Las horas posteriores al ataque fueron las peores que recordaba desde el fallecimiento de mi madre. Había ayudado a trasladar heridos y había vendado las heridas de los más leves, pero el ambiente era muy pesado. Éramos conscientes de que los vampiros nos habían superado por mucho y de que, aunque aquello hubiese sido una prueba o un juego para ellos, habíamos perdido a dos de los nuestros, y perderíamos a más. Pero ningún vampiro había muerto.
—¡Liher!
Iraia y Erik llegaron gritando mi nombre justo después de haber visto a sus familiares. A pesar de su corta edad, sabían que algo grave había sucedido y, según parecía, incluso habían estado preocupados por mí.
—¿No te han hecho daño? —preguntó con preocupada Iraia.
—No —respondí, tranquilizando a ambos niños, dado que Erik parecía haber deseado hacerme la misma pregunta—. ¿Creíais acaso que podrían vencer a vuestra entrenadora?
Al darse cuenta de que incluso me atrevía a bromear, sonrieron y negaron con la cabeza.
—¿Están bien vuestras familias? —pregunté.
—Mi mamá tiene una herida en la pierna, pero mi papá dice que se recuperará porque es muy fuerte —me explicó Erik.
—Seguro que así será —le respondí.
Me sentí aliviada al saber que ninguno de sus familiares había sufrido daños graves y que pronto se habrían recuperado de las lesiones. Realmente quería a Erik y a Iraia; ambos me importaban mucho, y lo último que deseaba era que sufriesen.
Los adultos acordamos preocupar lo mínimo posible a los niños mientras no supiésemos lo que estaba sucediendo exactamente. No pensábamos que tuviese ningún sentido prevenirlos por si se llevaba a cabo un verdadero ataque próximamente, pues no sabíamos si sería así o si lo sucedido aquel día había sido solamente un juego para los vampiros.
—El director debería dar alguna explicación —comentó Adrián aquella noche, antes de ir a dormir.
Nos habíamos quedado los dos hablando en las escaleras, una costumbre que teníamos desde que éramos niños. En aquella ocasión, Ariadna no estaba con nosotros porque continuaba en su cuarto, descansando, por lo que estábamos los dos solos.
—Sí —coincidí—. Pero, probablemente, él mismo no comprenderá lo sucedido. Al igual que nosotros.
De hecho, no había visto a mi padre desde el ataque. Había oído rumores acerca de que se encontraba trabajando en su despacho, contactando con otros directores de academias y líderes y poniéndoles al corriente de lo sucedido. Yo no sabía si era cierto o no; lo único que sabía era que no se lo había visto por la academia.
—Al menos debería ir a visitar a los heridos y apoyar a las familias de los fallecidos —opinó mi amigo.
—Estoy completamente de acuerdo. Luken se ha hecho cargo de ello, y ha ahorrado con ello las críticas a su padre.
—Pero no le corresponde hacerlo a él, sino al director.
—Me pregunto qué querrá decirnos a Ariadna y a mí —comenté—. Debe de ser algo importante, dado que nos ha hecho llamar justo después de terminar el ataque.
Le había contado a Adrián lo que la cazadora me había dicho cuando llevaba a Ariadna a su habitación. No había podido obtener más información, pues ella no sabía nada más, pero no era difícil suponer que se trataba de un tema de importancia. Desde que había sabido sobre ello, había pensado en posibles causas por las que mi padre podría haberme hecho llamar, pero había tantas que no sabía cuál de todas ellas podría ser.
—Si os ha hecho llamar a las dos, puede que se trate de una misión —comentó Adrián—. Piénsalo bien. Ariadna es tu pareja en cuanto a luchar se refiere, y es evidente que tu padre nunca te encomienda tareas sencillas… Podría haber decidido que ha llegado el momento de enviarte a una misión.
Al cumplir una cierta edad y ser considerados responsables, los cazadores llevábamos a cabo misiones. En muchas ocasiones, éstas consistían en infiltrarse en algún lugar, tomando una identidad falsa, para identificar a algún vampiro que vivía haciéndose pasar por humano, siempre y cuando pensásemos que podía ser peligroso para la sociedad. Además, se trataba de obtener la máxima información posible del vampiro para tratar de identificar a otros vampiros de su entorno o descubrir si estaban planeando algo.
Ariadna, Adrián y yo nunca habíamos llevado a cabo ninguna misión, pues era algo para lo que no solamente necesitábamos saber luchar, sino también estar preparados para fingir ser alguien que no éramos, algo para lo que se requería madurez. Por lo general, nadie menor de veinte años llevaba a cabo misiones, y nosotros no éramos una excepción.
—Si es así, espero que no pretendan que investigue a un vampiro sin motivo —dije—. Porque no lo haré.
Siempre había pensado que había vampiros que debían de ser buenos, y no estaba dispuesta a atacarlos. De hecho, nunca atacaba a ningún vampiro si antes no habían demostrado tener malas intenciones.
—No desafíes a tu padre, o te podrá expulsar de la academia —me advirtió Adrián—. Alegará desobediencia a los superiores o algo similar, y podrá expulsar o podrá al menos amenazarte con hacerlo.
—Intentaré comportarme, aunque no aseguro nada.