DOS MES ANTES DEL ASESINATO
LUNES 11/09/2023
HORA: 15:00 DE LA TARDE
LUGAR: CAFETERÍA: DREAM (MADRID)
Scarlett se quedó mirando el parque que estaba delante de su casa. Veía a los críos correr de un lado a otro, oía sus risas, sus llantos. Veía como las madres gritaban, otras abrazaban a sus hijos cuando se caía, era una visión tan cotidiana, tan normal, que un nudo se formó en su estómago cuando contempló eso. Ella no recordaba la última vez que su madre le abrazó cuando se cayó o cuando estaba mal porque había pasado un mal día en el instituto, no recuerda ni una sola vez que su madre le hubiera dicho: "Te quiero" Todos dirían que ya estaba acostumbrada, que las personas como Scarlett deben aguantar eso, que al fin y al cabo su madre era una puta barata, por lo tanto, su hija también lo era.
Había perdido la cuenta de las palizas que le había dado su madre, había perdido la cuenta de las veces en las que extraños había tocado su cuerpo, para después darle un fajo de billetes, como si eso aliviara el corazón herido de Scarlett. Le dolía todo el cuerpo, le dolía la cabeza, pensó en acabar con eso, bueno, no era la primera vez que lo pensaba. Sería sencillo, se repetía continuamente, solo tengo que tirarme del balcón para abajo, no es difícil, lo puedo hacer, se repetía continuamente, pero era débil, demasiado débil. No quería dejar este mundo, era demasiado joven, debía experimentar, explorar, pero, el sufrimiento que la pobre Scarlett llevaba consigo era demasiado.
Los gritos que continuamente había soportado había hecho que Scarlett adquiriera la habilidad de ignorar su entorno. Siempre dejaba que su mente le llevase a un mundo de fantasía. Se imaginaba que era una gran guerrera, fuerte, independiente, capaz de coger la espalda y luchar con el malo del cuento y ser la ganadora. En sus fantasías siempre Scarlett se imaginaba como la heroína del cuento, nadie le salvaba solo ella. Esas fantasías le habían ayudado a lo largo de su vida a llevarla lo mejor que podía. Cuando hombres desconocidos se atrevían a profanar su cuerpo dejaba la mente en blanco, se metía en su mundo, dejaba de sentir, solo dejaba que la sensación de estar en un mundo perfecto, en un mundo donde la maldad no existía, había sido ingenua, demasiado ingenua.
"Eres una puta, las putas no tenéis permitido elegir" recordó las palabras de unos de sus clientes.
Recordó la sensación del toque de él, del asco que sintió de las lágrimas que callo, simplemente miró a otro lado, se quedó quieta, dejó que aquel hombre le tocase. Después, cuando terminó con eso, Scarlett no aguantó, se fue corriendo al baño, vomito, se metió en la ducha cogió la esponja y se froto tan fuerte que la piel se le puso roja, que le provocó heridas. Aún así no se sintió limpia, se sintió sucia, se sintió humillada, se sintió como un objeto.
Nadie sabía lo que Scarlett estaba pasando, ni siquiera los profesores se percataban de que algo iba mal. Sacaba buenas notas, iba limpia, siempre con su pelo bien peinado, con grandes almuerzos, siempre con todos los deberes hechos, nadie sabía nada de ella. Muchas veces había tenido la necesidad de gritar, de contarle a alguien lo que estaba pasando:
"Mi madre me prostituye, por favor, ayúdame" pero las palabras nunca habían salido, se quedaban atascadas, apagadas, su mirada lo decía todo, pero, nadie se percataba de esa mirada llena de desesperación.
En esos momentos Scarlett estaba en la cafetería de Amber. Contemplaba a las personas que iban de un lado a otro, miraba sus sonrisas, oía sus risas, era hermoso, pensó. Es maravilloso ver a la gente así, feliz, con energía, volvió a pensar. Con el paso del tiempo ella había adquirido la manía de mirar a las personas, le parecía entretenido en su mente, se imaginaba la historia de cada uno: "Seguro que tiene un cohete que le lleva a la luna" pensó una vez al ver a un hombre mayor moviendo su café con aire cansado: "Seguro que está esperando a una cita" esta vez fue un chico joven que movía sus pies y manos con nerviosismo. Era increíble lo que la mente podía hacer, pensó Scarlett lo fácil que era escapar a veces de la realidad.
—¿Estás bien Scar? —Scarlett se giró hacia la voz suave de Amber.
En esos instantes se dio cuenta de la gran belleza de aquella mujer. No pasaba desapercibida. Su cabello largo y negro intenso, sus ojos grandes de color azul eléctrico y grandes pestañas largas. Sus labios tenían forma de corazón, y su cuerpo, ese cuerpo que había sido el pecado para cualquier persona. Sus senos eran grandes, y su cintura de avispa. Sus piernas eran kilométricas y en esos momentos Scarlett se percato de que iba ataviada con unos pantalones ajustados de cuero y camiseta que ocultaba a duras penas sus senos que parecían que se querían escapar de aquella tela.
—Sí Amber solo estaba mirando el sitio —mintió. Sabía Scarlett que Amber no se lo había creído, pero como era de esperar la morena no dijo nada.
Si algo agradecía Scarlett de Amber era que solía ser discreta no se metía en la vida de las personas, y solía callarse, menos, cuando estaba en su verdadero trabajo.
"Es una arma, esa mujer con cara de ángel era capaz de matar a un hombre con sus propias manos" pensó Scarlett al ver la sonrisa sincera que la morena había esbozado al ver a una pequeña niña de cabello rubio con coletas que le sonreía enérgica.
Vio como Amber cogía uno de los dulces y se lo tendía. La madre le pidió disculpas y Amber simplemente le quitó importancia con la mano. Amber es una buena persona, pensó Scarlett. Le gusta acariciar animales, le gusta los niños...le gusta matar, volvió a pensar nuevamente.