿Y qué te parece si de paso compramos algo de helado? – Eso la hizo sonreír, y Jim también sonrió. La idea de “hacer preguntas” no le gustaba a ninguno de los dos, pero si había algún problema, debían tomarlo con tiempo.
Cuando la dejó en la cama, Jim se volvió, desde el pasillo. Pasó la mano por el interruptor, pero pensó en las veces que habría pasado Jane asustada, en la oscuridad, esperando a que experimentaran con ella. Y la dejó encendida. – Buenas noches, pequeña.
Pero no fueron buenas, al menos para él. Cuando a la mañana siguiente se dirigía al centro de Hawkins, tras el volante su memoria seguía estancada, muy a su pesar, en la imagen de Joyce, inerte en el Otro Lado. No era una imagen agradable y el cigarrillo y la cerveza del desayuno no la habían conseguido apartar. Y Jim no quería acudir a las pastillas. Quería tomarse en serio la preocupación de Jane. Sabía que, si no lo hacía, ella lo sabría. Y quería hacer las cosas bien.
Por suerte, de camino a la ciudad, no tuvo mucho tiempo para pensar en ello. Una riña tonta entre una pareja que llegó a las manos, un barman enfadado que echaba a patadas a un visitante tardío del sábado noche… Y, para cuando se dio cuenta, estaba sujetando tenso el volante mientras observaba cómo dos tipos se partían la cara enfrente de dos coches abollados. Por la energía que ambos tenían era evidente que habían salido del choque ilesos, pero si él no hacía su trabajo eso iba a cambiar muy pronto. Se presionó el puente de la nariz, y salió justo cuando uno de los hombres caía al suelo, y el otro trataba de zafarse del latino del día anterior, que parecía ser el único ser pensante allí.