Tuve un amor,
pero ese hombre me ha engañado.
Él lo quebró,
¿por qué si de mí le he dado todo?
mas él solo con mi corazón ha jugado.
Pero a quien nadie le importa eso.
Mi mente lo sabía y lo pasé por alto.
Soy el único culpable que de mí se aburriera y su corazón a otro escogiera.
Si deseas, puedes irte. Eres libre.
Yo sanaré tu corazón y embarraré el mío,
pues la culpa es quien ahora mi cuerpo recorre;
conoce muy bien el camino.
Ambos sabemos bien
que nunca hice mucho por lo nuestro;
tenerte aquí fue un daño, lo he comprendido tarde.
El dolor he desatado.
En mi capricho,
até un ruiseñor a un viejo tronco.
Sabía volar mas le engañé que no podía hacerlo.
Sacó raíz y en el concreto del recuerdo,
el miedo y la soledad un espacio han ocupado.
Alguna vez también fui una débil ave,
un picaflor que de flor en flor brincaba,
mas al probar el néctar de una elegante rosa
se enamoró perdidamente
y no pudo nunca más alejarse.
Que tonto fue.
Porque tan bella flor, del picaflor,
solo buscaba aprovecharse.
Desde siempre marchitarse deseaba,
pero no pudrirse sola.
Asi que entre falsas promesas de amor
engañó a la indefensa ave que amor deseaba sentir,
y como Romeo y Julieta se dieron el sí.
Se desplomó.
Y de tan pequeño cuerpo,
una nueva vida surgiría, un débil árbol nacería.
Pensó vivir libre del amor
hasta que se enamoró de un ruiseñor
a pesar de que todos lo miraban,
pero no le importaba.
Un nuevo ciclo comenzó,
uno de tormentos y falto de amor,
para el árbol que un día fue un picaflor.
Mas su amor nunca le fue correspondido,
pues al cantor, en un acto de ira,
sus alas destruía.
Mientras que sin darse cuenta al pobre árbol, las termitas carcomían.
Pobre agonía.
Se marchitó,
y ni con raíces ni envuelto con plumaje,
la pobre alma ha regresado.
Pues incendió,
lo que un día fue su cuerpo,
en las llamas que a un destrozado corazón
le pertenecían.
23 de noviembre del 2020