Cuando Amy salió de clases lo primero que vio fue a Hunter discutiendo con Anne, aquella chica con la que se veía por las noches y por el día solía ignorarlo, frente a los casilleros. Era tan extraño verlo furioso y exaltado que no pudo evitar preocuparse por él. Había sido tan buen amigo... Era el primer y único mejor amigo, bueno y sincero, que había tenido hasta el momento. Y eso le encantaba. Le gustaba tener alguien con quién hablar y desfogar sus penas, alguien que la escuchara y aconsejara. Era de pronto aquel amigo que había estado buscando en Reece en un inicio y nunca encontró. Aún así le dolía que Wood pensara que después de todo podía seguir utilizándola.
—¿Vas a casa? —preguntó Drake de pronto a su lado, abrazándola de los hombros con toda la confianza que pocas veces tenía. Y es que era tan extraño que su hermano le hablara en clases que fue imposible no sorprenderse al oírlo—. Unos amigos me llevan, puedes venir conmigo y así hablamos un rato. ¿Qué dices?
Su popular y tan querido por todos mellizo, Drake Donovan, continuó caminando hacia la salida sin dejar de mirarla de reojo. ¿Por qué no gritarle en la cara que todo aquello que estaba sucediéndole con Reece era culpa suya? Fue precisamente idea de Drake el que Wood le enseñara a cambiar y, supuestamente ser más fuerte.
—No lo creo.
Así que claro que no quería estar ahí con Drake. Empujó a su hermano con fastidio y continuó caminando, esbozando una sonrisa genuina cuando vio a Hunter saludándola.
—Qué hay, Drake —saludó su amigo con aquella sonrisa que siempre tenía. Su hermano, por el contrario, pareció intimidarse como todos los demás por la imagen de Hunter, alto, grande y ligeramente tatuado—. No te importa si me llevo a tu hermana un momento, ¿verdad?
Drake pareció obligarse a sonreír y, retrocediendo incómodo, empezó a alejarse de ellos.
—Eh... Yo... normal, no hay ningún problema —carraspeó.
Drake se fue dando pasos apresurados, casi corriendo después de que lo hubiesen espantado sin haberlo notado siquiera.
Hunter alargó su sonrisa y rió por lo bajo.
—Qué agradable es.
No entendía por qué todos se sentían intimidados por Hunter con lo bueno y sonriente que era siempre. Sí, era alto, y tenía aquella mirada que ponía a todos bajo sus órdenes cuando se enojaba, pero era demasiado simpático como para querer huir de él. Al contrario, Amy se sentía incapaz de huir de aquella hermosa sonrisa que Hunter tenía solo para ella.
—¿Todo bien con Anne? Creí que ya no se veían después de... que te dejó esperando.
Hunter bufó y meneó la cabeza con exasperación.
—Sólo fue a dejarme en claro que no me libraré de ella fácilmente, por mucho que esté también detrás de Taylor. ¿Sabes, Amy? Estoy cansado de ella, no puede solo utilizarme cuando se le dé la jodida gana.
—Entonces sé tú quien corte con ella definitivamente. Cuando te busque en la noche —Cualquiera podría saber para qué— dile que te deje en paz.
Lo oyó reír y, mientras salían hacia las calles, dejó que apoyara el brazo sobre su hombro con confianza.
—No es tan fácil. ¡Es que, joder, estoy cansado de esto! No me gusta su juego del tira y afloja. Al menos que salga con alguien seriamente no me dejará tranquilo —espetó con fastidio, dándole una fugaz mirada—. Se me ha ocurrido que podríamos...
—¡Amy!
Entonces ambos se detuvieron bruscamente cuando un auto aprecio frente a ellos. La cabeza de Reece apareció por la ventana con una sonrisa ladina y en ella aprecio un revoltijo de emociones en el estómago, y no precisamente de la emoción de verlo. Eran aquellas cosquillas que sentías cuando caías de lo alto de un precipicio lo que Amy sintió en aquel instante.
—Reece... —soltó un suspiro exasperado.
¿Por qué no la dejaba tranquila?
—Sube, linda, iremos de paseo —Le guiñó un ojo—. Tengo el lugar perfecto solo para nosotros —dijo sin dejar de lanzar miradas de fastidio a Hunter.
Y claro que sabía cómo terminaría eso. La llevaría algún descampado solo para besarla y hacer con ella lo que quisiera para, quizá, dejarla olvidada hasta que deseara.
—Vaya, Reece, lo siento tanto... —fingió, aunque muy dentro de ella incluso deseaba ir con él—. Estoy con Hunter ahora —dijo como si fuese lo más obvio del mundo, palmeando el hombro al susodicho y deslizando su mano por su brazo—. Puedes acompañarnos si...
—Lo que Amy quiere decir es que estamos teniendo una conversación privada —acotó Hunter con aburrimiento—. Adios, Reece, nos vemos en la casa de Tay más tarde.
Hunter la tomó de la mano y haló de ella rápidamente, conduciéndola lejos de aquel auto de manera tan repentina que no tuvo tiempo de asimilar lo que su amigo estaba haciendo. Giró la cabeza y esbozó una amplia sonrisa al muchacho que no dejaba de mirarlos con el rostro tan serio que llegó a preocuparla.
—¡Adiós, Reece!
Y entonces desapareció de su vista. Ambos quedaron en silencio y una mueca de tristeza apareció en su rostro al recordar lo que había sucedido el día anterior.
—Ayer Reece me buscó mientras regresaba a casa. Él... —carraspeó incómoda—. Me besó y luego me pidió perdón.
—Lo suponía —medito Hunter con la voz baja—. Él sabe jugar mejor que yo y nunca falla. Supongo que aceptaste ser su amiga con derechos, ¿o no?
Fue tan incómodo y se sintió tan avergonzada que ella se detuvo bruscamente cuando Hunter paró en seco en media calle concurrida. La miró severo, analizándola y estudiándola como si, de alguna manera, quisiera entender sus razones.
—¿Por qué? —murmuró él en un hilo de voz, la voz tan ronca que un escalofríos la recorrió entera al recibir aquella mirada que lucía a decepción—. ¿Por qué jodidos aceptarías ser otra de las chicas de Reece?
No se entendía ni a sí misma pero lo que sí tenía claro era aquel inmenso dolor que tenía acumulado por el daño que siempre le hacían. Estaba tan herida que un extraño deseo de darles la misma angustia la empezó a obsesionar.