Stubborn

13. Derribando barreras

Dejo a Alec siguiendo con su propio entrenamiento, el tiempo estaba apremiando y él también debía entrenar para estar en mejor condición, en más de un mes se había solo concentrado solo en mi avance y se olvidó de él.

Tomo mi toalla y me dirijo al vestidor, abro mi casillero y saco mi bolso para tomar mi ropa y darme una ducha antes de irme. Pero la puerta de metal hace un ruido fuerte cuando alguien la empuja con más fuerza de la necesaria.

Mis ojos se cierran por instinto cuando Coled se abalanza hacia mi y me toma las manos contra el casillero, los casilleros hacen ruido cuando chocan contra mi espalda, cuando los abro tengo de frente los ojos hecho furia de Coled.

Sus ojos negros estaban más oscuros de lo que eran.

—Coled —me sale más desesperado de lo que es.

Pero después de ese día donde me tiró una copa sin importarle el daño, entendí que Coled si era capaz de hacerme daño y puede que muy en el fondo había empezado a tenerle miedo, si es que un día perdía la cordura como estaba pasando ahora.

—¡Ese maldito bastardo no es mejor que yo!

—¿Alec?

—¡Deja de decir su puto nombre! —aprieta mis muñecas y empiezan a dolerme sin medida— Vamos cariño tú sabes que soy mejor.

Su respiración es irregular y mi cerebro conecta sus ojos, su actitud y su respiración. —Se drogo— esa es mi conclusión y no está muy alejada de la realidad. Me libera una mano, pero estampa su puño contra la puerta del casillero junto a mi cabeza.

—¡Coled para! —Me encojo lejos de su puño y el solo ríe como loco.

Forcejeo con él para que me suelte, pero solo logró que me estalle contra otra fila de casilleros contrario, estábamos haciendo tanto ruido y tirando cosas que era imposible que alguien no lo escuchará, necesitaba que alguien viniera.

Con su mano a mitad de mi cara Coled me presiona contra el casillero y siento frío y calor a partes iguales mis manos siguen poniendo espacio de por medio, pero su cuerpo me supera y me está asfixiando con el casillero y su mano. Empiezo a entrar en pánico.

—¡Coled!

Grito cuando se aproxima a darme el primer golpe en la cara, pero es el quien se estalla contra el casillero y cae al suelo.

—¡Suéltala bastardo!

Encuentro en los ojos de Alec mi salvación y el pánico me abandona de a poco al tenerlo aquí.

ALEC

La miro respirar agitadamente y una de sus mejillas está roja, algunos mechones de su cabello se escapan de la coleta que se hace cuando nada, el maldito está recuperándose en el suelo, pero se atreve a seguir y querer atajar su brazo de nuevo.

—¡No te metas Alec, esto es de nosotros! —sisea Coled y me dieron tantas ganas de escupirle en la cara.

—Toda esa mierda es tuya, pero ella es mía.

Jalo de ella y da un traspiés, colisionando con mi pecho. Siento su calidez a pesar que ambos estábamos mojados. La resguardo detrás de mí, Noemí entra por las puertas que están abiertas de par en par con otros nadadores por detrás.

Todos pendientes del siguiente movimiento del perro tirado en el suelo, que parece de todo menos cuerdo y en sus cinco sentidos, este se me tira directo al torso para tratar de tirarme, pero hago todo lo posible por no retroceder y lastimar a Valesca detrás de mí.

Lo tomo por la espalda y lo estrelló contra los casilleros una y tres veces más, no lo hubiera hecho si él no hubiera cruzado esa línea en tocar a Valesca de esa forma.

No se rinde y también me empuja contra una banca, pero me lo llevo conmigo así que los dos nos damos vueltas por el suelo. Queda encima de mí y me acierta un golpe en el labio tan fuerte que siento la sangre en mi boca.

Nos golpeamos contra todo y ni siquiera lo estamos pensando bien, pero los gritos y las personas me hacen perder la razón y solo quiero matarlo a golpes. Siento tantos brazos tratando de que lo suelte, pero me niego a dejarlo respirar un día más.

Hasta que logran que lo suelte cuando esté sede contra su mismo cuerpo. Y me encuentro de cara con Valesca.

A pesar de la adrenalina en mi sistema siento paz cuando ella me abraza y todos van a auxiliar al bastardo que está inconsciente, sus dedos alcanzan mi herida en el labio y me acarician el mentón. Me toma de la mano y salimos de ahí, estaba listo para largarme de este lugar, pero en vez de eso fuimos a la piscina donde entrenamos.

—Dime que no te golpeó. —Jalo de su mano para que se detenga cuando vamos a la orilla de la piscina. Ella vuelve a abrazarme y no quiero soltarla porque ahora el mundo me parece tan peligroso para ella.

—Estoy bien, solo es miedo. Pero tú si estás herido.

—El dolor es bueno de vez en cuando. Pero el miedo no.

Nos separamos y ella me indica que nos sentemos al lado de la piscina, las puertas se abren y me pongo en guardia por si los problemas nos siguen, pero solo es Noemí.

—Que bien que los encuentro, traje el botiquín para Alec. Esa herida debe tratarse.

—Gracias Noemí, yo lo curare. —Ella recibe el botiquín.




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