Stubborn

10. Verdades cantadas

Después de entrar al local bastante ambientado nos dirijo a un cuarto que tiene como puerta una cortina morada, la corro para darle la sorpresa a la sirenita.

—¡Taran! No es genial. Un karaoke siempre es divertido.

Lejos de recibir la sonrisa que batallo para conseguir solo consigo un:

—No se cantar.

Le pongo mala cara y la tomo de la mano para que entre de lleno a la habitación medianamente pequeña, que consiste en: un sillón empotrado contra la pared de cuero negro alargado, un mini escenario con plataforma, una pantalla dónde se visualiza la letra, un micrófono y un sitio de debidas al fondo.

La dirijo al escenario sin soltarla de la mano para que no escape y programo la pantalla para que busque su canción.

—Solo una canción, cuando tú termines de cantarla yo haré lo mismo y será un trato justo. ¿Te parece?

—Solo con la condición que después de esto volveré a mi casa.

—Como se nota que quieres pasar tiempo conmigo. —ella tira de su mano para liberarla, me hace a un lado para ver la pantalla.

—A veces eres demasiado egoísta y solo haces lo que quieres, sabes. Quieres que cante ¿no? Entonces terminemos con eso.

Me señala de forma fulminante el sillón y levantó las manos en señal de paz mientras tomo asiento. Ella parece haber elegido la canción, siento que no está convencida por el movimiento de sus expresiones. Sube al escenario cuando la canción empieza a reproducirse "What's Your problem, Tate McRae".

Empieza cantándola muy bajo como si solo ella se escuchara, pero después el nivel se va perdiendo en uno más alto, uno donde sabes que no la canta, sino que la siente, sus ojos están llenos de emociones y su voz llena de fuerza y euforia.

La canción termina de romper algo dentro de los dos cuando en versos específicos me la canta directo a la cara sin remordimientos y con más emoción que lo imaginado.

¿Cuál es tu problema?
Crees que eres un Dios
Viniste y jodiste mi vida cuando sabías que estaba perdida
¿Cuál es tu problema?
Estoy llorando en el suelo
Me hiciste odiarme a mí misma, solo para que te amara más.

Sí, sabías que no tenía muchos amigos cuando te conocí
Siempre te encantó venir al rescate

Pensé que te atrapé sonriendo la noche que me viste llorar
Apuesto a que alimenta tu ego
Que estoy abajo todo el tiempo
Porque esa mierda te eleva

Intentaste hacerme más como tú y menos como yo
Estás diciendo cosas que no repetiré
Eso es una mierda insignificante, solo tú lo habías

—presiento que es así como en verdad te sientes. —me sale decirle cuando acaba la canción del karaoke.

Su respiración es irregular y por un momento parece realmente desorientada, tanto que tambalea un poco en el escenario y me levanto para atajarla por si se cae.

Ella sale corriendo dejando el micrófono a un lado, dejo los billetes sobre la mesa antes de salir tras ella. Grito su nombre una y otra vez pero no parece escucharme o al menos querer hacerlo. Las calles están libres de gente y eso lo hace más complicado porque tiene libre acceso de correr sin obstáculos.

—¡Valesca! Detente. ¡Hey sirenita! Hablemos, escúchame.

No es suficiente y sigue como caballo desembocado, cuando está por cruzar una calle principal con el semáforo en verde. La alcanzó y la tomo de la muñeca, jalándola hacia atrás antes de que el tráfico le pase por encima.

Es tanta la fuerza que use para detenerla que su espalda choca con mi cuerpo y el sonido de las bocinas de autos parece aturdirla. Se suelta de mi agarre con fuerza y la banda de su reloj se rompe.

Antes de que vaya al suelo lo alcanzó y ella se acerca para verlo por la mitad, su cara es de angustia, enfado y de un instante para otro, de tristeza.

—Sirenita lo siento, fue mi culpa te tome muy fuerte.

—No, es mi culpa por no cuidar bien de él. —lo toma entre sus manos evaluando el daño. Viendo cómo juntar las piezas y parece irritada cuando no encajan entre sí, o al menos como antes.

—No te preocupes, yo lo llevaré a una joyería para que lo reparen. Solo dámelo y quedará como nuevo, ya lo verás. Ni siquiera lo notarás. —ella retrocede cuando insistió en que me lo de.

—¡Alec no! —me hace callar cuando alza la voz, el contorno de sus ojos esta levemente rojo— déjalo así, quiero irme a casa.

Guarda el reloj en el bolsillo de su abrigo y mira para todos lados que no sea yo. Por fin vuelvo a encontrar mi voz, aunque el labio me tiembla.

—Está bien, vamos yo te llevo.

Ella asiente y se da la vuelta para empezar a caminar, por un momento dudó en si ponerle mi brazo alrededor del hombro, pero desisto y lo meto a mi bolsillo mientras caminamos de forma rápida y silenciosa.

Cuando llegamos a su casa, ni siquiera se despide solo continua hasta la puerta, la abre y se adentra. Creo que no puedo culparla, hoy sí que la había jodido. Camino hasta mi casa, cuando llegó mamá está sentada en el sillón viendo la televisión y voy a recostarme en su regazo.




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