Su cazadora

Capítulo 29

A pesar de no ser ya empleada de la empresa, tener sexo en el despacho de Zigor me parecía algo prohibido, por lo que me había atraído aún más. No habíamos sido delicados y cariñosos como al principio, sino más rápidos, buscando el placer sin perder demasiado tiempo.

Nos encontrábamos vistiéndonos de nuevo para marcharnos.

—Tengo cosas que hacer en casa, y hoy no hay demasiado trabajo —me había explicado él, encogiéndose de hombros.

Por tanto, antes incluso de que Estíbaliz regresase a su puesto de trabajo, nosotros ya nos encontrábamos en el coche, regresando a casa. Estaríamos solos, dado que Mario y Marla aún estaban de viaje y que Milo y Ariadna no habían vuelto tan pronto.

—¿Estará Paulo? —pregunté, recordando que me quedaba aún un hermano por conocer.

—No, no lo creo —respondió Zigor, despreocupado—. Le he dicho que venga a cenar esta noche, pero no vendrá antes.

—¿Es mayor que Mario?

—No, es menor. Yo soy el mayor, después está Mario, Paulo y, por último, Milo. La menor de todos era Elisa, por supuesto.

La manera en la que lo decía hacía ver el cariño que sentía por sus hermanos. Y prueba de ello era que, a pesar de los años que habían transcurrido desde la muerte de sus padres y hermana, los cuatro continuaban aún unidos, comportándose como una familia. Debía de haber habido problemas entre ellos, pero ninguno había llegado a separarlos, como había sucedido con tantas familias.

Llegamos a casa y fuimos directamente al comedor, donde ya había servida comida para dos personas. No sabía quién cocinaba en aquella casa, pero fuera quien fuese, me encantaba la comida que preparaba. El pollo de aquel día era el mejor que había probado en mucho tiempo.

—Zigor, hay algo que dijo Milo que no comprendí y a lo que he estado dando vueltas desde ayer.

—¿Qué es?

—Dijo que había vampiros que ya me conocían. ¿Por qué me conocerían algunos vampiros? ¿Les has hablado de mí?

Tal vez fuese una tontería y me estuviese comiendo la cabeza por nada, pero necesitaba una explicación. Y, a juzgar por su reacción sorprendida y la seriedad con la que se dispuso a abordar el asunto, supe que era algo más importante de lo que había imaginado.

—Porque ya te conocía.

—¿A qué te refieres? Me conociste cuando entré en tu empresa.

—No. Yo te conocí cuando eras una niña.

No comprendía nada. ¿Cómo era posible que me hubiese conocido años atrás? ¿Por qué no me había dicho nada?

—No tendrías más de cuatro años la primera vez que te vi —contó—. Estaba paseando con Milo y te acercaste a mí corriendo. Estabas huyendo de tu madre. No sé si sentiste algo porque, cuando tu madre llegó, no querías separarte de mí, y Milo y yo os acompañamos a por un helado.

¿Podía ser aquel el motivo por el que había recordado aquellos ojos azules? Estaba segura de que sí. De hecho, estando en presencia de Zigor, me había sentido abrumada por los recuerdos en más de una ocasión. ¿Cómo podía no haberme dado cuenta antes de lo que aquello significaba?

—Después de aquello, nos encontramos varias veces en el mismo lugar. Me habías despertado un sentimiento de cariño, y quería verte más. Jugaba contigo, te explicaba cosas… No tardé en descubrir, por la manera en la que te movías, que eras una cazadora.

—Pero yo no sabía que tú eras un vampiro —comprendí.

Mi madre habría impedido que nos viésemos de haber sabido lo que él era.

—Se lo expliqué a tu madre cuando tú tenías cinco años. No quería que continuase viéndote, aunque sabía que no te haría ningún daño. Solamente sentía cariño por ti, y me gustaba verte crecer.

—Continuaste viéndome.

—Sí. Tú incluso te escapabas si tu madre te prohibía verme, de modo que no le quedó otra opción. Te veía al menos un par de veces al mes hasta que, de pronto, nada. No volviste. Creía que al fin habías comprendido que los vampiros éramos vuestros enemigos naturales y que nuestra amistad había terminado. No volví a verte.

—Yo había sufrido el accidente.

—No lo supe. Nunca lo descubrí… debí haber investigado más, pero la rabia me superaba.

La historia me pareció incluso algo triste. De no saber que finalmente nos habíamos vuelto a encontrar, habría sentido una gran lástima por él.

—¿Sospechabas entonces que yo era tu alma gemela?

—Al principio, no. Solamente eras una niña, y mis sentimientos hacia ti no eran románticos. Quería cuidarte y estar a tu lado, pero nada más. Después, cuando no podía dejar de pensar en ti, sospeché que podía haber alguna conexión. Y lo confirmé cuando te vi en la empresa, con veinte años. Mis sentimientos hacia ti habían cambiado.

Aquella historia era demasiado difícil de asimilar en tan poco tiempo. No sabía cómo debía sentirme. ¿Enfadada, por no haber sabido nada antes? ¿Molesta? Era incapaz de sentir nada, pues aún continuaba perpleja. Me había ocultado en todo momento que me conocía.

Me alivió saber que solamente había tenido un interés romántico en mí al verme en la empresa, a mis veinte años. Siendo una niña, solamente había sentido cariño y deseos de protegerme, algo sano.



#11705 en Fantasía
#4666 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: vampiros, amor, millonario

Editado: 03.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.