El sonido de las voces se filtra por mí subconsciente hasta mi sueño, esa pesadilla que por fin parecía llegar a su fin. Reconozco dos de tres voces que escucho. Mis ojos pesan como si los años le pasarán factura de los fatales días en los que no conseguía dormir.
Los abro lentamente acostumbrándome a la luz que entra por una ventana e ilumina ese cuarto totalmente blanco, este no es mi cuarto, no son mis cortinas, no es mi ventana.
Siento que tengo cosas en los brazos, algo en el rostro y todo me duele hasta el más mínimo cabello. Miro el techo y tampoco es mi lámpara, hay un ruido extraño. Y solo allí es cuando me centro en las voces de nuevo.
—¿Mamá? ¿Papá?
—Vale cariño, despertaste mi niña. —Mamá se aproxima para tomarme la mano entre las suyas.
Papá parece feliz y se acerca con otro señor que aparenta su edad pero que es opuesto a su apariencia. Miro mis brazos conectados a unos cables y tubos que llevan líquidos a unas bolsas, también tengo un respirador y el ruido extraño viene de una máquina de pulsos.
Casi lo olvido, aunque no lo recordaba con certeza, pero si me recuerdo de los cristales de la ventana rotos, la luz del carro contrario y el choque. Después nada más viene a mi mente.
—¿Que sucedió?
Mamá se aparta y papá la abraza por los hombros para darle paso al doctor que pasa una linterna por mis ojos y miré mi pulso y otras cosas.
—Ayer tuviste un accidente cuando conducías, un auto choco contigo. ¿No lo recuerdas? —pregunta mamá con la nostalgia en la voz.
—No recuerdo nada después del impacto. Me duele todo.
—Sus signos son estables y parece estar consciente. Todo salió con éxito, pero tendremos que esperar a las fisioterapias para ver cómo va su pierna.
—¿Mi pierna? Que tiene de malo eso. —jalo la manta que me cubre y descubro una férula envolviendo mi pierna casi por completo, está inmoviliza.
—Valesca —ahora es papá quién da un paso al frente— tu pierna sufrió un gran daño, tuvieron que operarte para poder salvarla. No sabemos si quedará bien o si tendrá un daño permanente, pero sin duda podrás caminar.
—¿Y nadar? Que hay de eso —empiezo agitarme.
—Si no sana correctamente quedará como una lesión, podrás nadar, pero no de forma profesional, podrías vivir una vida con dolor muscular pero llevadera gracias a los analgésicos. Todo es una posibilidad.
—¿Cuánto tiempo tardará la recuperación? —le pregunto al doctor cuando guarda silencio después de su diagnóstico.
—dos meses, seis, ocho. Un año, no se sabe con certeza, todo depende de ti.
—Pero el que lo intente no me asegura de que vaya a quedar sin daños ¿No? —mi vista cae en cada uno en esa sala y ellos solo tensan la mandíbula.
—No. —cuando el doctor deja escapar esa palabra el ataque de pánico que estaba reteniendo me escala por completo, siento que el aire me es poco. Que las manos me tiemblan y quisiera arrancarme esa férula solo para ver mi pierna, para pararme y caminar porque todo esto era una jodida broma.
—Cariño cálmate. —mamá toma mi mano, pero la alejó tan pronto como me toca.
—¿Y ya? Esto es todo. ¿Qué hay de París? De mis sueños, de mis metas ¿Qué hay de mi vida?
—Lo lamentamos cariño, por ahora no es seguro que vayas. Faltan tres meses para el Prix, podemos intentar, pero no podemos asegurarte que lleguemos —las palabras de mamá no logran calmarme.
—¡Ese es el problema! Nada es seguro de ahora en adelante. ¡No quiero estar aquí, quiero irme a casa! ¡Esto es una broma y yo estoy bien!
—Vale...
—¡Váyanse! ¡Quiero estar sola!
Intento quitarme el respirador que parece sofocarme junto a los demás cables en mis brazos, pero papá me sujeta de los brazos mientras mamá me mira a un lado de la puerta con la tristeza en su mirada, como si tuviera miedo de lo que ve. Yo también tenía miedo, pero de lo que sentía.
El doctor se acerca a una de las bolsas de suero y le inyecta algo eso me pone más paranoica.
—¡Que es eso! Papá has algo.
—Con esto dormirá unas horas más para que se tranquilice, es peligroso dejarla despierta. Podría dañarse a sí misma.
Mi cuerpo vuelve a sentirse débil y mis ojos amenazan con cerrarse lentamente, papá acaricia mi cabello hasta apartarlo de mi rostro y me da un beso en la frente, hasta que la oscuridad invade mi vista.
ALEC
Las manos me tiemblan y apenas puedo poner la llave del auto en su lugar, prendo el motor y manejo hasta el hospital donde está Valesca, me habían avisado horas antes de que había salido de la operación y que despertaría pronto.
Quise salir corriendo en ese mismo instante a verla, pero Jake y mamá dijeron que era mejor tomar esto con calma.
Que puta calma iba a tener yo, si había pasado una noche de la mierda por culpa de las pesadillas, la mañana fue una bomba de sentimientos y ahora tenía que esperar, era humano.
Esto podía matarme.
Al menos Dios me ayuda con el tráfico y logró llegar sin inconvenientes al hospital, aunque casi me gano una infracción por conducir a velocidad alta, maldito policía. Que le den.