Su alumna favorita

8. "No soy un monstruo "

 La cafetería estaba tranquila, el grupo de señoras que encarnaban todo lo que detestaba se había encargado de convertirla en una especie de palacio repleto de flores y se habían negado a usar la vajilla regular porque desentonaba con la temática de su reunión la cual parecía girar en torno a lo que parecía ser un debate sobre los outfits escogidos por Jackie Kennedy pre y post viudez. 

No podía quejarme, creo que nadie tendría que hacerlo, ellas representaban dinero, billetes, de hecho estaban vestidas de pies a cabeza en el con sus costosos atuendos.

Claro que no todo era color de rosas como ellas lo querían hacer ver o como aparentaban. Eran la encarnación de la perfección, de lo correcto, cualquiera que las viera podría pensar que tenían sus vidas resueltas, aún así y como todo en este universo era una sola fachada. Detrás de esas apariencias se ocultaban secretos,desengaños, infidelidades, matrimonios en el que el amor había dejado de existir, malas decisiones…Aunque dudaba que alguna de ellas fuese tan mala como la que había tomado ayer al seguir a Carter a su oficina.

Inconscientemente lleve mis dedos a mí labio inferior que era la prueba viviente de que el catedrático no solo era bueno exponiendo conocimientos sino que también lo era a la hora de besar.

Y ustedes dirán: Podrías haberlo detenido, empujarlo, haberle dado una patada en su entrepierna, defenderte, no convertirte en una presa fácil,etc, etc. Y claro que podría haberlo hecho, desafortunadamente en cuanto su lengua se encontró con la mía y su mano sujetó con fuerza mí cintura. Sucumbí. Cómo la criatura débil que era.

El ruido de una agenda golpeando la madera del mostrador me trajo de vuelta a mí realidad, sacándome de ese estado de trance en el que me había metido dónde gobernaba la lujuria y la pasión.

—Hola— murmuró Xavier, dejando sus lentes sobre el libraco que era una extensión de su anatomía.

Estaba segura de que allí guardaba las respuestas a cada misterio del planeta, además de hojas de cálculo y recetas.

Me le quedé viendo, principalmente porque hubo algo que me llamo la atención. Lo notaba taciturno, contrariado, actuando de una manera poco típica en él.

 Era evidente que estaba preocupado por alguna cosa que yo desconocía.

—Tenemos  una buena audiencia hoy, ¿no es así?— comenté  con la esperanza de subirle el ánimo—Hacía mucho que no veía al café tan rebosante de … energía.

Oscura pero energía en fin.

Mís esfuerzos fueron en vano porque mis palabras lo hundieron todavía más en su miseria, me di cuenta por el surco que se formó en su frente.

—Si. Lo malo es que lejos de hacerme feliz y de hacerme sentir dichoso, tiene el efecto contrario y me siento… Devastado. Esto no es lo que quería para mí negocio— rascó su cuello, nervioso, como si le diera vergüenza confesarme esto— Lo cierto es que estoy un poco cansado de esta dinámica.

—P… ¿Por qué?— inquirí, dejando que mí costado curioso saliera a la luz, corriendo el riesgo de pasarme de la raya.

Se suponía que por más que nuestra relación fuese … “Fraternal”, era obligatorio recordar y tener presente los rasgos.  Yo era su empleado y él era mí jefe a pesar de que a veces se me olvidará cuando lo tenía delante de mí y sus ojos se veían distinto sin esos pedazos de cristal sobre ellos, o como cuando se dejaba crecer la barba y le daba un aire varonil.

Ya entendía porqué Georgina hablaba y hablaba de él. Era un tipo modesto y guapo, interesante e inteligente y tenía un porte que invitaba a las chicas a soñar despiertas con él.

Menee mí cabeza para eliminar esos pensamientos. Lo último que necesitaba era involucrarme con mí superior. Ya tenía suficiente con el embrollo de mí profesor.

—Porque cuando  mí familia me heredó este sitio lo que menos esperaba era que se convirtiera en uno de esos lugares.

— ¿Uno de que?

—Uno de  esos en los que la alta sociedad se reúne para cotillear, cumpliendo y  siguiendo así  la tradición que mí madre había instaurado sin querer en este sitio .

—No  deberías quejarte, al fin y al cabo son las que mantienen en pie el emprendimiento—susurre, rogando que él no se lo tomase a mal.

Mierda ¿cuándo aprendería a morderme la lengua? Esa misma que él había saboreado, con la que había jugado.

Lo único con lo que lo haría porque estaba determinada a prohibirle el paso a mí corazón. Con él no lo haría.

  

—Me encantaría poder  tomar otro rumbo, construir un ambiente más bohemio —hizo una pausa y su nariz se arrugó como lo hacía cada vez que tenía una idea.

No me malinterpreten, no es que me dedicase a acosarlo o que estuviera enamorada de él, simplemente era una observadora innata.

—Podríamos construir un club de lectura — sugirió.

—Wow, me agrada tu propuesta. Y no tendríamos que quedarnos ahí.

— ¿A qué te refieres?

—Quizás podríamos  atraer un nuevo público dándole espacios para que lean sus poemas o sus escritos.

—Si tu te comprometes a llevarlo a cabo, pues..Adelante.Cuentas con mí aprobación— sonrió por primera vez.

Una chica con el cabello en varios tonos de rosa aparece dándole fin a nuestra charla.

— ¿Me puedes dar  un latte descremado?— pidió, pérdida en la pantalla de su móvil.

Xavier me dio una de esas miradas que gritaban: “Ponte a trabajar” antes de marcharse y dejarme con la clienta.

—Marchando — informe dándole la espalda para dirigirme a la máquina.

Realmente me hacían falta unos segundos de silencio, mí mente los ansiaba, le urgía un tantito de soledad para plasmar  lo que Xav había dicho. 

Juro que si me concentraba podía imaginar la transformación de su pequeña compañía familiar. 

Un par de velas en las mesas, nuevos servilleteros, podríamos cambiar ese tétrico candelabro por uno con gotas de cristal y contratar a un buen jardinero para que instalara un jardín vertical sobre una de las paredes.

Si. Quedaría hermoso y se qué podríamos lograrlo.




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