Streaming de corazones

Capítulo 16: ¿Empezar de cero?

Camila

El nuevo departamento huele a pintura y soledad, las paredes son demasiado blancas, el aire demasiado quieto. No hay risas en el pasillo, ni cables tirados en el suelo, ni un “¿ya desayunaste?” desde la cocina.

Solo yo.

Ah, y tambien el ruido de los carros.

Coloco la caja en el centro de la sala y la observo sin moverme. A veces pienso que mudarse es lo más parecido a arrancarse de raíz. Te convences de que es lo correcto, pero duele igual, es lo mismo que senti un día antes de mudarme aquí. No quería dejar a familiar y vivir sola en una ciudad completamente nueva para mí. Sin embargo, mi hermano sin querer y entre bromeando me dijo que ahora será el hijo favorito y eso me hizo pensar: ¿Le estoy quitando la atención de mis padres a mi hermano menor? No lo sabía y nunca me dí cuenta.

Asi que, al día siguiente me fui un poco triste pero a la vez feliz porque mis padres no van a estar solo sino estará con mi hermano.

—Cam, ¿ya estás instalada? —pregunta Silvana por videollamada.

Asiento, aunque ni siquiera he desempacado.

—Sí, todo bien. Es tranquilo.

Ella sonríe, pero su tono es suave, casi prudente.

—Hiciste bien. Necesitas concentrarte en la universidad y… ya sabes, sin distracciones.

“Distracciones”.

Supongo que así se llama ahora.

—Tienes razón.

Llevo mi celular a todos lados para enseñarle mi nuevo apartamento. Después de un buen rato hablando de ideas para decorar, nos despedimos. Apago la llamada y me quedo mirando la taza que traje conmigo. Es la misma con la que Noah hacía bromas cada mañana, diciéndome que el café era “combustible emocional”.

Intento reír, pero no sale ningún sonido.

Toco el borde frío de la taza y suspiro.

Tal vez esto sea lo que significa crecer: aprender a tomar decisiones que duelen, pero parecen necesarias.

Me estiro como si estuviera calentando y asiento varias veces.

—Es hora de desempacar.

***

El timbre suena y doy un pequeño salto. Miro por la mirrilla de la puerta y mis ojos casi se salen de su lugar.

Mis padres.

¿Ya es fin de semana? Que rápido pasa el tiempo.

—¡Hija! —Mi mamá me abraza con fuerza apenas abro la puerta—. ¡Qué lindo departamento! —dice apenas entrando y mirando todo el lugar. Su ceño se frunce—. Falta muebles. ¿No se supone que el apartamento era amueblado?

Ay…

—Ah… es que…

—¿Dónde está tu compañera de cuarto? Quiero conocerla.

Trago saliva.

—Porque preguntas por ella?

Mi mamá sonrié.

—Es que traje este pequeño presente para ella, ya sabes que a mi no me gusta venir con las manos vacías.

¿Pequeño presente? Apuesto a que es un bolso de lujo o una Macbook guardado en bolsa de papel

—Ya no vivo con ella, me acabo de mudar —miento, con una sonrisa que se siente prestada.

Mi papá que estaba en completo silencio me saluda con un abrazo, después observa el lugar desde donde está y dice:

—Bueno, si necesitas algo, ya sabes. Pero me alegra que estés sola, enfocada. Es lo mejor para ti.

Mi mamá lo mira como si estuviera ciego.

—Amor, ¿necesita algo? ¡Necesita todo! Muebles, cocina, refrigeradora… ¡Solo tiene una mesa! ¡Ay, me desmayo! —exclama, poniéndose una mano en la frente como si de verdad fuera a desmayarse.

—Sí, por ahora me siento satisfecha con la mesa. Almuerzo en la universidad -digo, intentanto calmarla —.Por cierto, ¿Por que no vino mi hermano?

Papá y mamá se miran y luego a mí:

—Se enamoró y no quiso venir porque quiere pasar tiempo con su enamorada —contesta papá.

Asiento.

—No cambiemos el tema, señorita. El otro mes tu papá y yo volveremos con todos los electrodomésticos que te faltan.

Miro a papá como pidiéndole ayuda, pero él se encoge de hombros, como diciendo: “A mí no me metas”.
La verdad, no me gustaría que gastaran más dinero del que ya hacen, pero supongo que no puedo hacer nada cuando a mi mamá se le mete una idea en la cabeza. Nadie la hace cambiar de opinión.

Cuando se van, el departamento vuelve a su silencio original.

Me siento en la silla, con la laptop en la mesa, y antes de arrepentirme, abro el canal de Noah.

Su transmisión está en pausa.

Solo hay un mensaje en pantalla: “Volvemos pronto.”

Paso el cursor sobre el botón de reproducir… y me detengo.

Lo cierro de inmediato.

No debería mirar.

No debería sentir nada.

Pero lo hago.

Y por primera vez desde que llegué, me doy cuenta de que no me mudé para avanzar…

Me mudé para escapar de mis sentimientos y cuando mis padres llamarón fue el momento perfecto para salir de ahí.

Y no sé si eso fue un error.

***

Ha pasado casi un mes desde que dejé el departamento.

Dos meses en los que el silencio se volvió rutina y la calma… extrañamente incómoda.

Al principio fue un alivio no escuchar los teclados de Noah, sus carcajadas a medianoche o el sonido del aro de luz encendiéndose, pero con el tiempo, el silencio empezó a sonar demasiado fuerte.

Me enfoqué en mis clases, en los proyectos, en cualquier cosa que me mantuviera lejos de pensar en él.

Y estaba funcionando.

Hasta hoy.

—¿Te enteraste quién será el invitado del evento “Ciencia para todos”? —preguntó Silvana mientras revisábamos los últimos detalles de la exposición.

—No, ¿a quién consiguieron al fin?

—A un influencer. Dicen que tiene millones de seguidores y que ahora se dedica a crear contenido educativo.

—Me guiñó un ojo—. Al parecer quiere limpiar su imagen.

Me reí.

—Eso suena a estrategia de marketing desesperada.

—Sí, pero… ¿y si funciona?

No respondí.

Mi atención estaba puesta en los telescopios del aula, en el brillo metálico de las lentes.

Hasta que lo escuché.

Esa voz.

—Buenos días a todos. Soy Noah Gillies, y es un gusto estar aquí para compartir un poco sobre cómo los medios pueden acercarnos a la ciencia.




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