Su cazadora

Capítulo 21

Ver la ciudad no había sido como yo había esperado. No habíamos tenido que caminar durante horas viendo monumentos, porque Zigor había decidido hacerlo a su estilo, alquilando una limusina. A mi parecer había sido exagerado, pero a él le había gustado ser el centro de atención y que todos lo mirasen cuando nos deteníamos delante de algún lugar importante y salíamos para visitarlo.

Pero no se limitó solamente a enseñarme lugares históricos y monumentos, sino que también me contó historias sobre la ciudad que él conocía de primera mano, y me llevó a lugares poco conocidos y románticos, donde me besó sin importar quién pudiera vernos.

—¿Y si alguien te reconoce y cuenta lo que ha visto? —había preguntado yo.

No solamente temía por lo que pudiesen decir de él, sino también por lo que sucedería si aquello llegaba a oídos de Luken o de mi padre, o de alguien de la academia.

—No me importa que alguien lo cuente. Ninguna revisa se atreverá a publicar nada sin mi permiso, porque saben que puedo hacer cerrar la revista, pero, además, no sería ninguna mentira que estamos juntos.

Durante la tarde, me había demostrado que no estaba acompañándolo como una simple amante, sino que estaba interesado en algo más conmigo. Y mis sentimientos por él se fortalecían a medida que pasábamos más tiempo juntos. No había nada que yo pudiese hacer por evitarlo, ni lo deseaba.

—La cena de esta noche será formal —me dijo cuando regresamos al hotel—. El socio con el que cenaremos es un vampiro de muchos años.

—Actuaré formal —aseguré.

—Siempre lo haces. Lo único que me preocupa es su actitud. No le gustan demasiado los humanos, y podría despreciarte. Trataré de contenerlo, pero no puedo asegurarte nada.

—Lo soportaré —le tranquilicé.

Si tenía que aguantar una cena donde se insultase a los humanos y se me despreciase, lo haría, por él. No respondería a las provocaciones y dejaría pasar los comentarios. Aquello no concordaba en absoluto con mi forma de ser, pero estaba dispuesta a aguantar una cena si era Zigor quien estaba a mi lado y sabiendo que él no me despreciaba.

—Gracias. —Acarició mi mejilla con las yemas de los dedos cuidadosamente—. Te lo compensaré, ¿vale? En cuanto termine lo que debo hacer aquí.

—Después de esta tarde, me siento más que compensada —admití, y lo decía en serio.

—Esto solamente ha sido una tarde. Pero tenemos más tiempo, mucho más.

No me arrepentía de haber decidido acompañarlo a aquel viaje. Solamente por haber podido pasar aquellas horas con él, disfrutando mientras veíamos la ciudad, en un ambiente cómodo, merecía la pena.

Cuando entré en la habitación para prepararme para la cena de aquella noche, la culpa me invadió. Zigor estaba haciendo todo lo que estaba en su mano por hacerme feliz, y lo estaba consiguiendo. Mis sentimientos por él crecían día tras día. Y, a pesar de todo, a pesar de sus esfuerzos y de lo que mi corazón decía, no podía negar lo que era: una cazadora. Él era el objetivo de mi misión. Él y nadie más. Y aquello me estaba destrozando lentamente, porque me odiaría cuando supiese la verdad.

Me duché, me vestí con un vestido sencillo y me apliqué un maquillaje ligero para la cena de aquella noche. Quería ir vestida de manera formal, pero no de forma exagerada, como si fuese a una gala. El vestido que había escogido, uno de los que Ariadna había insistido en que llevase en la maleta, me parecía adecuado.

Al recordar a mi amiga y ver que aún disponía de unos minutos libres, decidí llamarla. No quería que se preocupase por mí.

—¡Liher! —dijo Ariadna en cuanto respondió a la llamada—. ¿Cómo estás? Pensaba que no llamarías nunca.

—Eres una exagerada —dije, riendo—. Estoy muy bien.

—¡Cuéntame qué has hecho! ¿Cómo es Austria?

Le expliqué que había pasado la tarde recorriendo la ciudad con Zigor, omitiendo los detalles, y describí también el hotel. Sabía que sería del interés de mi amiga. A ella le habría encantado encontrarse en un hotel así, mientras que a mí no me importaba tanto. Éramos muy diferentes en aquel sentido.

—Algún día tú y yo haremos un viaje así —dijo con aire soñador—. Y Adrián también, claro. Sin ninguna misión de por medio, ni vidas en peligro, ni vampiros por los que preocuparnos. Solos los tres.

No fui capaz de decir lo poco probable que era que algo así pudiese suceder. La situación en la que nos encontrábamos no nos permitía tener tantas esperanzas. De hecho, debíamos darnos por satisfechas si salíamos con vida de todo aquello.

—¿Qué tal estás tú? —pregunté.

—Ya he vuelto a la academia, he visto a mis padres y estoy bien. Todos lo estamos.

—¿Y Adrián?

Sabía que no le había sucedido nada, pero a aquellas alturas, debía de saber que me encontraba en Austria con mi jefe, y no le habría gustado nada. Necesitaba saber cómo había reaccionado y, si era necesario, tranquilizarlo.

—Mal. Está muy molesto. Ha entrado al despacho del director, le ha gritado y ha estado a punto de ser expulsado de la academia por ello. Si no lo ha sido, es porque no estamos en la mejor situación.



#11712 en Fantasía
#4671 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: vampiros, amor, millonario

Editado: 03.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.