Valesca había tenido entrenamiento supervisado por los directivos de la federación, era a puertas cerradas. En el tiempo que hemos entrenado juntos sabía que había mejorado así que no me preocupaba el entrenamiento en absoluto, es Valesca. Ella siempre sorprende, aunque no lo quiera.
La puerta de la piscina olímpica se abre y sale, Noemí, Valesca y los tres directivos. Hablan entre sí, al final Noemí se va con ellos tres y Valesca se acerca a mí.
—Es tarde, pensé que te habrías ido hace horas —se acomoda la toalla por detrás de cuello y se seca el rostro.
—Quise esperarte, ¿Como fue el entrenamiento? —Ambos empezamos a caminar hacia los vestidores.
—Fue mejor de lo que pensé, todos notaron que he mejorado, los directivos están más confiados para los Olímpicos 2016 en Brasil. Aunque dicen que puedo pulirme más para el Prix en París.
—Se que estarás a tiempo para ambas cosas, dicen que hay una estadía de casi tres meses para el Prix. Como participantes seguros iremos.
—Puede que sí, aunque me agrada más la idea de entrenar aquí.
—Ya veremos qué sucede. Ve a cambiarte. Es tarde para irnos a casa.
—¿Por eso me esperaste?
—Si, piensas que te dejaría irte a tu casa cuando ya pasan de las nueve. Apresúrate, estaré en el auto.
Ella siente y se adentra al vestidor de chicas, yo tomo mis cosas y voy hacia el auto. Pongo música para hacer más amena la espera. No tengo que esperar mucho porque la veo salir del gimnasio. Abre la puerta y sube.
—Gracias por esperar.
Asiento y cuando ya se abrocha el cinturón me pongo en marcha, ella va distraída en su celular, pero lo aparta de su visión cuando ve que el camino no es el de su casa.
—¿Olvidaste el camino?
—¿Tienes tiempo para una parada más?
—Si, pero no quiero ir a un lugar más. Quiero ir a descansar a mi casa.
—Vamos será divertido.
—Alec.
—Estuve pensando que lo que se planea no siempre sale bien y que lo improvisado resulta ser lo mejor. Unos kilómetros atrás se me cruzo esto por la cabeza y te debo una buena salida.
—Y justo a la noche.
—Solo necesitamos que la luna y las estrellas sean testigo de lo que hacemos.
Ella se acomoda en el asiento en señal de que vayamos, conduzco con más velocidad para no tardar mucho. Estacionó a la orilla de una carretera, ambos bajamos del auto. Por debajo de la carretera a la orilla se aprecia las olas chocando entre sí en la playa.
—Sabias que el sonido que hacen las olas cuando chocan entre sí se llama Trapisonda.
—No lo sabía, pero suena lindo.
—Lo sé. Vamos a la orilla.
Me paso del otro lado del barandal y le tiendo la mano para que ella también pasé, el camino hacia la orilla es algo parecido a una subida rocosa. Bajamos de salto en salto. Llegamos donde las olas casi tocan la punta de nuestros zapatos, el sonido del agua es más fuerte y el viento más refrescante.
—Entremos al agua.
—Estás loco, es de noche. Es un lugar público y encima los trajes se quedaron en tu auto. El universo claramente nos grita "No".
—O grita ¡Diviértanse!
La tomo sobre mis hombros como saco de papas mientras berrea y patalea para que la baje. Y claro que lo hago, pero se prensa a mi como gato, cuando toca el agua fría.
—¡Alec está congelada!
—Mira el lado bueno, eso mejora el sistema circulatorio.
En venganza me tira agua para mojarme, solo logra hacerme reír, la tomo de la mano para que nademos más allá de la orilla, donde nuestros pies ya no tocan el fondo solo flotamos en el abismal océano. A pesar de que sus labios casi se vuelven azul por el frío una sonrisa se le marca en el rostro, que tiembla y Castañea sus dientes.
—Ves, cuando sonríes es mejor. Eres como una anciana gruñona adentro de una adolescente.
—¿Eso es un halago? Porque si es así, es peor que tú.
Ambos reímos con ganas, nos quedamos viendo hacia el horizonte del mar, donde la luna se encuentra reposando. Sus hermosos ojos cafés oscuros la miran con admiración. La luz de luna le da un brillo único, ella no deja de mirar la luna y yo no dejo de verla a ella. Me siento como un idiota siendo tan obvio al verla.
Pero ella no me mira a mi, y es como si me clavara una daga, mi corazón palpita tan desmesuradamente, y cuando ella por fin me voltea a ver. Es como si mi corazón fuera un globo y con un pinchazo ella lo estallará.
—Soy igual de hermosa que la luna, lose, pero da miedo que me mires tanto —bromea— ¿aparte de egocéntrico también eres acosador?
—Por ti sería cualquier cosa —las palabras dejan sin aviso mi boca.
Ella me mira directo a los ojos y yo hago lo mismo, el pequeño ruido del agua golpeando nuestros cuerpos se hace insonoro. Tomo su mano debajo del agua, y me muevo hacia ella. Su frío aliento es visible como neblina, remoja sus labios secos por el frío. Su cabello mojado tirado hacia atrás, aparto un mechón que cae por su cara y acarició con mi dedo índice su mejilla, acercándome para aprisionar sus labios.