DOS MES ANTES DEL ASESINATO
LUNES 12/09/2023
HORA: 0:00 DE LA NOCHE
LUGAR: DISCOTECA: "DEVIL"
Todos conocían a La Diabla. Su fama la perseguía allá donde iba, todos le temían. Todos sabían que, cuando ella aparecía en escena, era posible que uno de ellos no contara la historia esa noche. Para Amber, no fue fácil conseguir la reputación que tenía en esos momentos. Había tenido que lidiar con situaciones que solo la habían humillado, pero lo que no sabían era que Amber estaba mal de la cabeza. Le daba igual lo que hicieras o lo que dijeras; si no le gustaba, disparaba. Así funcionaba su mente: era un torbellino de pensamientos homicidas que dejaban a cualquiera llorando. Su cabeza siempre tenía mil torturas en mente, que empleaba contra sus enemigos y, por eso, había logrado la reputación que tanto le había costado conseguir.
Cuando huyó de Texas, estaba perdida. Apenas sabía a dónde ir. No tenía dinero, ya que sus padres habían sido granjeros toda su vida y nunca habían tenido demasiados lujos. Aun así, a Amber le había gustado ese estilo de vida, esa forma de vivir tranquila, serena, sin problemas. Pero su padre no lo veía de ese modo. Aún recordaba las múltiples palizas que les daba a ella y a su madre, cómo la había atado a una silla, obligándola a ver cómo maltrataba a su madre. Recordaba las palabras que le solía decir su padre en esos momentos: "Si lloras, le daré más fuerte". Al principio, no le hizo caso. Cuando era pequeña, lloraba y gritaba para que soltara a su madre, pero, cuando fue creciendo y vio las heridas que su padre le había dejado, calló. Dejó de llorar; no se lo permitía, se lo había prohibido.
Su madre, en ocasiones, le decía que su padre estaba mal, que estaba pasando una mala racha, que no lo hacía porque así lo deseara. Amber se dio cuenta de la realidad. La realidad era que su madre se estaba mintiendo a sí misma, buscando una justificación para el comportamiento de su padre. No la tenía. El señor Brown había sido cruel desde siempre, había golpeado a muchas personas, humillado y burlado de quienes estaban a su alrededor. Lo había hecho con ellas, con la abuela de Amber. El único que no lo había hecho había sido con su abuela, quien para Amber era muchísimo peor que su padre.
Lo bueno que hizo su padre, y de lo único que Amber estaba agradecida, es que esa actitud había hecho que se volviera más fría, más calculadora, sin escrúpulos. Le había enseñado a usar armas y a cómo disparar. Su madre se negaba a que Amber aprendiera eso, pero a su padre le daba igual: "Ella tiene que aprender a defenderse". Lo que no sabía aquel hombre es que esa enseñanza tendría repercusiones en él.
Amber estaba entrando en la discoteca. Escrutando el sitio, sus ojos azules eléctricos se posaron inmediatamente en su víctima. Estaba trajeado y se podía percibir el olor a alcohol a distancia. Amber suspiró y comprobó de manera disimulada si tenía todo lo necesario. Se había puesto sus mejores galas para captar su atención. Aunque Amber sabía que, aunque hubiera ido con un saco de basura, habría hecho que aquel hombre se arrodillara a sus pies. Ella era guapa, lo sabía, y sacaba ventaja de la situación. Un pestañeo de ojos, unas risas coquetas, y ya lo tendría en la palma de su mano. Haría lo que quisiera con él, era consciente de ello y disfrutaba torturando a las personas. Ver cómo la comían con los ojos, cómo la deseaban. Si supieran que para Amber todos ellos le eran indiferentes, no la mirarían de ese modo.
Se acercó con paso lento hacia la barra donde estaba aquel tipo. Al estar cerca, arrugó la nariz al percibir el olor a cigarrillos rancios que inundaba sus fosas nasales, haciéndola sentir náuseas. Aun así, sonrió, una sonrisa pequeña pero seductora, que no tardó en surtir el efecto deseado. Aquel hombre sonrió de oreja a oreja, la miró y se permitió deleitarse con la vista.
<<Es demasiado hermosa>>, pensó aquel hombre al observar cómo el vestido negro se ajustaba a todas las curvas del cuerpo de la chica, y su cabello sedoso y negro, recogido en una coleta alta, dejaba al descubierto un rostro esculpido por los mismos dioses.
Amber supo que ya lo tenía en la palma de su mano sin necesidad de hablar. Algunos hombres solo necesitaban ver a una chica guapa para perder la cabeza rápidamente, lo que sin duda facilitaba el trabajo de Amber. Otros le costaban más, los más habladores, que podían pasarse horas conversando sobre mil temas. A esos, a veces, le apenaba quitarles la vida; eran hombres inteligentes, algunos graciosos, pero al final, ella debía cumplir su trabajo por muy simpático que le pareciera el cliente.
—Vaya, no sabía que dejaban salir a las obras de arte —dijo el hombre. Amber se contuvo para no reírse.
En ese momento, uno de los camareros observaba la escena con gran diversión en sus ojos. Esa mirada incomodó a Amber, quien tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no acabar con la vida de aquel hombre y del camarero que miraba la escena con mofa. Si él supiera que en esos momentos estaba delante de la asesina de aquel tipo, seguramente no se reiría, pensó Amber al ver cómo se giraba para seguir sirviendo copas.
Ethan se quedó extasiado cuando la vio pasar. En esos momentos tuvo que hacer un esfuerzo por no frotarse los ojos y pedirle a su compañero que, por favor, le pellizcara; no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Sin duda, era la chica más guapa que había visto a lo largo de su vida. No pudo evitar quedarse más tiempo del necesario observándola con gran admiración.