Streaming de corazones

Capítulo 3: El universo bajo control... por ahora.

Cuatro días.

Exactamente cuatro días llevo viviendo en este departamento y todavía siento que es como un observatorio sin telescopio: tiene la estructura, pero le falta algo para ser hogar.

También son cuatro días en los que no le cuento a mi familia —especialmente a mi papá y a mi mamá— que vivo con un chico. A ver, mis padres no son tan sobreprotectores, pero tampoco es como que les encante la idea de que comparta techo con un hombre sin estar casada.

Pero aquí estoy, conviviendo con un chico.

Y este malentendido, según el administrador, solo dura unas semanas.

Hoy, viernes, todo amanece como planeé: ordenado. A las siete ya tengo la cama tendida, la cafetera encendida y mis apuntes de astrofísica extendidos en la mesa. Para mí, la rutina es un salvavidas.

A las siete y media desayuno en silencio, disfrutando de ese raro instante en que Noah aún no da señales de vida. A las ocho ya estoy frente a la laptop, repasando gráficas de espectros estelares mientras mi lista de pendientes me observa desde un post-it azul:

-Revisar cálculos de mecánica orbital

-Preparar esquema del ensayo sobre exoplanetas

-Estudiar dos horas en la biblioteca

Todo bajo control.

O al menos lo está hasta que, a las ocho y media, la puerta del pasillo se abre con un chirrido y aparece Noah: despeinado, bostezando y en pijama, como si acabara de sobrevivir a una guerra nocturna.

—¿Ya estás estudiando? —pregunta con voz ronca, rascándose la cabeza.

—Alguien tiene que hacerlo —respondo, sin mirarlo.

Él se deja caer en el sofá con el celular en la mano y, en segundos, empieza a poner música a un volumen que para él debe ser “suavecito”. Para mí, es un ataque sonoro.

Respiro hondo. Cuento hasta cinco.

Es viernes. Tengo un plan. No voy a dejar que el caos con forma humana arruine mi día.

Me visto, recojo mis cosas y salgo rumbo a la biblioteca. Allí sí puedo respirar. Allí sí me concentro en lo que realmente importa: estrellas, planetas, órbitas… el orden elegante del universo.

La biblioteca está casi vacía cuando llego a la universidad, salvo por dos figuras conocidas: Silvana y Carter, compañeros de clase. Ella, con el cabello recogido en un moño impecable, escribe concentrada en su cuaderno. Él, en cambio, se inclina hacia ella, murmurándole algo con una sonrisa.

Ahí están otra vez… mis queridas Paralelas. Siempre juntas, siempre cercanas, pero todavía sin darse cuenta de que tarde o temprano alguna línea del destino las va a juntar. Con apenas cuatro días observándolos, ya estoy convencida de que se gustan. Ellos, al parecer, todavía no… o quizá sí, y se hacen los locos.

Me acerco en silencio y dejo mis cosas en la mesa.

—¿Interrumpo una conspiración secreta? —pregunto en voz baja.

Silvana levanta la vista con expresión seria.

—Estamos repasando la práctica de dinámica estelar.

—Sí, claro —murmuro mientras tomo asiento—. Porque todos sabemos que la mejor forma de entender estrellas binarias es contarse chistes malos.

Carter se ríe, bajando la mirada hacia sus apuntes, mientras Silvana intenta ocultar una sonrisa. Ahí está: esa chispa. Esa tensión ligera, como un campo magnético que los mantiene cerca sin que ninguno se atreva a reconocerlo.

Pasamos un buen rato entre cálculos, teorías y páginas subrayadas. Silvana repasa fórmulas con la precisión de un reloj suizo. Carter, aunque distraído, suelta observaciones brillantes que la hacen sonreír, aunque ella lo disimula con un carraspeo.

Cuando terminamos, guardo mis cosas satisfecha: cumplí con mi rutina. Nada ni nadie alteró mi orden.

—¿Vamos a la cafetería? Tengo hambre —sugiere Carter.

Me toco el estómago. La verdad, desde el desayuno no he comido nada.

—Me parece buena idea.

Miramos a Silvana. Con su mirada felina, acompañada del verde intenso de sus ojos, parece indecisa.

—Vamos —atinó a decir.

Salimos de la biblioteca y vamos a la cafetería. Pido un frappuccino de fresa con crema y un postre. Me adelanto a una mesa mientras los espero. Estoy tranquila, tomando mi bebida, hasta que abro el celular.

En la pantalla aparece una notificación:

NoahGillies ha publicado una nueva historia

“Mañana transmisión 24 horas en vivo. Sí, 24 HORAS. ¡Prepárense, que va a ser épico! #24HorasConNoah”

Y ahí sí, casi me atraganto. Bueno, no casi: lo que tengo en la boca sale disparado directo hacia Carter, que acaba de sentarse a mi lado.

—¡Ay, lo siento, lo siento, lo siento! —le digo mil veces, mientras Silvana, rápida como siempre, agarra una servilleta y le limpia la cara.

Carter solo sonríe y dice:

—No pasa nada.

Y se va al baño.

Yo me quedo temblando, mirando la pantalla de mi celular con un nudo en el estómago.

Mañana. 24 horas. Con Noah.

Que el universo me dé paciencia… o al menos tapones para los oídos.

Este domingo habrá maratón de 3 capítulos.




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