La organización había sido muy rápida, pues debíamos estar preparados para actuar con la mayor rapidez posible en caso de ser víctimas de un ataque. En cuestión de minutos nos habíamos dividido en grupos de diez personas, y a cada uno de ellos se le había asignado una zona que proteger, además de una radio para poder mantener el contacto con el resto de los grupos. Los niños, por su parte, solamente sabían que debían comportarse porque había peligro, y algunos cazadores se habían quedado en la academia con ellos.
Adrián, Ariadna y yo estábamos juntos, porque mi padre no había encontrado argumentos para separarnos sin llamar la atención, pero nos había correspondido una de las zonas que más expuesta se encontraba y que, por tanto, más riesgo tenía de ser atacada.
—Puede que no sea un ataque tan grave —comentó Ariadna—. Hemos luchado contra los vampiros en otras ocasiones.
—Sí, pero nunca los hemos visto cooperar entre ellos para atacarnos —dije—. Deben de coordinarse, por supuesto, pero nunca lo han hecho para llevar a cabo un ataque… Podríamos no ser cazadores suficientes.
Sabíamos que no lo seríamos en caso de que se uniesen vampiros de diferentes lugares del país. Era el temor con el que habíamos vivido durante los últimos años porque, aunque en el día a día pudiésemos detener algunos ataques contra humanos y llevásemos a cabo pequeñas misiones, en el fondo sabíamos que no podríamos luchar contra todos ellos. No éramos suficientes cazadores, ni teníamos el poder necesario.
—Nos mantendremos juntos en todo momento —dijo Adrián—. En caso de que uno de nosotros necesite ayuda, los demás estaremos cerca para poder ayudar.
—Será complicado, si nos superan en número.
Conocíamos las estrategias de forma teóricamente, porque nos habían entrenado para momentos como aquel, pero nunca nos habíamos visto en una situación semejante donde no solamente nuestras vidas estaban en peligro, sino también las de nuestros compañeros, y las de los niños.
Lo último que deseábamos era separarnos. Mi prioridad en aquel momento era que mis amigos sobreviviesen y, después, proteger la academia. Pero si de algo estaba segura era de que haría todo lo posible por ayudar a Ariadna y a Adrián si los veía en peligro.
—Puede que se hayan equivocado —comentó mi amiga, moviendo su cabello pelirrojo con aburrimiento—. No hemos recibido ninguna señal de que estén alrededor.
No queríamos hacernos ilusiones antes de tiempo, pero era cierto. La espera era lo peor, porque no sabíamos si seríamos atacados, cuándo lo seríamos y si lograríamos hacerles frente y derrotarlos antes de que ellos nos venciesen. No sabíamos si teníamos alguna oportunidad o no. O tal vez ni siquiera fuésemos a ser víctimas de ningún ataque.
—Ocurre algo —dijo uno de los cazadores de nuestro grupo, con la radio en la mano—. ¡Aquí el grupo siete! ¿Hay alguien? ¿Alguien nos recibe?
Nos acercamos todos a él, permaneciendo alerta por si nos atacaban de pronto. Nadie respondía, pero se escuchaba a través de la radio un ruido bajo, como si algo estuviese obstruyendo la señal.
—¿Interferencias? —pregunté.
—Alguien está provocando esto.
Nos miramos los unos a los otros, preocupados, y miramos a nuestro alrededor.
Cerré los ojos y me concentré, escuchando con atención. Gracias a nuestros sentidos, más desarrollados que los de los humanos, podíamos escuchar voces o pasos en la distancia, aunque no a distancias tan largas como los vampiros.
—Se acercan —anuncié, abriendo los ojos de golpe cuando oí pasos dirigiéndose hacia nosotros.
Nos separamos un poco los unos de los otros, vigilando todo lo que nos rodeaba y tratando de cubrir todas las direcciones. Yo me encontraba entre Adrián y Ariadna. Nos mirábamos entre nosotros cada poco tiempo para comprobar que no sucediese nada.
—¡No!
Miré rápidamente hacia la mujer que había gritado. Había sacado su espada y se encontraba luchando contra un vampiro. Por el momento lograba resistir, aunque se veía que el control de la lucha no lo llevaba ella.
No tuve tiempo de ver nada más, pues se habían acercado más vampiros, y nos estaban rodeando. Sin embargo, ocurrió algo extraño. Parte de los vampiros se quedaron atrás, observando, y solamente nueve avanzaron para atacar. Uno para cada uno de nosotros. No era un comportamiento en absoluto habitual.
—Está ocurriendo algo —oí comentar a Adrián.
Miré al vampiro que estaba delante de mí. A la distancia a la que se encontraba, tenía tiempo de sacar mi espada y adoptar una postura de defensa. Lo hice. Me permití echar un vistazo a mi alrededor, dándome cuenta de que tanto Ariadna como Adrián se encontraban luchando con una vampira cada uno de ellos. Por el momento, parecían resistir y no tener demasiados problemas.
Me centré de nuevo en mi pelea, dado que el vampiro al que me enfrentaba había comenzado a avanzar hacia mí. Me concentré con todos mis sentidos en la lucha que tendría lugar. Avancé hacia él y lancé la primera estocada, que el esquivó sin demasiada dificultad. Parecíamos estar tanteándonos mutuamente antes comenzar con la auténtica pelea.
—Supongo que estarás acostumbrada a esto —comentó.