Su estrella

Almuerzo juntos

Estaba en mi habitación, cambiándome de ropa, no tenía idea de a dónde me llevaría Mikhail, pero tenía que estar bien, así que la elección de ropa era fundamental.

Estaba haciendo frío, por lo mismo había escuchado a mamá estornudar o toser una que otra vez, su salud me preocupaba, y hoy no me apetecía dejarla, me preocupaba, pero había quedado con Mikhail, otra vez.

Me tardé mucho en ponerme algo que consideré adecuado, y un poco más ordenando mi habitación, pues no había tenido tiempo en toda la semana y era un completo desastre.

Mikhail me dijo que vendría antes del almuerzo, pero ya eran las 12 y el no daba señales de vida.

Mi madre se puso hacer el almuerzo y luego me insistió en invitar a Mikhail a almorzar.

Me avergonzaba lo de la llamada, y quería evitar estar incomoda frente a mamá, pero fue muy insistente que no pude decirle más que no.

Aún así, el tiempo pasaba y pasaba y no tenía idea de dónde estaba Mikhail.

- Pues llámalo - dijo mi madre dándome la solución más "sencilla"
Quise evitar eso también pero, terminé accediendo.

No tuve respuesta

- Tal vez está ocupado, en unos minutos lo llamas de nuevo - propuso otra vez mamá.

Acepté, aunque francamente, el hecho de que no atendiera era anormal, el estaba pendiente a su celular casi todo el tiempo.

Fui hasta mi habitación para colocarme unas medias bajo las pantuflas debido al frío, y en medio de esto, mi celular empezó a sonar.

Y era Mikhail

- Mikhail - dije discreta en mí habitación, no era nada malo, pero no quería que mamá escuche - pensé que estabas ocupado.

- Lo estaba - dijo sin más.

A veces o bueno, muy a menudo era muy directo y sincero.

- Entonces supongo que...- dudé pensando - podemos dejarlo para otro día.

- ¿Estás ocupada? - preguntó

- No, - negué - no es solo que...- eran muchas cosas.

Uno, no sabía como mirarlo, dos, no quería estar en una situación incómoda y tres, mi madre no se encontraba muy bien.

- Puedes decirlo - sonó más compasivo, más como él verdadero el.

- Bueno - disperse todas mis excusas, y respiré profundo - puedes venir a casa, no estoy ocupada, pensé que tú lo estabas.

- En unos minutos estoy ahí - avisó y colgó

Me quedé ahí un rato, ¡No le dije de almorzar aquí!

No iba a llamarlo de nuevo, así que encontraría la forma de decirle luego.

A partir de ese momento, estuve muy pendiente de cuando llegara y solo porque me acercaba a la ventana me di cuenta de que llovía, muy fuerte.

Después de asomarme tantas veces a la ventana vanamente, me olvidé, hasta que escuché el timbre, Mikhail había llegado.

Tomé un paraguas, y salí rápido.

Ahí estaba el, de pie, cubriéndose de la lluvia sin mucho éxito, en cuanto me vio, sonrió, así que hice lo mismo y lo saludé agitando la mano en un hola, que el imitó.

Abrí el portón y lo cubrí con el paraguas, mientras lo saludaba, la incomodidad que pensé que iba a sentir nunca llegó

- El cielo está llorando - dije sintiendo frío - es un poco más tarde de lo que esperaba que llegaras, mi madre ha hecho el almuerzo, así que ¿Comemos juntos? - se lo dije mientras caminábamos por el pequeño patio

- Gracias - dijo con una sonrisa, así que lo tomé cómo un si - y siento no haber contestado a tiempo - se disculpó

- Está bien - acepté, ya casi dentro de casa.

- Mikhail - mi madre lo recibió - me alegra mucho verte otra vez, puedes ponerte cómodo, el almuerzo está listo.

- Buenas tardes, señora Georgia - dijo él, luciendo un poco incómodo

- Puedes simplemente decirme Georgia - ofreció mi madre.

- Puedes venir conmigo - está vez dije yo, aún estábamos en la puerta y para almorzar era necesario pasar.

El me siguió

- Mi mamá prepara la mejor jambalaya - aseguré con entusiasmo - espero que no estemos interrumpiendo tus planes de esta tarde - agregué esperando saber si el había planeado otra cosa.

- Está bien Halley, - me dijo con tranquilidad - es domingo.

- Está completamente listo - mamá empezó a poner la mesa.

- Yo iré a por las tazas - fui a ayudarle, y dejé a Mikhail con mamá

Cuando volví ambos ya habían ocupado sus asientos, así que lo hice también.

Ambos estaban frente a frente, supuse que colocarme junto a mamá parecería intimidante para Mikhail, me apetecía que esté cómodo, así que me coloqué en el asiento a su lado.

Ya ahí, todos tomamos nuestros cubiertos, y empezamos a comer.

- ¿Te gusta? - pregunté cuando Mikhail dio el primer bocado, mi madre cocinaba muy bien, así que quería saber su opinión.

- Es lo mejor que he comido en años - aseguró con una sonrisa.

Mi madre y yo, sonreímos como si acabásemos de ganar una copa

Mikhail se dedicó a elogiar a mamá, y comió mucho, lo cual fue gratificante para ella, a este paso mi madre iba a querer adoptar a Mikhail, ambos parecían entenderse bien, como grandes amigos.

No hubo incomodidad, fue agradable tener a Mikhail aquí, y estoy segura que mamá no iba a permitir que está fuera la primera y última vez que pasáramos tiempo así.

- ¿Sabes que más puede hacer mamá aparte de todo? - pregunté como adivinanza.

- ¿Qué? - cuestionó curioso

- ¡Galletas!

- Deja de aturdir a Mikhail - mi madre me corrigió.

Nos habíamos puesto tan cómodos que desde hace rato había estado bombardeando a Mikhail con acertijos como este.

- ¿Y si hacemos galletas? - pregunté a mamá - podrían ser la cena, con leche y canela ¿Si? - insistí

- No sabemos si Mikhail quiere quedarse para cenar - volví a la realidad.

El plan ni siquiera había sido estar aquí. Pero aún así, quería que Mikhail acepte.

- ¿Te quedarás? - pregunté en súplica

- Claro que sí - aceptó sin mucho problema - si es que no es demasiada molestia.

Me puso feliz aquello, hacía mucho tiempo que no la pasaba tan bien, además no quería dejar a mamá hoy, y quería que Mikhail estuviera de acuerdo conmigo en que las galletas de mamá eran las mejores en el mundo.




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