Amy y Hunter
Reece Wood no podía sentirse peor. Esa noche le fue imposible conciliar el sueño después de la historia que Amy le relató o, peor aún, al verla tan demacrada, tan desesperada al llegar a la cabaña donde ella y Hunter se quedaban. Verla tan agobiada, atormentada, lo sacudió de la rabia y la culpa.
Le habían hecho tanto daño que no podía lidiar con toda la mierda que Amy Donovan había tenido que pasar. Primero Jackson, Ariel, sus amigas no eran las mejores del mundo, Reece le rompía el corazón y, para completar, Mark la jodía. ¿Por qué todo lo malo debía sucederle a ella, a alguien tan buena? Debía estar tan destruida por dentro... Podía verlo en sus ojos, en aquella mirada carente de brillo, sin emoción alguna. Había pasado las horas que quedaban completamente despierto, sin poder conciliar el sueño. Quería estar para ella, abrazarla, pedirle perdón miles de veces y cuidarla.
Al menos había logrado escapar, como diera lugar...
Todos aquella mañana se levantaron muy tarde, demasiado. Pero Reece fue uno de los primeros en aparecerse en el restaurante del campamento donde todos desayunaban, o esa vez directamente al almuerzo, a la espera de él. Apoyado contra el muro con los brazos cruzados y la pierna flexionada, tamborileaba los dedos de la furia cuando lo vio, regodeándose de energía y felicidad al lado de sus amigos.
Sin pensarlo, sin detenerse a pensar en que era solo él contra todos, fue directamente al muchacho con el enojo invadiéndolo de pies a cabeza.
—Hey, Reece, ¿Qué...?
Lo empujó con fuerza y tanto él como sus demás amigos se detuvieron.
—¿Por qué lo hiciste? ¡Eres un idiota! —Lo empujó y le atestó un golpe directo al estómago que lo hizo tambalear.
Mark pareció dudar y ahora lo miraba como si estuviera loco.
—¿Qué estás diciéndo? Muévete o no tendré compasión contigo.
—Aquí no puedes hacer lo que quieras, te lo advierto.
—Uy, pero qué miedo tengo —rió fuerte y lució una mueca de molestia antes de ir hacia él y, junto a los demás, empujarlo con fuerza hacia un lado del restaurante. Lo miró de reojo y bufó—. Idiota.
Aún estaba tan molesto que quiso ir hacia él y golpearlo hasta el cansancio. Lamentablemente eso no sería posible sin terminar asesinado por los amigos de Mark, destruido. Tenía la ira retenida en su interior cuando, a cada minuto, Amy no aparecía por ningún lado.
Solo cuando sus amigos llegaron, Taylor y Jackson, apenas se había sentado con fastidio en la mesa del comedor cuando las puertas de abrieron con fuerza de par en par, y todos a su alrededor callaron de pronto. Y aunque a él le importaba poco lo que sucedía a su alrededor, fueron los ojos sorprendidos de Jackson los que lo hicieron reaccionar.
—Parece que alguien hizo enfadar al pequeño Hunter —canturreó Taylor con diversión, posiblemente el único que no estaba ni asustado o sorprendido en aquella estancia.
Y Ross tragó en grueso, la mirada fija en algún punto detrás de él.
—¿Qué demonios tiene Nowell de pequeño? —soltó en un hilo de voz.
Y finalmente lo vio. Giró apenas un poco a ver y, en realidad, no le sorprendió tanto ver a un furioso Hunter, de brazos cruzados, frente a la mesa donde Mark y sus estúpidos amigos matones almorzaban.
—¿Qué quieres? Ve a fastidiar a otro, idiota —escupió el susodicho al ver a Nowell allí, parado y viéndolo con tanto enfado que cualquiera hubiese salido corriendo.
Hunter no se inmutó en lo absoluto. Alargó la mano hacia él y flexionó los dedos repetidas veces, una clara seña de que quería que se le acercara.
—Vete de acá, no iré contigo a ninguna parte.
Y si con Reece se había bastado resguardándose con sus amigos, esta vez tuvo que quedarse sólo cuando ellos rehuyeron la mirada lejos de Hunter. Por supuesto, no había nadie que deseara entrometerse con él, por muchos que fueran. Mark se había quedado absolutamente sólo frente a Hunter cuando sus amigos parecieron temblar de miedo. Ahora la sonrisa y gestos tan amables como calurosos habían desaparecido de su Hunter Nowell de la molestia. No había nada paciente ni mucho menos tranquilo en él. Incluso el par de amigos de Mark eran lo suficientemente inteligentes como para mantenerse alejados de él.
—Tengo un par de cosas que...
—No me importa, yo no tengo nada que hablar contigo —escupió Mark antes de tomar una rebanada de pan y masticarlo bruscamente—. Largo de aquí.
Un suave silbido se oyó cerca a Reece y, esta vez, rodó los ojos ante la única persona que parecía que todo aquello era no sólo gracioso, sino muy entretenido.
—¿Lo ven? Es jodídamente fácil si conoces a Hunter —Se burló Taylor, la cabeza apoyada en las palmas de las manos mientras observaba divertido, aunque no tenía idea de por qué sucedía todo ello. Si Taylor se enteraba de lo que había hecho Mark, lo echaría a patadas. Pero no estaba seguro de si era algo de lo que todo él mundo debía enterarse—. Acaba de romper la regla número dos: hacerlo enfadar, ¿qué tal esa? —bromeó entre risas.
A varios metros de distancia, Hunter rodeó la mesa y sujetó a Mark de la camiseta con tanta fuerza que lo hizo levantarse de la silla a trompicones. El rubio se tambaleó y se sujetó de Hunter cuando fue arrastrado por todo el lugar. Hunter no dijo nada y, en unos pocos segundos, desaparecieron del comedor hasta dejar únicamente el molesto silencio en un ambiente tenso y curioso.
—¿Y cuál es la primera? —preguntó Jake con aburrimiento—. ¿Burlarse de él?
—Yo diría que meterse con su chica, pero como quieras —sugirió Tay, alargando el brazo sobre la mesa—. ¿Quieres ensalada? Está horrible.
Una corriente helada lo sacudió y sus ojos se cerraron con fuerza por unos instantes ante el recuerdo, cuando los ojos llorosos de Amy aparecieron en su mente. Entendía aún más que Hunter estuviera tan molesto.
—Oh, vamos, Hunter puede ser todo menos un tío impulsivo. Mark debió haber hecho algo muy jodido para hacerlo enfadar.