El primer error
Estaba aceptable. Se había visto al espejo al menos un par de veces y sabía que aquello sería suficiente contentar a su familia, sobre todo a su madre. Olvidó su discusión con Reece y Jackson cuando, con su corazón golpeteando impaciente ante la expectación, abrió la puerta de su casa con una sonrisa nerviosa en sus labios. Ella solo quería un poco del cariño de su madre, de ese amor que abrigaba a Drake hasta el amanecer, que lo abrazaba en el cariño infinito que siempre le brindaba. Amy quería sentirse querida tal y como era, y que, por una vez, la aceptaran como nunca lo hicieron, ni siquiera su familia.
Amy Donovan había entrado, acomodándose el cabello para mantener su nueva imagen que la agradable señora le había hecho aquella tarde, y la buscó por toda la casa como la niña pequeña que solía ser.
—Má, es que hoy iré más tarde a... —empezó a decir al verla cortando verduras en la cocina.
—Ahora no, Jamie, estoy ocupada —respondió sin voltear a mirarla—. Si tienes hambre puedes calentar la cena de ayer.
Su mano tembló ligeramente entorno al dobladillo de la blusa, sujetando las bolsas de compra con fuerza entre los dedos.
—Pero...
—Anda, apúrate y hierve el agua, tu padre y Drake no tardarán en regresar para cenar.
Entre suspiros, se dispuso a ayudar a su madre sin hacer vanos intentos en mediar palabra con ella. Prefería eso que discutir como siempre lo hacían. De todas maneras terminaría siendo gritada por ambos.
No esperó mucho y horas después se encontró en su habitación apenas iluminada por la luz nocturna que se infiltraba desde la calle.
Se dirigió a las ventanas de su habitación, mirando a la calle cuando la silueta de un muchacho con el torso desnudo, de la habitación de la casa enfrente a la suya, llamó su atención. No pudo evitar sonrojarse cuando lo vio sacudirse el cabello húmedo, dando vueltas sin que notase la insistente mirada de Amy.
Pero apenas bastó que sus miradas se cruzaran para que cerrara las cortinas de golpe. Se apresuró a ponerse el pijama y, con el corazón latiendo desbocado al verse descubierta, casi babeando como una tonta ante la imagen, se metió entre las sábanas.
Pasaron cinco y casi diez minutos hasta que suaves pisadas en su habitación la despertaron del transe a sueño en el que se encontraba. Se sobresaltó de un brinco cuando sintió que alguien se tumbaba al lado suyo, acurrucándose también. Su piel se crispó y una corriente helada la invadió al sentir cómo un brazo la abrazaba contra un firme pecho. Aún así no tuvo que voltear a ver para saber de quién se trataba.
—Jackson Ross, vete —espetó sin abrir los ojos.
—No deberías dejar las ventanas abiertas, pequeña —dijo lentamente, la voz acariciando su nuca por la cercanía—. Cualquier pervertido podría entrar.
—Esto no es gracioso, vete porque mis padres podrían entrar en cualquier momento.
—Nunca entran, no intentes engañarme.
Soltó un suspiro cansino y se decidió a dar la vuelta para finalmente encararlo como debía. Aunque sus rostros quedaron repentinamente tan cerca que se regañó internamente por no haberlo previsto.
—Entonces, ¿qué quieres? ¿qué haces aquí?
—No te hagas la sorprendida —susurró Jackson mientras, con una sonrisa ladina, subía un par de dedos hacia ella, retirándole un par de mechones cobrizos del rostro con delicadeza—. No podía dormir y pensé, "¿por qué no darle una visita a mi vecina favorita?"
—¿Hablas de Ariel? — fingió desconcierto ya que, para su buena, o futura mala, suerte, también vivía extremadamente cerca.
—Demasiado sexy pero no por hoy —soltó con una risa ronca—. O quizá podría... —murmuró pensativo—. Vamos, solo quería saber cómo lo estabas pasando con estos cambios que Reece te ha metido en la cabeza —Le acarició el hombro de manera amical y sonrío—. Sé que muchas veces estás pasando por momentos difíciles en la escuela o incluso aquí en tu hogar, pero... —Jackson le dirigió una mirada larga y comprensiva antes de soltar—: Siempre puedes confiar en mí para lo que sea, aún cuando pueda ser algo idiota algunas veces.
Aquello le resultaba bastante extraño, viniendo por parte de Jackson, sin embargo no podía dejar pasar aquel detalle que se le hizo agradable a Amy Donovan.
—Gracias Jake, aunque no sea así de fácil muchas veces.
—Sí, bueno, pero no lo olvides, Jamie —respondió atención, haciendo aspavientos con la mano izquierda cuando se acomodó para salir—. Por cierto, mañana estaré ocupado, así que tienes el día libre.
"Ocupado"
Sonrió con pesadez, cerrando los ojos con fuerza cuando su pecho pareció detenerse un pequeño instante. Lo conocía lo suficiente como para saber que a Ross le encantaba atormentarla con esos temas que podían llegar a dolerle tanto.
|...|
Después de lo molesto y arrogante que Reece Wood era, Amy se repitió muchísimas veces lo tonta que era por continuar haciéndole caso en todo. Y es que todavía creía que de alguna manera el molesto de Reece quizá podría ayudarle. Aunque no estaba segura si eso valía la pena.
Tocó la puerta con desgano y esperó por al menos cinco minutos hasta que la puerta se abrió frente a ella, dando paso a un somnoliento y cansado Wood.
—Vaya, pensé que no vendrías... No importa, entra —dijo antes de darse media vuelta y dejar la puerta sin cerrar.
Todo era tan elegante y fino que empezó a serle incómodo. Se veía todo incluso más caro que el auto de sus padres.
—¿Qué sigue ahora? —cuestionó reacia mientras tomaba asiento en uno de los sofás.
Ver la amplia sonrisa extenderse en el rostro del muchacho hizo que se arrepintiera de ir allí.
—Divertirte —respondió él como si hablase del clima—. Hoy hay una fiesta en las afueras de la ciudad. Tu tarea de hoy es vestirte muy bien, sonreír en todo momento y dejarte llevar.