Su crédito

Su crédito

Así fue como mi marido me anunció que había pedido un crédito de 20.000 grivnas para un negocio.
Un negocio de cuadros: pintar y vender. Pues sí, pidió un préstamo en el banco, con intereses enormes. Ni sé… mucho quería él ese “negocio”. ¿Y ahora cómo voy a devolverlo yo? Ni me lo creo, pero así pasó: él se pidió el crédito, y claro, hay que devolverlo.

Yo tengo mi huerto, y pensé en venderlo, así pagaré. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Es una suma enorme, para el negocio, dice él. Según él, es su talento, y según yo, es mi huerto.

Pero claro, la cosa es así: él antes iba a la ópera, y yo pensé que, si vendo el huerto, también iré a la ópera, a ver qué es eso. Esa era mi estrategia: pagar el crédito y descansar en la ópera.

Pues fui a la ópera, y mira tú… En esos tiempos yo trabajaba para conseguir ese huerto: servía en casa de un patrón, barría, limpiaba, hilaba para él, para que me diera la tierra. Y mi marido, mientras tanto, iba a la ópera a divertirse. ¡Vaya lujo la ópera! Y yo, tejiendo, barriendo, lavando, cocinando… Y él, mirando a las bailarinas. No sé… fui, probé, y mi estrategia no resultó tan buena. El crédito en el banco ucraniano ya había crecido a 200.000 grivnas.

Bueno, pues tengo coche. Lo vendo, y pago por el “empresario”, por mi negocio… digo, por SU negocio. Pero me acordé que alguna vez mi querido también iba a salones de masaje erótico. Entonces pensé: voy a seguir mi estrategia — vendo el coche y me voy al salón. Así descanso y pago el crédito.

Y fui al salón de masajes eróticos. ¡Pues qué placer! Y mientras tanto, yo me acordaba de cómo trabajaba la tierra, sembraba, cavaba, recogía… todo para que mi amado fuera feliz y descansara bien. Y él, claro, a los masajes. ¡Vaya empresario! El huerto ya se fue, el coche también… ¿y después qué? Este “negocio de oro con cuadros”, no sé ni qué pensar de mi querido, después de la ópera y del salón.

Me concentro: vendo la casa, porque los intereses crecieron, y el crédito ya es un millón. Sí, toca vender la casa también. Así es la vida. Me acuerdo de cómo él viajaba en tours, y yo dije: pues yo también, haré un tour por Ucrania. Y me fui. ¿Y qué pasó? Lo mismo otra vez.

En esos tiempos yo soñaba con ahorrar para la casa. Trabajaba en una fábrica, empaquetando, las manos me dolían, las piernas me fallaban. ¡Dios mío! Y él, de tours por Ucrania. Yo solo pensaba: que vuelva vivo de la carretera… y así descansaba él.

Pues bien, mi estrategia funcionó: vendí el huerto, el coche y la casa. Voy al banco a pagar el crédito por el sueño de mi vida, por lo que vendí todo lo que había conseguido con tanto trabajo. Y pienso: ¿no me habrá engañado él? Porque mientras él descansaba, yo trabajaba como una tonta. Quizás soy ingenua. Tal vez debo dejarlo todo y marcharme. Este hombre me ha costado media vida. Pero bueno, yo ingenua, lo vendí todo y voy a pagar, ahora ya como si fuera mi propio negocio.

Él decía que los cuadros eran caros, y todos lo felicitaban por sus obras. ¡Qué precios tenían los cuadros! Y yo, más tonta que nada, detrás de él.

Y al entrar en la sucursal del banco, no lo podía creer: vi a mi querido entregando sus “obras maestras” allí, para pagar el crédito.

Así fue como se quedaron los dos, mirándose uno al otro: yo, con la bolsita de dinero para el crédito, y él, con sus cuadros valiosos para lo mismo. Los dos parados, mirándose, sin poder decir palabra.



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En el texto hay: romantca

Editado: 22.09.2025

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