Unos ruidos lejanos y voces conocidas empezaron a despertarlo. Reece apenas entreabrió los ojos un poco y volvió a quedarse dormido. Soltó un resoplido cansino, rodando en su cama de manera inconsciente cuando se topó con un cuerpo más pequeño y delgado. Levantó la mano y, sumergido en el mundo onírico, deslizó los dedos suavemente sobre la suave pierna que se enrollaba alrededor de su cintura. Fue entonces, cuando sintió la fría piel de Amy quemarle, cuando empezó a recobrar sus sentidos. Su mente despertó tan lentamente que le tomó un minuto notar en la situación en la que se encontraban.
Entonces sucedió.
Reece abrió los ojos con pereza y, en el preciso instante en el que sus ojos se posaron sobre el tranquilo rostro de Amy a centímetros de distancia del suyo, la puerta de la habitación se abrió en ruidosa desmesura y alguien encendió la luz de manera simultánea.
―¡REECE, HORA DE LEVAN...
Se talló los ojos con molestia, dejando que la castaña se acurrucara contra su pecho por la molesta luz que les quemó los parpados cuando giró a ver quienes eran los idiotas que fueron a molestarlo tan temprano.
―¿Qué diablos hacen aquí tan temprano? ―cuestionó molesto a sus tres amigos que lo observaban bajo el marco de la puerta.
Ninguno les respondió y, para su molestia, tampoco se fueron. Uno lo miraba socarrón, otro sorprendido y, por último, tenía una furiosa mirada encima suyo que parecía querer asesinarlo allí mismo. Se quedó mirándolos fijamente a la espera de que se fueran sin tener que desperdiciar energías dándoles órdenes. Sobre todo porque no quería que ella se despertara aún, estaba muy cómodo entre aquellos brazos como para querer levantarse de la cama.
Hunter, sin dejar de dirigirle una sonrisa cómplice, se paseó por toda la habitación observándola como si estuviese frente a él algo curioso.
―No lo puedo creer, y ayer decías que ella te importaba una verdadera mier...
―Hunter, vete de aquí ―espetó molesto y ansioso cuando Amy soltó un suspiro sobre su cuello, haciéndole cosquillas―. Los tres afuera.
Las manos de Amy sobre su pecho y los delgados labios rozándole la nuca, no hicieron más que ponerlo aún más nervioso frente a sus amigos.
―Drake va a enojarse mucho cuando se entere de que te metiste con su hermana ―canturreó el susodicho―. ¿Verdad, Tay?
Estaba empezando a molestarse realmente. ¿No podían solo dejarlo dormir un poco más? Es más, quería que desaparecieran antes de que terminara por enfurecer. Reece Wood cerró los ojos por un par de segundos y suspiró lo más profundo que pudo antes de decidirse a decir una respuesta sumamente calmada.
―No vamos a hablar de esto aquí ―logró decir Reece entre los dientes, aunque con la voz algo enronquecida―. Espérenme afuera, salgo en unos minutos.
―Como quieras, Reece ―espetó Jackson con fastidio.
¿Qué demonios le sucedía a ese idiota? No era su culpa que él no tuviese diversión.
Pero aquel arrebato le molestó tanto que no tardó ni diez minutos en levantarse, asearse y salir al salón de la casa, despotricando contra sus tres supuestos amigos que no dejaban de gritar en su propia casa.
―¿Puedo saber qué hacen aquí? ―soltó con desgano, pensando en lo bien que podía estar durmiendo en ese momento.
―Son las nueve de la mañana y como estábamos por aquí... ―fue lo único que respondió Taylor que apenas le prestaba atención―. No queríamos que te quedaras tan solo pero parece que estás muy bien acompañado ―Solo entonces levantó la cabeza y sonrió a Ross ampliamente―. ¿O no, Jake?
―Vete a la mierda, Bradford ―escupió el castaño con enfado, los brazos cruzados y la mandíbula presionada con fuerza.
Reece pasó por alto la molestia de Jackson y se sentó al lado de ellos con cansancio. Tenía una molesta presión en la cabeza que no dejaba de dolerle, como si le hubiesen golpeado con un bate de béisbol horas atrás. Se sentía lo suficientemente mal como para participar de la aburrida charla que sus amigos tenían. Besar a Amy jamás estuvo dentro de sus planes, incluso se hubiese reído a mandíbula batiente de solo pensar en hacer una tontería así. Pero se había sentido tan bien que no se arrepentía en lo absoluto. Sentía haberse sumergido en sueño profundo, como si tocara las nubes con la punta de los dedos. Era eso o, simplemente, estuvo muy borracho. Como fuera, le encantó la sensación que aleteó en su pecho cuando la besó la noche anterior. No pudo desprenderse y su fuerza de voluntad tampoco se lo permitió. Deseó poder estar allí por siempre, tranquilo y pacifico entre los delgados brazos que lo rodeaban como si su vida dependiera de ello.
―Estuvo muy divertido, Jake, hubieses venido.
Le había gustado lo suficiente como para querer divertirse un rato más.
―¿Venir? ―Se mofó Jake―. Si hubieses tenido la oportunidad de estar con la caliente hermanita de Drake, también hubiera faltado ayer.
Reece parpadeó confuso y lo miró como si hubiese enloquecido.
―¿De qué diablos hablas? Amy estuvo todo el tiempo conmigo ayer―respondió confundido.
―No, no, hablo de la otra hermana ―resaltó Jackson como si hablara con un niño de cinco años―. Amy es linda pero Peyton está como un tren.
Levantó una ceja con gracia, mordiéndose los labios para no reír tan fuerte.
―No hicimos nada, solo dormimos juntos.
Fue Taylor quien rió esta vez.
―¿Desde cuándo tú solo duermes con ellas?
―Estaba muy cansado como para hacer algo más. Además no iba a dejarla en el sofá ―Se burló.
―Lo que quieres decir es que ella no quiere eso contigo.
Estupendo
Su preciosa mañana acababa de fastidiarse. Todo empeoraba cada segundo en el que veía los oscuros ojos de Jake mirándolo como si quisiera asesinarlo.
―¿Qué carajos te pasa, Ross?
―Eso Jake, sé hombrecito y dile.
Estúpido Hunter...