Su cazadora

Capítulo 5

Adrián se encontraba en mi habitación cuando regresé. Se había duchado y cambiado de ropa, y me esperaba sentado sobre mi cama para escuchar de primera mano el motivo por el que el director me había hecho llamar. Se lo conté mientras sacaba mis maletas y comenzaba a hacerlas, metiendo casi todo lo que tenía porque era posible que tuviese que pasar meses fuera de la academia, donde siempre había vivido.

Mientras hablaba, vi cómo su expresión se ensombrecía, pues las sospechas de que mi padre podría encomendarme una misión importante —y peligrosa— habían resultado ser ciertas. Aquello significaba no solamente que corría peligro, sino también que, aunque la misión saliese según lo esperado y no hubiese ningún problema, pasarían al menos varias semanas antes de poder vernos.

—Prométeme que saldrás de allí si tienes algún problema, o que al menos te pondrás en contacto conmigo —me pidió.

—Haré lo posible —aseguró, porque no quería prometer algo que tal vez después no pudiese cumplir.

Pareció que aquello fue suficiente para él, pues no insistió. Se limitó a levantarse de la cama y ayudarme con el equipaje recogiendo mis pertenencias. Conocía bien mi cuarto, de modo que podía llevarme lo que le pedía, facilitando así mi tarea.

La salida de la academia estaba prevista para antes de la hora de la comida. Muy pocas personas sabían acerca de la misión, porque pensaban que había más posibilidades de tener éxito de aquella manera. La idea era que, si a un cazador lo atrapaban e interrogaban, no sabría lo que hacían sus compañeros y no podría dar información.

Ni siquiera Iraia y Erik sabían que me marchaba; les contarían que me había tenido que ir y que no sabían cuando regresaría y no les darían más explicaciones. Por suerte, Adrián se encargaría de hacerles entender por qué no había podido despedirme y de que estuviesen bien entrenados en mi ausencia.

La despedida fue muy breve. Solamente estuvo presente Adrián, quien nos ayudó a llevar el equipaje al coche que nos llevaría al apartamento, y Luken, quien fue solamente para asegurarse de que no había ninguna duda pendiente de ser resuelta. Mi padre, nuestro director, no apareció, ni siquiera para despedirse.

—No merece ser tu padre —susurró Adrián cuando vio mi expresión.

Esperaba que no fuese, pero a pesar de todo, continuaba doliéndome un poco. Era mi padre biológico, al fin y al cabo, y nunca lograría comprender cómo era capaz de no mostrar interés alguno por su hija.

—Lo sé —dije en voz baja, para que solamente él pudiese escucharme—. Echaré de menos que estés siempre para apoyarme, Adrián.

—Nos veremos antes de lo que piensas. Céntrate en la misión, hazlo lo mejor posible… y pronto volveremos.

Ariadna, que había estado llevando al coche la última maleta, regresó para despedirse también de Adrián antes de marcharnos. Di un paso atrás y vi cómo ambos se abrazaban como buenos amigos que eran.

—Te echaremos de menos, Adrián —dijo mi amiga—. Ojalá pudiésemos hacer esto los tres juntos…

—Cuando esto acabe, volveremos a estar juntos. Mucha suerte, chicas.

Ariadna se adelantó caminando hasta el coche, y yo me demoré unos instantes. Intercambié una última mirada con Adrián y, antes de dejarlo e irme, le di un último beso en los labios, sin importarme que fuese de día y hubiese gente pasando por donde nos encontrábamos.

—Hasta pronto.

 

 

 

El viaje en coche duró al menos una hora, porque la academia estaba oculta en el bosque, alejada de la ciudad, y los caminos para llegar a ella no eran buenos para conducir. Un cazador era el encargado de llevarnos hasta el que sería nuestro apartamento, entregarnos las llaves del mismo y darnos la información que necesitábamos. Después, se marcharía y no volveríamos a verlo durante la misión.

Aunque nos entregarían carpetas con la información necesaria, el cazador fue dándonos datos durante el trayecto. Nos dijo cómo debíamos llegar desde el apartamento hasta la empresa, nos dijo quién era el empresario y nos contó lo poco que se sabía púbicamente sobre su vida, que no era mucho. Tanto Ariadna como yo tratamos de retener la mayor información posible.

El conductor aparcó finalmente el coche en una calle de la ciudad. La ubicación me gustó de inmediato. No era tan céntrica como para que los apartamentos tuviesen un precio desmesurado, pero tampoco estaba a las afueras, en un barrio peligroso. Además, el transporte público estaba cerca.

—Ha llegado el momento de despedirnos —comentó el conductor que nos había llevado hasta allí—. Será mejor que me marche cuanto antes para que nadie me vea. En caso de que alguien pregunte por mí, podéis decir que soy un familiar.

—Bien —dijo Ariadna.

—Tomad la bolsa negra del maletero. Dentro tenéis todo lo que necesitáis: las llaves del apartamento, información, dinero en metálico, documentación y tarjetas de crédito… Buena suerte.

—Gracias.

Salimos del coche sin más palabras de despedida, y dimos la vuelta al vehículo para abrir el maletero. Tras sacar nuestras maletas, sacamos también la bolsa negra a la que el conductor había hecho referencia. Cuando nos encaminamos con el equipaje hasta el portal de nuestro edificio, que se encontraba al lado de donde habíamos aparcado, el conductor arrancó y el coche se alejó, desapareciendo de nuestra vista en cuanto dobló la primera esquina de la carretera. Estábamos solas.



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En el texto hay: vampiros, amor, millonario

Editado: 03.11.2022

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