Su dulce debilidad

Capítulo 5: Un pequeño cambio

Paso 2: Cambio de imagen

—No me digas, ¿piensas enamorarla y luego romperle el corazón? —rió Ariel, besándole la comisura de los labios con aprensión mientras hacia débiles caricias en su nuca.

Reece Wood chasqueó la lengua con aburrimiento al pensar en lo aburrido que sería ponerse a enamorar con la aburrida de Amy Donovan. ¿Enamorarla? No, sólo planeaba jugar un poco con ella, lo suficiente como para convertirla en su juguete personal. Es más, eso incluso le recordaba que debía ponerse a hacer algo al respecto si, para empezar, no deseaba recibir una visita de Drake por no haber hecho absolutamente por ayudar a la cobriza a "cambiar".

—No, algo mejor —Le respondió a la pelirroja que, sentada en su regazo, jugaba con los mechones cortos de su cabello oscuro.

Por el momento, se había dedicado a dejarle todo el trabajo a su buen amigo Jackson.

"Pobre Jake, la debe estar pasando tan mal con ella", se lamentó cuando, horas después, iba directo al gimnasio donde sabía que Jackson Ross estaría entrenando a la sosa Amy Donovan. Imaginaba a su amigo regañándola y gritándola mientras le dejaba muchos ejercicios físicos. Los creyó gritándose insultos después de una semana de entrenamiento personal, así que fue imposible no sorprenderse cuando, al entrar al gimnasio encontró algo que lo desconcertó.

Detrás de ella, Jackson mantenía una mano posada con suavidad en la cintura de Amy, susurrándole algo al oído con una inmensa sonrisa al oído mientras, con delicadeza, la ayudaba a golpear en movimientos ágiles y directos. No supo cómo, pero una corriente agria de molestia le sacudió el pecho al ver la paciencia que su mejor amigo tenía con la tonta Donovan. Se suponía que debía tratarla mal, como siempre lo hacía, que estaría gritándole y que la haría sentir mal para luego, personalmente él, Reece Wood, se encargase de ello.

La manera en la que la tocaba, cómo le sonreía y murmuraba mientras una concentrada cobriza seguía instrucciones hizo que quisiera vomitar. Reece Wood odiaba que las cosas no salieran como él quería. Así que harto de aquella muestra de debilidad y estupidez de Jake, cerró la puerta de un sonoro portazo para hacerlos reaccionar. Y lo logró. Jackson al verlo de pie bajo el marco de la puerta se alejó de ella como si le repeliera, soltándola como si el contacto de Amy le quemara hasta en lo más profundo de su ser, dirigiéndole una fugaz mirada como si tenerla a su lado fuese más que repugnante.

—¿Qué haces aquí? —murmuró Amy con el entrecejo fruncido mientras retiraba cortos mechones de cabello de su rostro cansino, inspirando y expirando con dificultad.

La inspeccionó con tranquilidad, pensando en que Jackson, de todos modos, nunca desperdiciaba ninguna oportunidad con ninguna chica. ¿Pero ella?
Jake debía estar muy idiota últimamente como para al menos poder fijarse en esa chica, tan sosa y aburrida.

—Vengo por ti —Soltó con una inmensa sonrisa al ver a Jackson dirigirle una mirada de confusión total—. No te importará, ¿o sí, Jake?

El susodicho, por su parte, se limitó a tomar una mochila y, con su típico porte indiferente, pasar por su lado para irse de allí sin mediar mayores palabras.

—Haz lo que quieras —respondió Ross indiferente antes de cerrar la puerta.

—Pensaba que estarían matándose —rió mientras esperaba a que ella lo alcanzara a trompicones.

—Al principio sí pero puede llegar a ser muy agradable —respondió Amy—. ¿Qué se supone que haremos?

Un suspiro cansino se escapó de sus labios mientras se disponía a entrar al auto, no muy seguro de qué responderle. Más que hacer algo, Reece sentía que todo aquello relacionado con Donovan era una verdadera perdida de tiempo. Realmente esperaba que no fuera tan aburrida como lo imaginaba. Pensó que había una esperanza en ella hasta que, sentada a su lado, perdió cualquier atisbo de fe al verla desaliñada y sudorosa por el reciente ejercicio.

Por supuesto, era en lo único que alguien como él podría fijarse.

—Ya sabes, un cambio de imagen —respondió con molestia, como si hacer eso ya fuera muy humillante de por sí—. Aunque puede ser algo difícil —murmuró para sí mientras la recorría de pies a cabeza con desagrado.

Empezó el recorrido sin importarle que, ante sus palabras, Amy se había encogido en el asiento.

—No es necesario.

Soltó una carcajada sin poder evitarlo.

—Oh, créeme que lo es. No te preocupes, se lo debo a Drake así que yo me ocupo de eso. Conozco a alguien que nos puede ayudar, no hace maravillas pero será útil.

Nuevamente, Amy lo miró ofendida, el enfado cubriéndole el rostro de a pocos.

—Eres un jodido...

—Llegamos, bájate.

Con una sonrisa maliciosa, Reece abrió salió impaciente, sin siquiera esperarla, para entrar a aquel lujoso y elegante centro de belleza. Dio rápidos pasos, avergonzado por tener que ir con ella en un lugar tan fino como ese.

Como fuera, apenas tuvo que pisar allí para que fuese acogido como en casa.

—El pequeño Reece Wood... —murmuró una voz delicada a su lado—. ¿Qué te trae por aquí?

Miró por detrás de su hombro cuando una agitada cobriza entró a trompicones al lugar, cuando se quedó anonadada mirando las paredes tapizadas y cubiertas de máquinas y productos de belleza.

—Necesito un favor —dijo levantando la ceja con arrogancia, señalando a Amy con la cabeza—. Haz lo mejor que puedas.

La mujer volvió a reír ante ello.

—¿Qué tan desagradable puede ser como para...? Vaya... —farfulló sorprendida cuando todas las miradas de posaron en Amy, de pie y agitada al lado de Wood.

Amy Donovan se sintió incómoda bajo la insistente mirada de la mujer que la inspeccionaba emocionada, recorriendo los ojos sobre ella todo el tiempo.

No hay nada que no pueda hacer con esta criatura —siguió diciendo la alta señora mientras removía su cabello.



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En el texto hay: celos, amor, triangulo amoroso

Editado: 29.10.2020

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