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Capítulo 8

DOS MESES ANTES DEL ASESINATO

DOS MESES ANTES DEL ASESINATO

JUEVES 30/09/2024

HORA: 9:00 DE LA MAÑANA

LUGAR: Instituto

Eíra maldecía al ver la cantidad de papeles que tenía sobre la mesa. A veces se preguntaba por qué dejaba todo para el último momento; aún así, suspirando, empezó a clasificar las hojas. Los profesores que estaban por los alrededores la miraron un tanto extrañados. Ninguno de ellos había entablado conversación con ella, ni siquiera sabía cómo se llamaban. Eíra era consciente de las miradas que le estaban lanzando sus compañeros. Con una pequeña sonrisa, alzó la mano en modo de saludo, haciendo que los dos hombres se miraran entre ellos y le devolvieran el gesto.

En esos instantes, Eíra se sentía incómoda; odiaba ser el centro de atención de las personas. Ed siempre le decía que era demasiado egocéntrica, que la mayoría de las personas no se molestarían en mirarla. Durante un tiempo lo creyó, pensó que Ed tenía razón, porque Ed siempre tenía razón. Él era más listo que ella, él era la voz de la razón, Eíra simplemente era la seguidora de él, o eso le había hecho creer a ella durante todo ese tiempo.

Nadie sabe el peso que llevaba encima. Se había encerrado en sí misma, no quería abrirse a nadie, temía que se le escapara alguna de las cosas que solía hacerle Ed. No quería que él tuviera mala reputación, porque Ed era de todo, menos mala persona.

Empezó a leer los relatos que le habían dado sus alumnos; adoraba la creatividad que algunos tenían, adoraba también las reflexiones a las que habían llegado a entender. Le encantaba su trabajo.

Sonriendo, apoyó su mano en la mejilla y leyó todos y cada uno de los papeles que tenía clasificados. Algunas, sin duda, le habían sacado una pequeña risa, haciendo que, nuevamente, sus compañeros, que estaban tomando café tranquilamente, la miraran con las cejas alzadas.

Ruborizada, se escurrió un poco por la mesa y se colocó la hoja enfrente de su cara, como si eso le escondiera de las miradas juzgadoras de las personas que estaban a su alrededor.

Estaba tan absorta en sus pensamientos que se sobresaltó al oír un golpe que provenía del pasillo. Tanto ella como sus compañeros salieron apresuradamente de la sala, haciendo que el corazón de Eíra latiera con fuerza. Millones de recuerdos se apoderaron de su mente, pero intentó borrarlos. Debía mantener la cabeza fría, no podía dejarse llevar por esas emociones, y más aún si alguien necesitaba ayuda. Debía estar completamente serena.

Girando por la esquina, ya que los golpes persistían y cada vez eran más violentos, más fuertes, tragó saliva ruidosamente. A Eíra no le agradaban las peleas, le provocaban un gran malestar. Odiaba tener que presenciar cómo dos personas se hacían daño. Aun así, se mantuvo calma.
Al pasar la esquina, los profesores y ella se pararon en seco. Se pudo oír cómo los compañeros de Eíra maldecían al ver quién era el causante de ese sonido tan violento. Eíra, que conocía de sobra a Lex Thompson, maldijo; debía haber supuesto que era él. Pudo detectar que tenía los nudillos rojizos, pequeños cortes decoraban su brazo, lo que hizo que la chica frunciera el ceño. Vio cómo su labio tenía un poco de sangre; al parecer, alguien le había partido el labio.

Los profesores se aproximaron hacia él, pero Eíra se mantuvo a un lado. Vio cómo los ojos de aquel joven reflejaban dolor, sufrimiento, agonía. Un nudo de emociones se apoderó de Eíra. Odiaba esa imagen, era la viva imagen de la violencia, del peligro. Retrocedió un paso. Intentó no mirarlo demasiado, evitó el contacto visual por miedo a que los fantasmas del pasado se apoderaran de ella.

—¡Lex! —bramó uno de los profesores. Eíra no pudo evitar sobresaltarse ante aquel grito.

Lex les lanzó una mirada a los dos. Eíra en esos momentos abrió los ojos de par en par. Las manos le temblaron, veía cómo le costaba respirar, notó una presión en la garganta, como si le estuvieran estrangulando, impidiendo que pudiera soltar una bocanada de aire. En esos momentos, ella no estaba en el instituto, estaba en su departamento. Vió a Ed, sus ojos rojos, sus puños apretados, ella en el suelo, rezándole a Dios para que esto acabara. Pudo oír perfectamente la voz de Ed, grave y dominante:

—"Mira lo que me has hecho hacerte"

Un gemido de dolor se apoderó de ella, y todo pasó rápido. Ahora, estaba en el mismo sitio, estaba en el sofá de su antigua sala. Vió cómo Ed lloraba, vió cómo le vendaba y le decía:

—"Perdóname, mi vida, perdóname, no quería hacerte esto, no, eres la mujer de mi vida."

Fue entonces cuando el ruido del instituto hizo que Eíra volviera de aquel aterrador recuerdo. Pero al ver a Lex, un mayor pánico se apoderó de ella, pues podía jurar que en esos momentos estaba viendo el reflejo de su ex marido en los ojos de aquel muchacho.

Lex se quedó parado, observando la reacción de aquella mujer. No supo por qué, quizás algo le dijo que parase, que nadie debía pagar por lo enfadado que estaba. Paró en seco, miró a la mujer, pudo ver los ojos de cordero, brillantes, atemorizados. Ignoró a los dos profesores que no paraban de gritarle y fue hacia ella.

En esos momentos, Eíra se quedó sin voz, notó que la presión en su pecho se incrementaba con cada paso que él daba. Las lágrimas salieron de sus ojos. No, no quería mirarlo más.

De nuevo, Lex se paró en seco y la observó. Estaba a escasos centímetros de ella y, para sorpresa del joven, pudo ver cómo Eíra se cubría, como protegiéndose de algo.




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