Su dulce debilidad

Capítulo 24: Metida de pata

Metida de pata

Reece Wood recordaría aquella maravillosa vez por siempre. Aquella última vez que la tuvo solo para él, Amy apenas musitó palabra. No importaba cuánto Reece había intentado arrancarle una sonrisa, ella había permanecido inexpresiva y fría a cada palabra que salió de la boca del muchacho. Y a ella pareció darle igual. La había citado una vez más solo para enrollarse con ella, ¿para qué decir algo al menos? Reece estuvo anonadado al verla tan seria que no dudaba en que algo malo le había sucedido. Pero no importaba lo dura que ella intentara hacerse, él sabía cómo doblegarla.

Ya impaciente había colocado una mano sobre la pequeña e impaciente cobriza que se perdía casi por los botones de la camisa, lista para desabrocharlos, y la obligó a prestarle atención. Solo recién tuvo la impresión de que aquellos ojos claros y hermosos estaban observándolo por primera vez. Lo miraba fija y detalladamente, entre ansiosa y fastidiada por la interrupción cuando sin poder evitarlo, Reece se quedó sin palabras. Sus labios se entreabrieron ligeramente al verla a centímetros de distancia, las pestañas aleteando hacia él con lentitud y gracia, aquella inocente mirada desnudándole el alma. Pero lucía tan vacía que una culpable opresión hincó su pecho con molestia hasta hacerle remover el estómago.

Amy, nena... ―murmuró preocupado mientras le acariciaba las mejillas con excesiva suavidad, deslizando la yema de los dedos en un lento y cadencioso camino por el rostro de la cobriza―. ¿Qué sucede?

Esperaba que le sonriera débilmente o que se rompiera frente a él como antes había sucedido, incluso pensó que derramaría algunas lágrimas y él podría reconfortarla entre sus brazos, pero no lo que hizo a continuación. Un ligero atisbo de debilidad cruzó por la mirada de Amy antes de, repentinamente, empujarlo sobre la cama y sujetarle los fuertes brazos por encima de la cabeza hasta dejarlo vulnerable. Sus ojos se agrandaron y una corriente cálida bajo por su cuerpo con intensidad al sentirla semidesnuda encima suyo, moviéndose lentamente sobre él.

Te amo, Reece, no me dejes nunca, porfavor... ―La oyó decir en un suave hilo de voz.

Sus labios se entreabrieron aún más en busca de la dulce boca de Donovan que acariciaba su rostro en besos débiles.

―Te amo, Amy.

 

Y luego la perdió.

 

El recuerdo se escapó de su mente y sus ojos se abrieron con fuerza. Reece despertó agitado en su cama, el rostro sudoroso y la respiración entrecortada ante aquel vívido recuerdo que acababa de soñar minutos atrás. Había sido tan real que algo dentro suyo parecía haberse roto tras el recuerdo. Ver aquellos ojos mirándolo tan fijamente, aquella sonrisa que era solo para él, hacía su corazón palpitar furioso contra su pecho. La había querido sólo como amiga con derechos y disfrutarla por completo sin darle nada a cambio. La había utilizado sin detenerse a pensar en qué era lo que ella quería realmente.

Eran apenas las siete de la noche cuando eso sucedió. Se vistió anonadado por el reciente sueño y luego condujo lento hacia la casa de Taylor donde sus amigos y él se encontrarían una vez más. Antes, porque siempre había sido así, debía pasar por Jake y Hunter. Pero lo que menos quería entonces era ver a ese par. Deseaba escapar, tomar algunos fuertes tragos y luego, con algo de suerte, se sentiría lo suficientemente valiente como para buscar a Amy. Necesitaba verla, tocarla y ver ese rostro que tanto le fascinaba.

―Vámonos ―apuntó Jake una vez estuvo dentro del auto.

Miró a las afueras de las calles y frunció el ceño al no ver a su otro amigo ahí. Hunter no vivía allí, sino mucho la lejos, así que precisamente por ello se encontraban antes de casa de Ross.

―¿Y Hunter?

―No viene, el chico malo tiene cosas que hacer con alguna zorra seguramente ―bufó Jake con exasperación, enterrando los dedos entre las delgadas hebras de su cabello―. Creo que irá después o que sé yo.

Tragó en grueso y miró de reojo la casa de Amy que, convenientemente, se situaba frente a la de Jackson Ross. ¿Qué demonios haría si se había ido con Hunter? Haría lo que fuera para llevar a ese idiota a la casa de Taylor aunque tuviese que mover cielo y tierra. Haría que Bradford se encargue de eso. Era el único con quién se podía lidiar sin problemas ni miedicas cuando se trataba de Hunter Nowell. Esa tarde fue al único lugar donde pensaba que, además del alcohol, podía desahogar sus penas sin sentirse tan trágico. Buscó a Taylor, pensando incluso en lo ridículo que era contarle sus preocupaciones que tenía por una chica. Pero él lo oyó y conversaron de cualquier cosa que lo hizo despejar la mente. Jackson, por su parte, para eso, ya se había ido nuevamente. Y si él estaba fastidiado, por alguna razón, Nowell no se quedaba atrás. Entró hecho una furia a la habitación de Taylor, tan enojado que parecía capaz de romper todo a su al rededor. Lucía tenso cuando se dejó caer en la cama de golpe sin siquiera voltear a mirarlos.

Uy... ―silbó Taylor al verlo también tan molesto―. ¿Qué pasó ahora? ―Se burló―. ¿La nena decidió ignorarte por un día? Ya te decía yo que no podías tenerla comiendo de tu mano toda la vida.

Rodó los ojos y continuó viendo el televisor, nada interesado en la conversación. No estaba de humor para oír los dramas amorosos de Hunter y cualquiera de sus ligues. Es más, se conocía esa historia de memoria. Y, sin embargo, no pudo mantenerse tanto tiempo ignorándolos al recordarse que, finalmente, era muy extraño encontrar a Hunter tan molesto como lo estaba en ese momento.

―No quiere nada conmigo ―rugió Hunter con furia mientras tomaba una de las almohadas y la arrojaba con fuerza desmedida contra el armario―. No sé qué hacer porque no soporto este jodido dolor.Es una muñeca rota, Tay, una humillada y destruida.



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En el texto hay: celos, amor, triangulo amoroso

Editado: 29.10.2020

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