Su cazadora

Capítulo 17

—Milo, márchate —demandó mi jefe en tono autoritario cuando se hubo acercado a nosotros.

Su hermano pareció estar dispuesto a replicar, pero se lo pensó mejor y, sin decir nada ni despedirse, se alejó y entró de nuevo en el salón. La terraza había quedado completamente vacía con su marcha. Solamente quedábamos Zigor y yo.

—No sabía que fuese tu hermano —murmuré para sacar un tema de conversación y romper el silencio que se había formado.

—Sí, es mi hermano menor —admitió—. Como habrás notado, su comportamiento puede llegar a ser demasiado infantil. Es algo que resulta irritante.

En mi opinión, era demasiado duro con él, pero no se lo mencioné. No era nadie para entrometerme de aquella manera en una relación de hermanos que ni siquiera comprendía.

Entendí por qué Milo había parecido hipnotizado al mirar mi collar. Lo había reconocido perfectamente, porque había pertenecido a su madre. Tal vez no le gustase que alguien como yo lo llevase. Tal vez le hubiese molestado, y sería comprensible. Al fin y al cabo, una chica casi desconocida había recibido una de las joyas de su difunta madre.

—Creo que debería devolverte el collar —dije en voz baja—. Debe de ser importante para tu familia. Milo lo ha mirado mucho, y puede que no le guste que yo lo tenga. Es normal…

—No le molesta en absoluto que tú lo lleves, pero supongo que le habrá sorprendido que te lo haya dado tan pronto.

Lo decía con tal seguridad que no pude evitar creerle. Quizá porque era lo que quería hacer. Al fin y al cabo, cada cual creía lo que más le convenía, y a mí me convenía pensar que Milo no estaba molesto por ser yo quien tenía aquel collar que había pertenecido a su madre.

—Faltan unos minutos para el brindis —comentó, dando un paso hacia mí.

Al notar sus intenciones, reí un poco, di un nuevo sorbo a mi copa de champán y la dejé apoyada sobre la barandilla para acercarme a él. Sin embargo, cuando me disponía a avanzar, me tambaleé un poco, y tuvo que sostenerme por la cintura para ayudarme a mantener el equilibrio. La situación me hizo reír un poco más y sonreír. Me gustaba estar tan cerca de él.

—Creo que has bebido demasiado con Milo —comentó.

—No, solo he bebido un poco —mentí. Me daba cuenta de que había tomado alcohol con demasiada rapidez y comenzaba a hacer efecto en mi sistema—. Bésame —agregué en tono de súplica—. O, mejor aún, muérdeme. Por favor.

No tuve que insistir más. En cuestión de segundos, sus labios estaban sobre los míos, y sus manos bajando lentamente por mi espalda. Contenta por las sensaciones que estaba experimentando, coloqué una mano en su nuca y la acaricié suavemente mientras lo besaba, sin pensar demasiado en lo que hacía.

—Muérdeme —supliqué cuando me separé un poco de él para tomar aire—. Sé que lo deseas.

En aquella terraza, arriesgándonos a ser vistos por cualquiera que saliese, no podíamos hacer nada más que besarnos. Él era un empresario de éxito, y nadie podía verlo o fotografiarlo teniendo sexo durante un evento benéfico. Sin embargo, si me mordía, todos pensarían que me estaba besando, algo que no estaba tan mal visto.

—No quieres que lo haga —me hizo ver él—. Si no hubieses bebido, no querrías que lo hiciese.

—La última vez dijiste que habrías preferido hacerlo con mi permiso —recordé—. Ahora lo tienes. Por favor.

A pesar de mi súplica, él negó con la cabeza, manteniéndose firme en su postura.

—No deberías haber bebido tanto. Mataré a Milo en cuanto lo vea.

—Zigor, por favor.

Era la primera vez que lo llamaba por su nombre, y reaccionó al escucharlo salir de mis labios. Sus ojos estaban clavados en los míos. Azul contra verde. Y no sería yo quien se echase atrás en aquella lucha.

—Joder —soltó por lo bajo.

Besó mi cuello suavemente, y, poco después, clavó sus colmillos en él. Mi espalda se arqueó ante el placer que aquello me producía, y si no perdí el equilibrio fue solamente porque él me sujetaba de la cintura con firmeza. Enredé los dedos en su cabello y cerré los ojos mientras disfrutaba de aquella sensación que solamente él me había podido producir hasta el momento.

Sabía que estaba mal. Sabía que no debía dejarme morder por un vampiro, especialmente porque yo era cazadora. Sabía que debía acabar con él. Pero no podía evitar desear su cercanía y anhelar sus besos y su contacto cada vez que lo tenía lejos. No podía controlarlo.

—Suficiente —dijo cuando se separó de mi cuello.

—Un poco más —rogué—. Solo un poco…

—Sabes que no voy a hacerlo. Si me excedo, después estarás muy débil y te marearás. Y si me excedo aún más, tendrás problemas graves, o incluso puedes morir. Nunca le pidas a un vampiro que beba más sangre.

Tenía un gran autocontrol si podía negarse a morderme. Había muchos que no eran capaces de hacerlo, especialmente los neófitos, que no podían reprimir su sed de sangre. Zigor, sin embargo, no parecía tener ningún problema con aquello.

—¿Por qué? —pregunté—. Podrías hacerlo, podrías incluso matarme, y nadie podría hacerte nada.



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En el texto hay: vampiros, amor, millonario

Editado: 03.11.2022

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