Los días seguían pasando y el día para irme o quedarme se acercaba tan de prisa que en verdad sentía miedo de tomar una decisión equivocada. Y no había nadie que me ayudara, esto solo dependía de mí, el fracasar o ganar.
Mis papás y Jake me apoyaban en lo que decidiera, pero está confusión no era por miedo a perderlos a ellos, era por miedo a perderme a mí mismo, yo no me miraba haciendo otra cosa que no fuera competir y nadar toda mi vida. Cualquier otra profesión no me gustaba lo suficiente.
Y por fin encontré a alguien me que "quiere" como soy, que me acepta y que sobre todo se metió en mi corazón de forma tan desapercibida que me enamora cada día. No quería perder eso, a ella. Porque no tengo garantía de encontrarla en otra persona y tampoco quería hacerlo, quedarme a su lado era una fantasía alentadora.
Me doy la vuelta en la cama para quedar frente a pared, jalo la manta para que me cubra el rostro porque la luz empieza a colarse por las cortinas. Era día libre en la preparatoria y yo me sentía tan desanimado que quería dormir para siempre. Pero abro los ojos tan rápido como me llega una idea a la mente, salto de la cama y me pongo un Jersey y los zapatos, ayer cuando volví no me había desvestido del todo para dormir.
Tomo las llaves de mi auto y salgo de la habitación con una sudadera a mitad del cuello, pero no había tiempo que perder.
Me estacionó frente al gran edificio que sirve como hospital, aparco al frente de él y salgo del auto poniendo la capucha de la sudadera gris. Cruzo la calle y las puertas se abren para recibirme, intento mantenerme con la cabeza gacha y pasar normal sin llamar la atención de nadie, menos de la familia de Valesca que seguramente estarían aquí.
Pero no están en la sala de espera, así que tengo cuidado en cada pasillo que cruzó para no toparme con ninguno. Ahora mismo son los únicos que podrían reconocerme, cuando estoy a unas habitaciones de la de ella y veo que no hay nadie, corro en puntillas para llegar a la puerta.
La abro de forma meticulosa, de la misma manera que abro la puerta de casa cuando vengo de fiesta y sé que mamá me dará una paliza. Cuando la abro lo suficiente como para asomar la cabeza y ver qué puedo entrar, termino de meter mi cuerpo.
Cierro con cuidado la puerta a mis espaldas y cuando ya está, me quedo un momento en silencio y quieto, me bajo la capucha de la sudadera y camino unos pasos hacia la cama, ella está dormida con un respirador conectado, suero, el aire es fresco y balancea las cortinas.
Paso mi mano por la sábana blanca que la cubre, hasta llegar a su mano. Está fría, subo hasta tocar su mejilla y acariciarla, está tibia. Enrollo un mechón de su cabello rebelde en mis dedos, pero se escapa entre los dedos de forma ágil. El sonido de la máquina de pulsos me relaja de manera extraña pero placentera, corro una silla hasta ponerla frente a su cama y me siento a esperar que despierte.
Esta vez no perdería la oportunidad de hablar con ella, porque si el destino no te da una oportunidad, tú mismo la creas.
VALESCA
Siento un peso en mi pierna sana, como un agarre y algo más, voy abriendo los ojos y el cabello de la cosa sobre mi pierna me parece conocido, muevo mi pie por debajo de la manta y trato de apartarlo hasta sacarlo de la cama. Cuando ya está casi fuera se desliza solo y se sorprende, —Alec— con cara de dormido, pero me frunce las cejas cuando me mira y yo hago lo mismo, siento más necesidad de beber algo porque mi garganta se seca.
—¿Qué haces aquí?
—No querías hablar conmigo, deberías saber que no eres la única que va por lo que quiere. —se pone de pie y aparta la silla unos pasos.
—¿Como entraste?
—Bueno, después de que le pediste a todo el mundo que amablemente no me dejaran verte, no tuve de otra que hacer de espía e infiltrarme. ¡Vaya! Soy igual de bueno en eso.
—Vete.
—No, esta vez no harás conmigo lo que siempre haces con todos. El guardarte los problemas y tragártelos hasta que ellos mismos te asfixian. No vas a alejarte de nuevo.
—Lárgate.
—Vamos, déjame ayudarte. Me quedaré y juntos nos recuperaremos de este mal momento, hay competencias más grandes que el Prix, como por ejemplo las regionales, en todo caso faltan dos años para los juegos Olímpicos en Brasil.
—No lo entiendes, esto ya se acabó para mí Alec. El hecho de que me hicieran la cirugía y de que este viva por el accidente no significa que vuelva.
—¿A qué te refieres? _el avanza unos pasos y eso me asusta.
—Se que lo sabes, puedo quedar bien o no después de las terapias, nada me asegura que mi pierna responda igual de bien, y para dar mi esfuerzo a medias, prefiero no dar nada, que quedar en ridículo.
—Te equivocas, todo tiene una solución esto no es la excepción. Yo creo en ti, eres demasiado dominante como para dejar atrás esto. ¿Es una broma? Vamos sé que sí, la sirenita que conozco nunca pensaría así.
Él se pasa las manos por el cabello y respira de forma agitada, mirando al suelo, pero sus orbes se mueven por el piso, su risa es ahogada casi solo para él. Y esto me hace explotar, porque demonios toma esto de broma cuando en su puta vida lo es. Él no era el que jodió su carrera, el que estaba aquí. El que podía no volver a una piscina, él no era yo.