Streaming de corazones

Capitulo 20: Alineacion Orbital

Noah

No tengo la culpa.

El despertador sí.

Bueno, tal vez yo también, pero solo un poco.

Si el destino no quería que llegara tarde, no debió haber inventado las madrugadas. O los lunes. O las responsabilidades.

Corrí por los pasillos de la universidad con la cámara en una mano y una dona en la otra, hasta llegar al aula de audiovisuales, donde se supone que ya debía estar preparando la transmisión con Camila.

Abrí la puerta de golpe.

Gran error.

Casi le doy en la cara a un chico que cargaba un trípode.

—¡Perdón! ¡Perdón! Emergencia existencial, permiso! —dije esquivándolo como si estuviera en un videojuego.

Y ahí estaba ella.

De pie frente a la mesa de control, con su impecable atuendo, la tablet en mano… y esa mirada asesina que reservaba exclusivamente para mí.

—Llegas tarde, estrellita —dijo entre dientes, sin dejar de sonreír al pequeño grupo de estudiantes que preparaban el equipo.

—Prefiero pensar que llegué justo cuando el publico me necesitaba —susurré, dejando la dona sobre la mesa, donde quedó peligrosamente cerca de un cable que parecía muy importante.

Camila siguió revisando la pantalla como si quisiera prenderle fuego con los ojos.

—Lo único que necesito es que no arruines nada —respondió—. Ni el equipo, ni la transmisión, ni mi paciencia.

—Voy a hacer mi mejor esfuerzo —dije, levantando tres dedos como un juramento scout.

—Eso es lo que me preocupa.

Salimos del aula rumbo al auditorio para empezar la presentación. El público ya estaba conectado al canal en línea, listos para escucharnos hablar del universo y esas cosas que a Camila le gustan.

Durante la transmisión, todo iba bien. Yo hacía las tomas, ella explicaba conceptos, y el público parecía encantado.

Hasta que empecé a leer los comentarios del chat en vivo:

“Son muy lindos juntos 😍”

“¿Eso es química o gravedad?”

“#Coah confirmados 🚀❤️”

“Cámila: gravedad. Noah: caos.”

—Camila, el público nos ama —le dije en voz baja, tratando de no reírme.

—El público necesita terapia —respondió sin despegar la vista del modelo del sistema solar.

Se está acostumbrando a mis transmisiones. Lo noto. Y se siente como cuando un video empieza a funcionar sin que lo esperes.

En el descanso, mientras yo revisaba el material grabado, una de las voluntarias del evento —una chica de sonrisa enorme y bata blanca— se acercó.

—¿Tú eres Noah, el del canal? —preguntó, inclinándose un poco más de lo necesario para ver mi cámara—. Me encantan tus videos.

—Gracias, trato de dar contenido… educativo —respondí, acomodando la cámara como si supiera exactamente qué estaba haciendo.

Ella sonrió, pero no cualquier sonrisa.

De esas que te dicen sé exactamente lo que estoy haciendo.

—Sabes… —dijo tocando mi brazo con un dedo—, si alguna vez quieres grabar algo más profundo, puedo mostrarte las mejores zonas del observatorio. Las que solo ven los que saben… explorar.

Yo parpadeé.

—¿Ah, sí?

—Claro —se acercó un poco más—. Tengo acceso a la cúpula principal. Mucha gente dice que ahí las estrellas se ven más cerca… pero yo creo que depende de con quién estés. La química influye —remarcó la palabra.

Okey...

Eso no era una indirecta.

Era un meteorito cayéndome encima.

—Interesante teoría científica —logré decir.

—Tal vez podrías… comprobarla conmigo —susurró ella, pestañeando de forma astronómicamente obvia.

Justo cuando estaba a punto de explotar en confusión, sentí una presencia detrás mío.

Camila.

Pero no la típica Camila seria.

No.

Esta era la Camila que sonreía como una científica que está a punto de corregir una teoría incorrecta… con placer.

—Oh, hola —dijo ella a la voluntaria, con esa voz dulce que suena peligrosa—. Veo que estás…orientándolo.

La voluntaria sonrió.

—Solo le ofrecía mostrarle las zonas más… exclusivas del observatorio.

Camila dio un paso más cerca de mí.

Muy cerca.

Lo suficiente para rozarme el brazo como si fuera un accidente completamente calculado.

—Qué amable —respondió ella—, pero Noah ya ha visto todas las zonas que necesita ver. —Luego me mira de reojo— Algunas incluso… dos veces.

¿Perdón?

¿Qué?

¿Cuáles zonas?

¿De qué está hablando?

¿Estoy soñando?

La voluntaria parpadeó, confundida.

—Oh… no sabía que ustedes… ya habían explorado tanto.

Camila sonrió, esa sonrisa que significa gané la discusión antes de que empezara.

—Claro —dijo con tono casual—. Noah y yo trabajamos muy bien en conjunto. Tenemos... —dejó una pausa perfecta— una excelente alineación orbital.

Yo tosí, atragantándome con mi propia existencia.

La voluntaria, incómoda, dio un paso atrás.

—Bueno… entonces los dejo continuar.

La voluntaria se alejó finalmente, llevándose con ella todo su coqueteo intergaláctico. Camila siguió revisando su tablet como si no hubiera soltado la frase más territorial del sistema solar, así que me acerqué un poco.

—¿Alineación orbital? —susurré—. ¿En serio?

Ella ni se inmutó.

—Es terminología científica, Noah.

Y siguió caminando, tan tranquila, como si no acabara de desestabilizar mi eje de rotación personal.

Yo me quedé ahí, procesando.

¿Alineación orbital?

¿Qué significa eso?

¿Que trabajamos bien juntos?

¿Que coordinamos?

¿Que… giramos alrededor del mismo centro?

¿O que quizás —solo quizás— no le hizo mucha gracia que otra persona quisiera darme un “tour privado” por el universo?

Siento mi corazón haciendo una supernova chiquita en el pecho.

Porque si lo pienso bien…su voz sonó distinta. Y su mirada también.

“Algunas zonas incluso dos veces.”

¿QUÉ ZONAS, CAMILA?

¿POR QUÉ YO NO ME ENTERÉ?




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