Noah
El secreto para la fama en internet es simple: haz algo ridículo y hazlo en grande. Por eso, cuando mis seguidores me retaron a transmitir 24 horas en vivo, no lo dudé ni un segundo.
Lo único que no pensé fue en Camila.
Pero, hey, los grandes artistas siempre sorprenden a su público.
—¿Qué demonios haces? —gruñó ella, todavía medio dormida, con un pijama de estrellas y lunas que me parecía demasiado gracioso.
Yo sonreí para mis adentros. El universo me había mandado material de calidad.
—Preparando historia. Hoy empieza mi transmisión de 24 horas.
La forma en que abrió la boca y la cerró fue mejor que cualquier meme.
—¿¡Vas a transmitir TODO un día!?
—Así es, princesa. Internet lo pide y yo obedezco.
Ella me miró como si estuviera firmando un contrato con el diablo.
—Eso no estaba en las reglas.
—Es solo por hoy... creo —sonreí.
Un ojo de ella parpadeó varias veces, y para mí fue como la mejor cuenta regresiva para empezar. Y entonces, clic: estábamos en vivo.
—¡Buenos días, mundo! —grité como animador de circo—. Aquí Noah, cumpliendo el reto de vivir 24 horas con la roomie más intensa del planeta.
Y ahí estaba: Camila, congelada detrás de mí, en toda su gloria de pijama unicornio.
El chat explotó.
"JAJAJAJ esa pijama es épica 🌛🌚🌝"
"Team estrellitas forever ⭐⭐⭐"
"La roomie es real 🤩🤩"
Yo no podía dejar pasar eso.
—Les presento a Camila, alias “la princesa del orden”.
La pobre casi me mata con la mirada.
Las siguientes horas fueron oro puro. Ella intentó estudiar, y yo narré su lectura como si fuera la final de un campeonato de ajedrez. Intentó cocinar, y terminé probando su pasta frente a mil espectadores que opinaban más de la comida que de un programa de cocina.
Pero lo mejor… oh, lo mejor fue cuando salió del baño con bata y la toalla en la cabeza.
—¡Y aquí viene, señoras y señores, la diosa del baño! —anuncié, enfocando la cámara—. ¡Un aplauso para Camila en su look spa!
El chat enloqueció.
Ella gritó mi nombre como si quisiera estrangularme en vivo. Yo, en cambio, solo podía pensar en una cosa: este será mi streaming más legendario.
—Relájate, princesa. Faltan veintidós horas.
Y sí, estaba seguro: si sobrevivía a esto, sería un héroe.
Camila desapareció unos minutos después de la humillación pública en bata. Escuché cómo cerraba la puerta de su cuarto con un golpe seco, y al rato salió con sus libros bajo el brazo, con esa cara de “voy a asesinarte y esconder el cuerpo”.
—¿A dónde vas, princesa? —pregunté, aún con el micrófono abierto.
—A la biblioteca. Ahí no existen dinosaurios verdes ni idiotas transmitiendo mi vida privada —respondió sin mirarme, antes de salir y dar un portazo.
El chat explotó en carcajadas, pero a mí no me dio tanta gracia.
“Okey, tal vez me pasé un poquito…” pensé, mientras fingía ante la cámara que todo estaba bajo control.
No era mi intención que se enojara así. La verdad es que mis bromas siempre habían funcionado, pero Camila… Camila no era como los demás. Ella tenía ese brillo serio que me provocaba molestarla todo el tiempo, pero también me dejaba con un nudo raro en el estómago cuando de verdad se alejaba.
Suspiré, acomodé los auriculares y traté de enfocarme en el streaming.
De vuelta en la calle, forcé la sonrisa final frente a la cámara.
—Bueno, gente… lo logramos. Veinticuatro horas en vivo. Soy oficialmente un zombie con conexión WiFi.
El chat se llenó de aplausos virtuales, emojis y mensajes que apenas pude leer. Terminé la transmisión con un gesto exagerado de victoria y cerré la laptop.
El silencio después del streaming me golpeó de lleno. Era raro, como si las voces del chat siguieran en mi cabeza, pero todo alrededor estaba quieto.
Con la mochila colgando del hombro, regresé al departamento. Abrí la puerta despacio, como si entrar a mi propia casa fuera entrar a un campo minado. Todo estaba en silencio; Camila seguramente seguía en su cuarto o aún en la biblioteca.
Cerré la puerta con suavidad y avancé por la sala. El aro de luz, los cables y todo el escenario improvisado estaban tal cual los había dejado, como un recordatorio de mi pequeña locura.
Mientras cruzaba hacia mi habitación, sentí el peso de las veinticuatro horas cayéndome encima.
Pensé en Camila, en su cara de fastidio, en su ceño fruncido, en esa forma en que me miraba como si yo fuera un desastre ambulante.
—Lo soy —murmuré para mí, sonriendo cansado.
Me dejé caer en la cama sin siquiera quitarme los zapatos. El último pensamiento que tuve antes de que el sueño me venciera fue uno extraño: si yo era un héroe por sobrevivir al reto, ella era mi kryptonita.
Maratón 1/3
Avisé que sería domingo, pero estaré muy ocupada y no me gusta romper mis promesas :)
Psdta: Noah se paso, si fuera camila, me desgracio, jajaja es broma... o quizas no.
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Editado: 19.10.2025