Su cazadora

Capítulo 20

—¿Llevas todo? —me preguntó Ariadna cuando me vio a punto de salir del apartamento.

Me había ayudado ella a hacer la maleta en función del tiempo que haría en Viena en los próximos días. Me había escogido ella misma varias prendas de ropa que, según decía, debía llevar, y se había preocupado de que todo saliese bien.

—Sí, llevo todo —aseguré dedicándole una sonrisa—. Y, si me falta algo, lo compraré allí.

—Bien. Recuerda tener cuidado. Y enviarme mensajes o llamarme para saber que estás bien.

Sonó el timbre del apartamento, y me apresuré a abrir la puerta, encontrándome con Zigor Garay. Por primera vez desde que lo conocía, llevaba ropa informal, que consistía en unos simples vaqueros y una camiseta negra, además de unas deportivas. Me gustó verlo de aquella forma. Lo hacía parecer una persona más cercana y accesible.

—Buenos días —me dijo—. He subido por si necesitabas ayuda con algo.

—Muy caballeroso —dijo Ariadna con ironía, acercándose también a la entrada—. Más te vale tratarla bien en ese viaje, porque si no lo haces, ni tus millones de euros podrán salvarte de…

—¡Ari! —solté, horrorizada.

La pelirroja era capaz de llevar a cabo su amenaza, pero se estaba enfrentando no solamente a un poderoso empresario, sino también a un vampiro. Y lo estaba amenazando a la ligera, como si se tratase de una persona cualquiera.

Zigor, en cambio, ignoró por completo las palabras de mi amiga y me miró a mí.

—¿Nos vamos? —me preguntó.

Asentí y tomé mi maleta para salir con él. No llevaba demasiada ropa, por lo que la maleta no era muy grande ni pesaba mucho. Llevaba también una mochila que iría conmigo en el avión como equipaje de cabina.

—Adiós —me dijo Ariadna.

—Nos veremos pronto.

Nos abrazamos por unos segundos antes que yo saliese con Zigor.

Él tomó mi maleta y, aunque aseguré que no era necesario que lo hiciese, él insistió en que la llevaría hasta el coche.

—Ya estoy perfectamente.

Me había recuperado bien de la pérdida de sangre de la semana anterior. No tenía ningún problema ni me sentía débil o aturdida. Llevar una maleta no suponía ningún problema para mí.

—Sé que lo estás. Pero deja al menos que sea amable.

El ascensor se había estropeado y todavía no lo habían arreglado. Por tanto, utilizamos las escaleras para bajar. Él levantó mi maleta con facilidad y sin ningún esfuerzo.

—Siento lo sucedido con Ariadna —dije—. Ella no hará nada. Solamente se preocupa por mí, porque es mi amiga.

—Lo comprendo. Si lo que temes es que tome represalias contra ella, no lo haré. Y ella, por mucho que lo desee, no podrá hacer nada contra mí.

Salimos del portal. Un Mercedes negro esperaba aparcado frente a nosotros. Era un coche diferente al de la última vez, pero supuse que Zigor tenía varios vehículos a su disposición.

Mi jefe me indicó que entrase, y lo hice. Mientras tanto, él guardó mi maleta en el maletero. Si el chófer hubiese sido otro, seguramente lo habría hecho él, pero quien conducía era, de nuevo, Milo.

—No sabía que trabajases como chófer —bromeé cuando me senté en uno de los asientos traseros del coche.

—Yo tampoco —aseguró él—. Pero creo que mi querido hermano mayor cree lo contrario, o está vengándose de mí por algún motivo que desconozco.

Cuando Zigor entró en el vehículo y se sentó a mi lado, Milo arrancó. Ninguno de los dos hermanos intercambió una sola palabra durante el viaje al aeropuerto. Mi jefe se dirigía solamente a mí, algunas veces para hacerme preguntas, y otras veces para señalar a través de la ventanilla e indicarme algún edificio especial o algún puente. Era consciente de que yo no conocía la ciudad tanto como él.

—Esperaba que tuvieses un jet privado, como en las películas —comenté.

No lo decía completamente en serio.

—Y lo tengo —aseguró—. Pero lo está utilizando mi hermano. Nosotros tendremos que ir en un vuelo comercial.

No sabía si estaba hablando en serio o si estaba simplemente bromeando.

Milo miró entonces al mayor a través del espejo retrovisor interior y frunció levemente el ceño, como si algo lo hubiese molestado.

—Yo también soy tu hermano y nunca me lo has dejado —protestó.

—Él lo está utilizando para trabajo, y lo sabes —replicó Zigor—. No voy a dejártelo para que montes una fiesta. Cuando madures, podrás utilizarlo.

Aquello me recordaba a una discusión familiar cualquiera. En lugar de vampiros, parecían dos simples hermanos peleando por un juguete. Zigor mostraba mayor madurez, mientras que el carácter de Milo era, evidentemente, semejante al de un joven o adolescente. Aunque no podía confiarme. Estaba segura de que podía tomarse en serio los temas importantes y que era capaz de ser cruel y violento si a situación lo requería.

—Amargado —canturreó Milo, ganándose una mirada fulminante por parte de Zigor.



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En el texto hay: vampiros, amor, millonario

Editado: 03.11.2022

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