Su cazadora

Capítulo 26

No había esperado aquella respuesta, pues la joven del retrato apenas se parecía a él o a sus hermanos, al menos a los que yo había visto. Su alegría era contagiosa y, sin embargo, Zigor no parecía feliz al observar el cuadro que estaba colgado en su despacho.

—¿Cómo se llama? —pregunté, curiosa.

—Se llamaba Elisa —respondió—. Murió hace muchos años… era humana.

Me arrepentí de haber preguntado. Era evidente que Zigor aún echaba de menos a su hermana, y no sabía si quería hablar de ello conmigo o no. Yo era, al fin y al cabo, una cazadora a la que había conocido poco tiempo atrás. Tal vez aún no se sintiese con la confianza suficiente como para contarme algo acerca de su hermana.

—Siéntate —me indicó, señalando una de las dos sillas que había frente al escritorio.

Hice lo que me había indicado y tomé asiento. Él, por su parte, en lugar de sentarse al otro lado de la mesa, en su lugar habitual, lo hizo en la silla que estaba junto a mí, de forma que quedamos más cerca.

—Mi hermana Elisa era la menor de mis hermanos, y era humana —me explicó, con tranquilidad. Mientras hablaba, parecía recordar su infancia y los años que había pasado junto a su familia.

—¿Puede un vampiro tener hijos humanos? —me sorprendí.

—No. —La respuesta fue rotunda—. Pero, unos años después de nacer Milo, un hombre abusó de mi madre cuando ella regresaba a casa, y la dejó embarazada. Mi padre, que era rey, se vengó del hombre sometiéndolo a infinidad de torturas, hasta matarlo. Sin embargo, todos decidimos que el bebé que mi madre esperaba sería considerado un miembro más de la familia y que lo cuidaríamos. Mi madre dio a luz a una niña: Elisa.

Sonrió al recordarlo, y yo coloqué una mano sobre la suya para hacerle saber que contaba con mi apoyo. Quería que me sintiese cerca de él, que supiese que no estaba solo ni lo estaría. No mientras me tuviese a mí. Él agradeció el gesto con una pequeña sonrisa.

—Mi padre siempre la protegió de todo y de todos, al igual que mis hermanos y yo. Ella nos llenaba de alegría. Nunca la dejábamos sola, ni tampoco a mi madre. En secreto, siempre había una de nosotros cerca, por temor a que pudiese ocurrirle algo de nuevo a cualquiera de las dos.

—¿Por qué ninguno de vosotros las convirtió? —pregunté, curiosa.

Se estaba abriendo a mí, por lo que me atreví a formular una pregunta semejante.

—No querían. Mi madre amaba a mi padre, pero se negaba a convertirse en vampira, y Elisa era tan parecida a ella… No queríamos obligarlas a hacer algo que no deseaban de modo que, a pesar de que nos dolió, no intentamos convencerlas y no las convertimos en vampiras.

Supuse que debían de haberlas querido mucho para permitirles tomar una decisión así. Decisión que conllevaba perderlas, tarde o temprano. Me pregunté si, en caso de pedírselo, sería también Zigor capaz de permitirme continuar siendo humana. No estaba segura de ello.

—Actuasteis bien —comenté.

—Fue doloroso —admitió—. Cuando perdimos a mi madre, mi padre quiso quitarse la vida, pero no podía hacerlo y dejar sola a su hija. Esperó a que ella también falleciese, y después, mi padre se suicidó. Pensó que había vivido muchos años, y no quería continuar viviendo sin su alma gemela.

—Debió de ser duro. Perder a tu hermana y a tu padre de pronto…

—Lo fue, pero habíamos asumido que mi padre iba a morir, que era su deseo. Tras su muerte, al ser su hijo mayor y haber heredado su poder de convicción, lo cual no habían hecho mis hermanos, me convertí en rey.

—¿Nadie se opuso? ¿Ninguno de tus hermanos quería ocupar tu puesto?

—Todos sabían que sería yo el heredero —me explicó—. Yo el más fuerte de mis hermanos, el que más preparado estaba… Ellos sabían que no tenían ninguna posibilidad, y que mi padre me había escogido a mí. Nadie se opuso.

Se levantó entonces para acercarse al retrato de su hermana y observarlo más de cerca. Parecía gustarle mirarlo. No era de extrañar, dado que se trataba de su hermana pequeña, a la que tanto había querido.

—Era la hermana a la que más quería —confesó—. Era nuestra prioridad.

—¿Tuvo familia? Marido, hijos…

—Elisa era homosexual.

Saber aquello me sorprendió. No por el hecho de que lo fuese, sino por el hecho de que lo hubiesen normalizado y la familia estuviese al tanto de ello. Era consciente de que nada había sido sencillo para los homosexuales y, en la época en la que Zigor y Elisa habían vivido, debía de haber sido increíblemente complicado.

—A nadie le importaba que lo fuese —continuó diciendo él—. Mi padre tenía muchos años, y había viajado mucho, por lo que tenía la mente abierta. Nos lo inculcó a nosotros.

—¿No tuvo dificultades? Ser homosexual no debía de estar bien aceptado en la sociedad, por lo que sé.

—Elisa vivía en un pueblo junto a su pareja, tranquilas. Mi padre y yo habíamos convencido a los humanos de la zona de que no dijesen nada y lo aceptasen, por lo que no tuvo muchos problemas. Le facilitamos la vida cuanto pudimos.

Se volvió de nuevo hacia mí tras haber estado observando el retrato de su hermana. Yo me levanté y avancé hasta situarme a su lado, observando las dulces facciones de Elisa. Realmente había sido una chica hermosa.



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En el texto hay: vampiros, amor, millonario

Editado: 03.11.2022

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