Su dulce debilidad

Capítulo 12: Ayuda

Ir al lado de su hermana no causaba la sensación más exquisita de todas. Peyton era siempre muy alegre, audaz y con una genuina sonrisa en los labios que hacía a cualquiera sonreír embobado. Y luego estaba Amy, sintiendo estar nuevamente en las sombras de su tan querida hermana. Pero aun así estaba allí, viendo ropas muy femeninas y de todo tipo en un centro comercial cerca de su casa. La veía rondar por toda la tienda con muchos vestidos, faldas y blusas finas que se acentuaban bien a su figura delgada y esbelta. Después de largos minutos, recordándose que a pesar de ser hermanas, Peyton sí tenía la capacidad adquisitiva como para comprarse todas las prendas que quisiera, a comparación de ella que solo podía observarla de lejos.

―Estoy segura que esto te quedará bien ―la oyó decir media hora después. Entonces la rubia le tendió una linda falda, pero demasiada corta para su gusto―. Pruébatelo.

―No creo que esto sea una buena idea. Tampoco creo que me quede bien...

No era algo que usaría jamás porque, simplemente, no iban con gustos suyos. Ella no era precisamente la chica más femenina que se maquillaba a cada lugar que salía, sino, al contrario, era su apariencia lo último en lo que se fijaba antes de salir de casa. Aunque últimamente, desde la llegada de su hermana, eso cambiara sin notarlo.

Amy era un poco callada y Peyton la más sociable de todas. Amy podía pasar desapercibida a cada lugar que iba, pero su hermana captaba la atención de cualquiera con solo llegar. La rubia era sonriente, carismática y sensual, y Amy solo era Amy. Ese fue el resultado de vivir bajo la sombra de dos hermanos perfectos y cuyos padres la dejaban a su libre albedrío. Desde pequeña, era siempre por Drake, su mellizo, por quien solían velar, por quien libraban amor en cada momento de sus vidas. Además de que, desde niños, su hermano fue un tanto problemático y consentido, que causaba alborotos cada vez que la familia Donovan salía.

|...|

Un suave silbido la hizo reaccionar muy tarde.

―Vaya, vaya... ―canturreó Peyton mientras estacionaba el auto frente a su casa―. ¿Quién es él?

―Solo un compañero de clase.

―¡Bien! ―Le cortó su hermana con una enorme sonrisa maliciosa mientras desabrochaba el cinturón de seguridad―. Supongo que no te molestará si conversamos un momento, ¿verdad?

Amy no tuvo siquiera que voltear a mirar lo que estaba sucediendo para saber lo que claramente sucedería. Bajó exasperada del auto, siguiendo a la risueña rubia que acompañaba al alto muchacho de cabellos oscuros que yacía de pie en la entrada de su casa. Ni siquiera tuvo que presentar a ambos jóvenes porque, para entonces, ya se encontraban riendo y conversando con una marcada sonrisa en los labios. Y, de cierta forma, le molestaba. Reece acababa de cumplir con su promesa al acudir esa misma tarde a su casa y allí estaba él, apoyado sobre el muro y, con los brazos cruzados, deslizando la mirada con cautela sobre el cuerpo de su hermana. Pasó de ellos. Se limitó a sacar el manojo de llaves de su chaqueta y abrir la puerta sin siquiera mirarlo una vez. Entró y subió directo a su habitación mientras las voces empezaban a apagarse cada vez más rápido.

Al menos hasta que, casi media hora después, oyó la puerta de su habitación abrirse. Como fuera, desde el asiento de su escritorio de estudios, se limitó a mirarlo por detrás de su hombro, asombrada, antes de pasar la página de su libro.

―No sabía que tenías una hermana tan agradable―Lo oyó reír mientras se le acercaba.

―No esperaba que vinieras ―cambió de tema con fastidio.

―Bueno... ―Soltó él una risa más suave―. Dije que vendría, ¿no?

Y también le había prometido otros temas más, pero nunca fueron llevados a cabo. Entonces callaron. Sin saber qué decir, se limitó a continuar leyendo su libro aun cuando la intensa mirada de Reece Wood se encontró puesta en ella en la corta distancia que los separaba.

No entendió en lo absoluto el comportamiento de Reece. Era ya demasiado incomodo cuando, en casi media hora desde su llegada a casa, lo único que él había atinado a hacer fue observarla muy detenidamente, como si intentara descubrir aquello que ocultaba. Y eso, de cierta forma, la ponía nerviosa. Amy realmente lo intentó. Con la mirada fija en los libros y leyendo ansiosa, su cuerpo pareció enfriarse de pies a cabeza cuando un suave y cálido tacto acarició su mejilla con excesiva lentitud. Sus manos se pusieron tensas y no pudo siquiera moverse de su asiento cuando los dedos de Reece Wood continuaron deslizándose por sus pómulos, delineando con el pulgar el marco de su rostro. La tomó desprevenida, además de que aquel acto la llenaba de sensación que la puso aún más nerviosa.

―Reece, basta ―musitó con cierta dureza al alejarse lo suficiente de él.

Ella simplemente no estaba acostumbrada a aquellas muestras de afecto, mucho menos viniendo de alguien que era menos que su un amigo suyo.

―Te extrañé estas semanas, ¿sabes? ―rio él y pasó por alto su desplante, muy confiado cuando acortó cualquier distancia entre ellos y, ágil, posó un par de dedos bajo el mentón de la castaña para que lo mirase directamente a los ojos―. Escucha, Amy... ―empezó a decir con tanta suavidad que no le dio buenos augurios de lo que estaba por suceder. Como fuera, se mantuvo quieta y atenta a cada palabra que él estaba por decir y que, sin embargo, veía venir.

Pero el silencio de Reece y la calurosa mirada cargada de lástima que le dirigió no hizo más que tensar el ambiente.

―¿Qué? ¿Qué sucede?

Un chasquido salió de los labios de Wood antes de que todo lo que quería decir saliera de él.

―He sido el peor amigo de todos hasta ahora pero... ―Entonces se detuvo bruscamente, buscando las palabras en el revoltijo de su mente mientras retiraba los mechones de cabello que cubrían el rostro de Amy. La miró y entonces dijo―: He oído ciertas cosas sobre ti, sabes que si algo está mal podemos solucionarlo juntos. O, al menos, haré el intento ―sonrió.



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En el texto hay: celos, amor, triangulo amoroso

Editado: 29.10.2020

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