Su dulce debilidad

Capítulo 33: Que empiece el juego

Que empiece el juego

Estaba cansado de todo aquello. Estaba incluso tan desanimado que prefería estar en su propia casa que en aquella fiesta improvisada que Taylor había armado en su apartamento. Deseaba irse de allí, alejar de su mente a Amy y, sobretodo, dejar de sentir su estómago revolverse inquieto cada vez que recordaba a la nueva pareja.

Y aquella muchacha encima suyo alta, guapa y esbelta, no estaba ayudando en nada. Dejó de acariciarle los trabajados muslos usando empezó a sentirse tan incómodo como ridículo. Muy pronto se encontró bufando aburrido, deseando estar en cualquier lugar menos allí.

—Oh, qué aburrido resultaste —escupió la joven antes de levantarse de su regazo y caminar hacia el balcón.

Reece Wood no tenía idea de qué le sucedía pero no era normal. Absorto en sus pensamientos y perdido en los hechos ocurridos, pensó en la mejor manera de sacársela de la cabeza. Quería olvidarla y que verla junto a Hunter dejara de doler tanto. Peor también quería hacerlo rabiar tanto...

Frente a él y con cara de pocos amigos, Taylor se mantuvo sentado en aquel sofá costoso de cuero, la pierna flexionada y los brazos extendidos. Lucía tenso y tan fastidiado que parecía querer echar a todos de allí, largarlos del dúplex costoso de una patada.

—Ya me cansé, iré a buscar a Hunter —escupió Bradford impaciente, mirando la hora del teléfono celular repetidas veces, como si esperara a que un mensaje le llegara de manera repentina.

Parecía que aquel nombré lo perseguía.

—¿Qué tanto quieres con él? Tienes una fiesta, alcohol, mujeres guapas y todo lo que quieras aquí mismo —recitó Reece con la voz ida, absorto y muy abrumado como para sonar emocionado—. Dime la verdad, ¿por qué tanto buscas a Hunter? Luces... —bufó aburrido, su estómago vacío y los latidos de su corazón inexistente. Sentía estar sumergido en un sueño, en un lugar irreal y detestable— tan... impaciente, tan tenso y molesto —rió.

—Es verdad, creí que era el único que lo había notado —dijo Jackson tan pronto se les unió, sentándose al lado de Reece y estirándose cansado—. ¿Qué es?

—No es nada, solo... —Entonces Taylor levantó el rostro hacia ellos y fijó los gélidos ojos oscuros sobre Reece, dirigiéndole una de aquellas miradas cargadas de arrogancia y fastidio—. Drake quiere algo de mí, eso es todo.

Estaba canso de tanto drama. En aquel instante Reece se sintió enfermo de tener que oír todo el tiempo sobre Drake Donovan y lo mucho que Taylor lo odiaba. Él tenía sus propios problemas para tener que oír otros. Pero pensó entonces que sumergirse en otras historias Atenas a la suya y oír sobre otros ayudaría a alejar de su mente la dolorosa imagen de Amy y Hunter, juntos, solos y besándose como si se les fuera la vida en ello.

—¿No puedes solo quitárselo y ya? —insistió Jake tan curioso comienza siempre, los ojos abiertos en desmesura y analizando a Taylor como si acabara de descubrir algo importante—. Creí que eras muy maduro como para necesitar la ayuda de Hunter.

La ceja de Bradford se alzó hacia Jackson Ross con aquella languidez y arrogancia que lo caracterizaba, como si lejos de molestarse aquel comentario realmente le hiciera gracia.

—Alguien está muy fastidioso hoy —aguijoneó Taylor con gracia, una sonrisa tensa esbozada en el rostro-. ¿Por qué no te vas y me dejas en paz? Arriba hay una habitación libre, has lo que quieras allí.

—Como el bebé quiera, me voy —escupió Jake, poniéndose de pie y dirigiéndose a la salida tan rápido como podía. Pero sólo cuando abrió la puerta, giró hacia ellos y arremetió una última vez—. Será mejor que vayas a descansar, Tay, ella no vendrá ni ahora... ni nunca.

Taylor solo sonrió con malicia como respuesta y Reece prefirió dejar de perder el tiempo allí. Iría a aquel viaje que Bradford planeaba con sus amigos y podría despejar su mente por unos días. Tenía, por su propio bien, que olvidar a Amy y mantenerse tan lejos de ella como pudiera.

Pero apenas se sumergió en sueños, cuando cerró los ojos y la oscuridad lo abrumó, todo lo que pudo visualizar fue a ella. La vio sonriente frente suyo, mirándolo de aquella manera que deseaba alguna vez recibir. La amo entre sueños y una noche más, perdido en sus propios sentimientos y emociones que de a poco empezaban a consumirlo, deseó que las cosas hubiesen resultado diferente.

|...|

La película acababa de terminar y sólo tuvo que ver a Hunter durmiendo a su lado, la cabeza ladeada y los labios entreabiertos, para saber que aquel momento era el más propicio para irse a casa. Lo sacudió un poco, removiéndolo en el sofá con una sonrisa en los labios.

—Hunter... —empezó a repetir en un vano intento por despertarlo—. Hunter debo irme a casa.

Los ojos de Nowell se entreabrieron hacía ella somnolientos. Se estiró en su altitud y tan solo sonrió antes de abrazarla y acurrucarse a su lado entre bostezos.

—Quédate, lo prometiste.

Y ella empezaba a caerse dormida también. Sus ojos se cerraban de a pocos y el sueño iba venciéndola de tal manera que realmente sopesó la idea de quedarse. Fue apenas un instante, un segundo o quizá algunos minutos cuando se sumergió en el mundo onírico, disfrutando de la tranquilidad de su inconsciente entre los brazos de Hunter cuando repetidos golpes a la puerta los sobresaltaron.

—Lo que faltaba... —farfulló Hunter antes de ponerse de pie y arrastrar los pasos hasta la entrada—. Algún día nos dejarán en paz, pequeña.

Se talló los ojos y terminó por acurrucarse en la pequeña manta guinda que olía a él. Estaba demasiado feliz aquel momento hasta que el rostro de Drake, furioso y de brazos cruzados, apareció en su campo de visión a lo lejos entre las columnas al dar un vistazo al pasillo. Apenas pudo verlo un poco pero fue más que suficiente para reconocerlo a la lejanía.



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En el texto hay: celos, amor, triangulo amoroso

Editado: 29.10.2020

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