Stubborn

26. ¿Cual es tu problema?

Por fin estaba lista para unirme al equipo, la evaluación que me hicieron ayer determinó que ya era hora. Aunque por ser el primer día solo empezaría con el equipo de mujeres, pero había que ver el lado bueno.

Me abro paso entre las demás chicas que van entrando a la zona de la piscina, el entrenador está a un lado escribiendo en su tabla de papeles. Cuando ya todas estamos sentadas en las gradas el se acerca.

—Bien chicas, hoy los hombres están con otras obligaciones mientras ustedes entrenan. Asegúrense de darlo todo unas con otras. Haremos relevos, les asignaré a sus parejas.

Todas hicieron silencio y el entrenador empezó a nombrarlas, todo quedó en tensión pura cuando una de las parejas finales era “Valesca y Antonella”.

—Todas a sus lugares, el mejor tiempo gana el día.

Empezamos con los relevos, Antonella iba de primero, en todo esto nunca cruzamos palabras. Eran innecesarias cuando sabíamos que cada uno haría lo que quisiera y no escucharía a sus pares.

Empieza mi ronda, pero cuando está por darme el tubo del relevo lo hace con lentitud sabiendo que el tiempo nos corre, así lo hizo en todas las veces que me tocó. Ella tenía la mentalidad de que prefería perder antes que ganar conmigo.

Traté de acortar el tiempo que ella desperdiciaba saboteándome, pero no fue suficiente y otro grupo ganó.

—Buen trabajo… sirenita.

Dice Antonella viéndome desde por encima de la piscina, y sale cuando el entrenamiento ya acabo. Ahg mi único alivio ahora, sería ver a Alec. Pero él tenía sus asuntos con los demás.

Me dirijo a mi habitación después de haberme dado un baño en las duchas del gimnasio. Abro la puerta del cuarto y me sorprende ver a Antonella con mi compañera de pieza. Se miraban entretenidas en algo.

Mi compañera me sonríe, pero la chica de su izquierda solo me mira de pies a cabeza de forma despectiva. Solo se levanta posiblemente para largarse de aquí. Que sería lo más idóneo.

Pasa a mi lado empujándome del hombro, pero me volteo tan rápido como lo hace. Ya me había jodido lo suficiente este día y no la dejaría ir esta vez.

—¿Cuál es tu maldito problema? —Si las miradas mataran, Antonella ya me tendría tres metros bajo tierra. Las dos nos acercamos lo suficiente como para escucharnos en un susurro.

Justo ahora no había punto de pierde ni de gane, Mediamos lo mismo y nuestros cuerpos eran de la misma proporción. Yo tenía tanta fuerza como ella y ambas ya estábamos enojadas de igual forma.

Nos quedamos viendo cara a cara, la chica que sigue sentada en su cama mejor se levanta y sale por detrás de Antonella directo a la puerta sin decir ni una palabra al menos a las dos. Pero seguro iría con el chisme a toda la residencia. Cuando se escucha cerrarse es cuando las dos volvemos a empujarnos para apartarnos al menos unos centímetros.

—Tu eres mi maldito problema. ¿Por qué estás aquí? Una estúpida lisiada dentro de un grupo de élite, eso es absurdo.

—Lo fui pero ahora mismo puedo cerrarte la boca a patadas con esa misma pierna, así que controla tu maldita lengua conmigo imbécil.

¡Así se habla! Pasar tanto tiempo con Andra que su lenguaje del amor era las palabras venenosas, certeras y llenas de malicia por fin me servía. Sabía que mi actuar no era el mejor, pero si Antonella quería jugar sucio yo lo haría peor.

—Parece que no eres tan pasiva como nos haces ver a todos. Solo era tiempo para que sacarás tu verdadero tu.

—No juzgues un libro por su portada ¿No? Has cometido un error al meterte conmigo.

—¿Y qué harás al respecto? Soy Antonella Lauv, yo tomo lo que quiero cueste lo que me cueste y ahora quiero a Alec.

—Es una lástima porque él no es un objeto y en todo caso ya es mío. Así que piérdete porque él nunca estará contigo.

—Lo quiero y lo tengo… es así de fácil, porque mejor no te apartas por tu cuenta antes de salir lastimada.

—¿Estas bien?

Su cara se llena de confusión, es como haberle tocado un nervio tranquilizador. Da otro paso hacia atrás y sus ojos me miran, pero se sienten perdidos.

—¿Qué acabas de decir?

—Pregunte si estás bien, la gente que más daño le hace a los demás solo es porque ese mismo daño le hicieron a ellos. Tu amargura debe de venir de alguna parte. Entonces cuéntame.

—Estas loca.

—Tu eres la loca ¿Qué obsesión tienes con los chicos? Que ganas destruyendo relaciones. ¿Amor, sexo, cariño? Mira, no busco ser tu enemiga ni tu aliada, pero tratar de entenderte sería de ayuda.

—Esto debe ser una broma —podía percibirlo, ella si quería ser escuchada. Solo parecía que alguna vez trato de hablar y nadie le hizo caso, por eso se cerró.

Me mira como preguntando si hablo enserio, si no me voy a burlar cuando empiece a contarme.

—Adelante… hazlo. Esto es una zona segura. —Otra cosa que Andra me enseñó y funcionaba, a ella le gustaba contarme sus datos curiosos de psicología.

—Cuando tenía quince yo estaba maravillada por un chico que entrenaba natación conmigo. Nos volvimos pareja yo me imaginaba una vida a su lado, pero el un día solo desapareció y ya. Sin ninguna explicación, de la noche a la mañana, no entendía lo que pasaba. Los rumores se esparcieron en la federación; decían que él estuvo conmigo solo por la fama de mi papá, porque quería algo material de mí, dinero, esto y lo otro. Dijeron muchas cosas, pero ninguna de ellas fue por amor.




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