Stubborn

23. Una decisión temerosa

Cuando escucho ruidos en mi habitación y algunos pasos escurridizos me estiró para alcanzar el botón de la lámpara de noche, me volteo en dirección a la ventana tan pronto como la luz me aclara el rostro.

Ay Dios, nunca me iba a acostumbrar a eso, así lo hiciera mil veces. Suspiro, cansada y me paso las manos por la cara despejando el miedo que sentí hace unos momentos, miro el reloj en la mesa de noche y dan las dos treinta de la madrugada, esto tenía que ser una jodida broma.

—¿Estas loca? Son dos treinta. La gente normal duerme Andra. ¿Qué haces a esta hora?

—Lo siento, supe la noticia y sentí el impulso de venir. Venga, hazme espacio en la cama.

Ella camina en mi dirección y me corro al otro lado de la cama, ella se recuesta en el espacio libre y me roba un poco de manta, la verdad que sí había frío.

Talvez era culpa del viento. Pasa uno de sus brazos detrás de su cabeza como almohada y sorbe su nariz.

Estira el brazo y apaga la luz dejándonos medianamente a oscuras, el poste de luz frente a casa le pega un poco a la ventana, aunque su luz es tenue y opaca.

—Has venido media hora antes. Cuando apareces por la madrugada es a las tres exactas —en la oscuridad escucho su risilla y vuelve a sorber la nariz, el frío era una mierda.

—Digamos que aún tengo cosas que hacer y está conversación no podía esperar a más tarde.

Se mueve por la cama, su brazo deja de ser su almohada y ahora se acurruca junto a mí, usando mi brazo como nueva almohada, algo anda mal. Es lo primero que pienso.

—¿Qué sucede? Problemas con tu familia. Te escucharé si lo necesitas.

—Val…

—Mhm dime.

—Feliz Halloween.

—Torpe, aún falta una semana para eso.

—Lo sé, pero también sé que no podré decírtelo en persona.

—¿Quién te lo dijo?

—La prima de una amiga de mi vecina que cotillea mucho con mi mamá.

—Mentirosa. Eres peor que Pinocho ¿Lo sabes?

—Me atrapaste —ella suspira y se sienta al borde de la cama, solo puedo ver su espalda cubierta por su sudadera y su cabello colgándole aún por encima de los hombros. —Me lo dijo tu mamá.

—¿Ella?

—No hay mucho que resaltar de esa conversación, solo una chica muy curiosa y testaruda, junto a una mamá queriendo desahogarse por qué una de sus crías deja el nido.

Vaya, eso sí me lo podía creer. Quiero decirle o al menos tratar de explicar porque lo hago, pero las razones son algo estúpidas ahora que lo pienso con más claridad, pero la vida no es sólo estructuras sólidas y un camino que seguir, son retos y algunos fallos de por medio.

—Cuando menos lo esperes estaré de regreso. Emi, tú y yo podremos ir acampar a mi llegada.

—Es una promesa.

—¿Quieres hablar algo más?

—No, solo quería decirte; Buen viaje Val.

—No te metas en muchos problemas en mi ausencia, no estaré para sacarte de ellos o para evitar que te metas.

—No te preocupes, presiento que alguien cumplirá con tu trabajo. Descansa y te veré para ir acampar.

Ella se levanta de la cama y camina a la ventana, vuelve abrirla y el aire frío mueve las cortinas, me levanto tan rápido como puedo para alcanzarla así sea a media habitación.

—Puedes quedarte a dormir, una vez me dijiste que cuando hay alguien más contigo no tienes pesadillas.

—Lo recuerdas, gracias, pero aún tengo que hacer algunas cosas antes que el sol me alcance.

Se monta en el marco de la ventana y se sostiene del cristal, me voltea a ver con una sonrisa de esas traviesas e ingeniosas.

—Me gusta el pescado, deberíamos intentar pescar en la siguiente acampada. —dice y termina de sacar su otro pie que seguía en la habitación, nunca entenderé como baja y sube de ahí.

—Es una promesa.

Y su mano suelta la ventana, la miro desaparecer como si de un gato se tratara. Me apresuro a llegar a la ventana y asomarme por ella. Ahora entiendo sus palabras, y seguro que estaría bien sin mí.

Sonrió cuando la veo caminar por la calle silenciosa y desolada, tomada de la mano de Aron, los veo reírse. Se miran bien juntos, parecen cómplices.

Me voy más confiada ahora que mi trabajo está en las manos de otra persona, yo debía arreglarme primero a mi para después poder con alguien más.

Dejar todo esto era un gran paso y claro que daba miedo, pero cuando ya no encuentres un camino sigue a lo que más le temes porque eso te ayudara hacer mejor.

Cierro la ventana y acomodo las cortinas, camino hacia la cama y me meto entre las mantas para agarrar calor nuevamente, la placa y los tornillos en el tobillo empezaban a doler, siempre pasaba lo mismo con el efecto de la luna.

Pensé que era una superstición, pero parece que no. Respiro tan profundo como el aire llega a mis pulmones hasta llenarlos. —Vamos Val, sonríe. El dolor se irá— después de algunos minutos interminables en esa batalla de un dolor silencioso, se va disipando hasta que me deja dormir a gusto de nuevo.




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