El juego empieza
Tener la mirada furiosa de Drake Donovan encima no era nada agradable. Reece Wood incluso empezaba a sentirse extraño, demasiado incómodo y desconcentrado a medida que el tiempo transcurría y su no—tan—amigo Drake no dejaba de observarlo. Lo cual, por tercera vez en el día, le recordó que debía empezar a saldar su cuenta y ayudar a la infortunada, y penosa, Amy.
Pero de solo recordar que debía pasar quizá toda la tarde entera con alguien que significaba el aburrimiento en persona hacía que algo en su interior se retorciera en desacuerdo. Prefería mantenerse allí, conversando con una amiga y poner en práctica lo que tan bien sabía hacer. O al menos eso pretendía hacer cuando algo útil cruzó por su mente. La solución a sus problemas cruzó las amplias puertas del comedor, su aspecto de autosuficiencia y arrogancia desprendiéndose de Jackson Ross en cada paso que daba, las manos escondidas en los bolsillos y la mirada oscura paseándose por todo el lugar.
Entonces una sonrisa cruzó sus labios, sabiéndose ganador al pensar en darle su trabajo a otro. Reece realmente tenía un plan cuando horas más tarde, después de haberse asegurado que absolutamente nadie los veía juntos, se acercó a Amy casi a escondidas, como si estuviese haciendo algo prohibido mientras miraba a su alrededor.
—Amy... —farfulló detrás suyo, una mano en el hombro de la muchacha que buscaba algo en su casillero con tanta concentración que no lo vio venir cuando la sorprendió detrás.
Fingió una sonrisa agradable cuando ella, algo despeinada y con los ojos vacíos, apagados, la miraron. No era él alguien observador, en lo absoluto, pero tampoco era tan tonto como para no notar que sus ojos, enrojecidos, se mantenían abrumados de la agonía. Se veía tan derrotada que por primera vez se preguntó qué tan mal podría estarla pasando ella como para que el mismo Drake le pidiera ayuda a alguien como él.
—Reece, ¿qué sucede? —cuestionó en un hilo de voz.
—Eso debería preguntar yo, ¿estás bien?
Sus manos se alzaron como reflejo hacia la mejilla sonrojada de la joven, inspeccionando con interés el rostro pungido de Amy que denotaba tristeza.
—Lo estoy, siempre —recalcó Donovan con firmeza antes de retroceder hasta huir del contacto de Wood.
Soltó una risa burlona, repitiéndose que no debería preocuparse siquiera cuando todo lo que ella haría sería despreciarlo. Porque no, Reece era demasiado orgulloso como para permitirse rebajarse a cualquier nivel que no le otorgara utilidad absoluta. Y recordándose internamente que la buscó precisamente para acabar con el recado de Drake para así poder ser libre, nuevamente, empezó con ello que alguna vez le sería una tortura.
—Tengo un plan en mente que te ayudará a ser alguien grande —empezó a decir mientras rodeaba el hombro de Amy y la empujaba ligeramente por el pasillo para dejarla precisamente en la boca del lobo—. Y ya que tu tonto hermanito me contó que sueles estar metida en peleas... —narró emocionado por su precioso plan. Ella sería su conejillo de indias del que podría sacarle provecho con los demás—. Pienso que la defensa personal es algo muy importante. Eso y a sentirte segura de ti misma, valorarte y esas mierdas psicológicas.
Un jadeo exasperado llegó a él al mismo tiempo en el que su vista se enfocaba sobre la silueta de un muchacho recostado sobre las barandas de las escaleras con impaciencia y aburrimiento. Fue entonces cuando, a la vez, sintió a la muchacha tensarse bajo su regazo cuando Jackson Ross empezaba a acercarse.
—Creo que es una mala idea... —empezó a decir ella con desesperación, intentando retroceder inútilmente cuando estuvieron a menos de un metro de distancia de Jackson.
Él prácticamente la siguió empujando por todo el trayecto. Nunca dejándose llevar por las decisiones de Amy. Jackson se había visto muy de acuerdo en ayudarlo a destruir, es decir, ayudar a su nueva presa.
—Yo creo que es una perfecta idea —finalizó cuando estuvieron los tres reunidos.
Por un momento creyó que su amigo se enfadaría por haberle engañado con aquellos comentarios y que se iría de allí para no ayudarle ni un poco, pero solo tuvo que ver sus ojos brillar con malicia y fascinación sobre ella para que una sonrisa triunfal invadiera el rostro de Reece Wood.
—La pequeña Donovan, quién lo diría... —canturreó el castaño Jackson con burla hacia la muchacha que temblaba detrás suyo, siempre soltando su característico tono burlesco—. Reece me dijo que necesitabas ayuda para defenderte de idiotas que te molestan —siguió diciendo entre risas contenidas de las que Reece Wood no pudo entender las razones—. Así que aquí me tienes, seré tu entrenador personal, pequeña —Extendió los brazos y él creyó oír un sollozo quedo a su lado—. Todo tuyo.
Reece había dejado de sonreír. Los miraba ceñudo, los brazos cruzados e intentando saber qué sucedía exactamente porque de pronto se sentía fuera de lugar, como si realmente estorbara al lado de aquella pareja que se miraban fijos. Con la cabeza ladeada, dio un rápido vistazo a la cobriza y no puedo evitar notar que no dejaba de mirar nerviosa a Jackson, como si de un momento a otro fuera a golpearle.
—No te hará daño, Amy. Él te ayudará a defenderte y yo... —sonrió Reece—. Yo haré lo demás. Haremos lo que tu hermano me pidió.
Era una lástima que Drake no haya especificado qué quería, ahora tendría que hacer de Amy lo que él quisiera, pensó Wood. Y la verdad era esta, se sentía curioso por saber lo mala que ella podría ser. Así que esa era su verdadera meta, convertirla en toda una zorra. Aunque por el momento parecía imposible.
—¿Qué te pidió? —cuestionó Jake entre fastidiado y curioso, observando tan fijamente a Amy que deseada de pronto querer voltearle rostro.
—Tú dedícate a hacer tu parte, eso es lo único que debes saber.
—Y mi paga, ¿qué me darás por desperdiciar las tardes con esta mocosa?