Stranger Things: Noche Estrellada

Capítulo 12: I need a Hero

Jim tragó saliva, acariciando su arma mientras se ocultaba detrás de un árbol. Las cosas habían escalado fuera de su zona de confort. Muy, muy fuera. Allí atrás quedaban los cadáveres de los soldados, con fragmentos de hueso saliendo de sus chalecos antibalas, que no habían servido para nada. Muertos en charcos de sangre, apenas habían presentado una amenaza para Daniel. Y lo único que diferenciaba a Jim de ellos, era que el jefe de policía había sabido correr a tiempo.
Y ahora tenía que estar allí, tragando saliva, rezando por que no fuera capaz de oír su respiración, o incluso sus pensamientos. ¿Podría oír sus pensamientos? Jim trató de pensar más bajo (si es que era posible) mientras oía cómo su adversario se movía a su alrededor, buscándolo y hablándole.

- No me juzgue con tanta dureza, jefe Hopper. – Podía oírlo, buscándolo, apenas unos metros más allá. - Después de todo, era una situación límite. Y ya sabe cómo es esto, ¿Verdad? En este mundo, es matar o morir. Sobre todo, para la gente como yo.

¿La gente como él? Jim tragó saliva. Sólo podía pensar en dos grupos a los que Daniel se refiriera con esas palabras, y ninguno de ellos implicaba ser un asesino de aquella manera. El único que podía tomar esa decisión era el propio Daniel, y cuando se había visto enfrente del dilema, lo había hecho y con gusto. No lo había hecho como Jane, para proteger su vida o a sus amigos. Lo había hecho, y por el estado en el que habían quedado los cuerpos, lo había disfrutado de sobra.

Como un jaguar que olfatease una presa cercana, Daniel continuaba merodeando por el claro, y Jim podía sentirlo dando vueltas, queriendo provocarlo, queriendo establecer contacto. Queriendo encontrarlo. Sabía que, en cuanto lo hiciera, su tiempo habría acabado. – Los experimentos, los tests, las pruebas, los controles… Mentiría si le dijera que no he disfrutado haciendo eso. Pero si cree que lo he hecho por mí, se equivoca. Aunque ya lo sabe, ¿Verdad? Sé que lo sabe. Porque usted y yo somos iguales.
¿Iguales? Sí, claro, por supuesto. Aquello había pasado de castaño a oscuro, y Jim sabía que la posibilidad de hablar con él y hacerle entrar en razón para detener aquella epidemia de pesadillas estaba fuera de lugar ya. Lo único que debía plantearse era si debía intentar disparar o sólo correr lo más rápido que pudiera. Lo único que debía plantearse era si realmente habría alguna diferencia en el resultado. Probablemente no. – Somos iguales, jefe Hopper. Puedo sentirlo en su interior. Sé que usted es el tipo de persona que haría lo que fuera por aquellos que le importan. Sé que entiende lo que hice, y lo que debo hacer. Debo atar los cabos sueltos para proteger a mi familia. Jim. Por eso usted debe morir.

Sólo fue un instante. Un crujido. A Jim se le puso la carne de gallina y se volvió, apartándose del árbol justo para evitar que éste le cayera encima. Rodó por el suelo del bosque, oyendo el grito triunfal de Daniel, y supo que era ahora o nunca "Es matar o morir", había dicho el latino. Tenía razón. Disparó, lanzando una ráfaga de balas en dirección al joven, antes siquiera de ponerse en pie, en una nube de hojas secas, notando el retroceso del arma robada a uno de los guardias. "Spray and Pray", solían decir, y Jim no se atrevía a darle de ventaja a su enemigo el instante de más que tardaría en apuntar.

Las balas silbaron, atravesando el aire, impactando en los árboles a su alrededor, y Jim echó a correr, sin conocer los daños que había hecho. Una fuerza invisible pero no desconocida le hizo caer, y ni lento ni perezoso, Jim se volvió, y apuntando – esta vez sí – disparó una ráfaga corta en dirección al joven. Ileso, éste sonrió, con una mano adelantada hacia él, y Jim supo que sus esfuerzos habían sido en vano. Un movimiento ascendente de la mano, y el arma le golpeó a Jim en la cara antes de salir volando.
El jefe de policía cayó al suelo, de espaldas; cuando trató de levantarse, una fuerza muy superior a la suya lo mandó de nuevo al suelo, aprisionándolo contra éste. La figura de Daniel se recortó contra el cielo soleado. - ¿Quiere saber cómo testaban mi resistencia, jefe? Me ataban a una pared. Fijo, inmóvil, sin posibilidad de escapar ni de protegerme de ninguna manera. Como usted, ahora mismo. – Notó sus ojos, penetrantes, atravesándolo. No lo tocaba, pero Jim notaba su mano tensa mientras lo sujetaba por la garganta. – Me sujetaban a la pared, en el centro de una diana gigante, y entonces me disparaban. Me lanzaban proyectiles de acero, esferas pulidas metálicas que tenía que desviar si no quería que acabasen enterradas entre mis costillas. Y cada vez que lo conseguía, cada vez que desviaba una de las esferas, aumentaban el calibre. Cien gramos, doscientos gramos, cuatrocientos gramos… ¿Cuál cree usted que era el límite?

Jim boqueó. No sabía cuál era el límite de Daniel, pero desde luego sabía cuál era el suyo, y estaba acercándose a pasos agigantados. Trató de agarrar la pistola en su cintura, pero Daniel hizo un gesto con la cabeza, y un crujido seguido de una aguda punzada de dolor informaron a Jim de que tenía un brazo roto. – Pasé muchos buenos ratos evitando que aquellas enormes balas me destrozasen los brazos, jefe. – Continuó narrando Daniel. – Eventualmente me di cuenta de que me sería más fácil salir de allí si dejaba que me subestimasen. Aunque eso es otra historia. Una historia que me temo que usted no llegará a oír.

Y tenía razón. Porque Jim ya comenzaba a acusar los efectos de la asfixia. Su vista se emborronaba, con formas brillantes en los ojos, y su cuerpo se entumecía, dejando de responderle mientras sus pulmones trataban sin éxito de conseguir una inspiración. Iba a morir, y lo peor, es ni siquiera le había plantado cara a Daniel en condiciones. Sólo se había escondido y había huido. Y ahora, el otro le había demostrado su superioridad ofensiva y lo había hecho morder el polvo en segundos.

Pero instantes antes de que Jim perdiera el conocimiento definitivamente, Daniel fue embestido por el árbol que él mismo había derribado unos minutos atrás, y que lo hizo volar varios metros hasta que se choco con otro, perdiendo su presa y cayendo al suelo boscoso. Y allí entre la espesura, casco en una mano, tabla en la otra, la penetrante mirada de Jane lo atravesaba de lado a lado. – Aléjate de él, ¡bastardo!



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En el texto hay: misterio, suspense, stranger things

Editado: 21.05.2020

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