Stubborn

Prólogo

Obstinados.

Esa es una palabra que les queda como anillo al dedo a estos dos tercos y egocéntricos nadadores. No sólo buscan ganar el oro, también destruirse mutuamente, aunque no contemplaron con que sus propios sentimientos los terminaran traicionando y dejándoles tomar una gran decisión.

Para Valesca Tarrés, la perfección lo es todo, la perfección es ella, nada le sale mal todo lo hace bien. Oh al menos eso era antes de que un muy escandaloso chico entrara a poner de cabeza su mundo y jugara con su paciencia.

Para Alec D'amico, todos están por debajo de él, nadie iguala su éxito, el no pierde solo gana, se cree el rey del agua, del océano. Pero todo rey necesita una reina ¿No? No, el piensa que él es suficiente para mantener de pie su pequeño reino de triunfos pero una implacable marea se lo termina llevando todo sin piedad.

Son dos mares totalmente distintos, pero han encontrado esa delgada línea que une y separa sus mundos, han caído en las redes del otro y están a punto de ahogarse en medio de esas dos tormentas que no debieron juntarse nunca.

VALESCA

Antes, posiblemente desde que nací siempre había tenido todo lo que quería en la vida, nunca había un punto de quiebre o pérdida. Mis padres eran estrictos pero justos, nunca me impusieron nada. Mejor dicho, yo me impuse ante el mundo.

Desde pequeña me gustaba estar adentro del agua, sentir el frío, nadar contra la corriente. Sentirte un pez, una sirena que encuentra calma en la tormenta.

Yo tenía todo planeado: estudiar, graduarme con honores. Ir a la mejor universidad, ser una gran nadadora y competir en los juegos Olímpicos.

Ya iba a la mitad de esa lista y cuando solo faltaban un poco más de tiempo para completarla con éxito. Él llegó ¡Maldita sea! Él lo jodió todo, con esa estúpida sonrisa de satisfacción, su arrogante confianza en mí mismo. Y su mierda de actitud.

El desestabilizo la calmada agua donde estaba asentada con firmeza. Él era agua dulce y yo salada, había una línea que nos apartaba pero que también nos unía.

ALEC

En toda mi vida nunca tuve que competir contra nadie, todos estaban por debajo de mí. Nadie era rival... o eso creía.

Ella llegó como un sunami, me inundó y casi me ahoga, con ella no hay un intermedio, no hay calma. Y cuando quería odiarla por dejar en duda mi gran talento como ganador, no pude. Me hizo ver lo tan diferentes y similares que podíamos llegar hacer.

Que mejor combinación que una sirena y un tiburón: la perfección y belleza, contra la fuerza y la rudeza. Ambos podríamos ahogar al mundo entero solo con quererlo, desearlo. Somos tan fuertes separados pero invencibles juntos.




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