Han pasado dos semanas y las mejoras son notables, aunque no tan grandes como pensé que serían a este punto, los problemas en el cuello y el brazo han sanado de buena forma, pero mi mayor problema aún sigue avanzando a paso de caracol.
Floto en el agua tibia y me tiró el cabello hacia atrás y me quito el agua de la cara, me sostengo del filo de la piscina para mantener el equilibrio porque flotar con la férula no es sencillo, respiró hasta regular mi respiración.
—¿Como te sientes? Podemos bajar el nivel si esto es mucho. —Dice el doctor Medcal, enfrente de mí, aunque solo puedo ver su calzado.
—No, este nivel está bien. Intentemos una vez más, no estoy cansada aún y quiero seguir.
El asiente y da la vuelta a la piscina, me pongo en mi posición una vez más y la persona encargada de la piscina de olas me hace una señal. El agua empieza a moverse y me tiró en ella para empezar con la simulación, el agua tibia relaja mi cuerpo y me permite entrenar entre las olas de mejor forma. Aunque no es igual, si se siente medianamente similar a nadar de forma libre, aunque la maldita férula me hacía enojar porque no me dejaba moverme con más libertad.
Luchó con fuerza y esmero hasta que estoy a unos centímetros de tocar el borde contrario de la piscina por donde las olas salen, pero dejo de luchar y aflojó mi cuerpo saliendo impulsada hacia atrás y terminando al fondo de la piscina. Es la primera vez que tocó el fondo y el miedo me invade y me muevo de forma descontrolada queriendo más aire hasta llenar mis pulmones, logró llegar por mi cuenta al filo de esta y de inmediato apagan el simulador de olas.
El doctor junto a papá llega tan de prisa que ni los veo acercarse. Toso toda el agua que se coló en mi nariz y que me hace arder la garganta y el puente nasal. Papá se lanza sin pensarlo dos veces a la piscina y desde adentro me ayuda a salir de ella, por fuera el doctor Medcal me ayuda a salir hasta dejarme recostada en el suelo sobre una toalla.
Como primer reflejo solo se me ocurre quitar todo lo que mantiene la férula enganchada a mi pierna y liberarme de esa atadura, por debajo del instrumento solo está mi pierna con una ligera venda que mamá me ayudaba a cambiar cada noche sin falta.
Siento que no solo mi pierna respira, sino que por mis pulmones el aire pasa de forma menos tormentosa de lo que lo hacía. Me sorprende ver que el tobillo no está inflamado o con indicios de color rojo o violeta como cuando recién empezaba la terapia.
Ya se había fortalecido considerablemente.
—Cariño ¿Estas bien? Te lastimaste, necesitas algo —papá llega todo mojado a mi lado y sé que no ha reparado en eso, él era así de increíble.
—Estoy bien papá, solo perdí la concentración un segundo.
Vuelvo a recostarme en la toalla y cierro los ojos sintiéndome libre sin eso en mi pierna, al menos por un momento. La mano de papá acaricia mi mejilla, a su lado todo era seguro.
—Vamos a casa cariño, es suficiente por hoy.
Con ayuda del doctor papá me carga en brazos para irnos, como en los viejos tiempos. Sin duda tengo suerte de tener a papá. Cuando llegamos a casa lo primero que hacemos es darnos un buen baño, bajo las órdenes de mamá que no parece feliz, y no por estar empapados sino por el descuido de la piscina.
Ella pensaba que debía parar y seguir con las terapias convencionales, pero había estado investigando lo suficiente como para saber que la piscina de olas era mi mejor opción y una vía más rápida para la recuperación.
El aire tibio de la secadora me da escalofríos en la espalda, Serena lo deja aún lado y sigue secando mi cabello con la toalla de una forma tan suave que hasta me produce sueño. Termina de hacerlo y aparta las cosas, me abraza por detrás del cuello.
—¿Que sucedió hoy en la piscina? Papá no pierde la calma tan fácil y sin embargo se lanzó al agua por ti. Tuvo que haber sentido miedo.
—Lose, por un momento me deje ir y termine al fondo de la piscina, fue como olvidar a nadar. Sonrisa que me ahogaba.
Eso nunca me había pasado, talvez la última vez fue cuando recién empezaba y solo era una niña que no pasaba del kínder. Seri me abraza más fuerte, y yo a ella con tanta fuerza como si quisiera desaparecer.
—Yo sé cuál es la solución de todo esto. —la miro esperando sea mi salvación— Alec, cuando estaba ese chico te mirabas más feliz.
—Seri, el no volverá hasta dentro de mucho.
—Pero tú puedes ir.
—No en estas condiciones.
Ella se aleja de mi como si hubiera hecho algo realmente horrible e imperdonable. Me mira con las cejas ceñidas y un puchero de enojo.
—¿Que sucede?
—Tú no eres la Valesca que conozco, antes hubieras jurado a capa y espada que llegarías a la luna si querías. Has perdido tu brillo.
Ella se levanta de la cama y maldigo la pierna por no poder ir detrás de ella antes de que salga por la puerta enojada.
—¡Seri no lo entiendes!
—¡No me trates como si fuera una niña Val! Te entiendo perfectamente, al igual que a Daniela. Si dejaran de llorar en sus almohadas y confiaran en mi talvez las tres estaríamos mejor.