Renato se quedó inmóvil esperando mi respuesta, sus ojos eran los de un cachorrito abandonado, mirándome con la súplica de que todo fuera mentira.
Acomodé un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
- yo... - miré a Bruno con molestia - si estoy esperando un hijo - apretó sus labios y asintió con su cabeza.
Extendí mi mano porque aún me faltaba decirle que mi hijo no era de Bruno si no de su hermano pero las palabras murieron en mi boca cuando él no dejo que lo tocará y solo se dio la vuelta con los hombros caídos, dirigiéndose a su auto.
Sentí los dedos de Bruno sujetarme por el codo y sin delicadeza me solté.
- suéltame - él tenso su mandíbula- no tenias derecho a hacer esto.
- claro que sí, le prometí a Antonio que cuidaría de ti y el bebé - sus dedos se aferraron a mi muñeca, jalándome hacia su costado.
- ¿esa es tu manera de cuidarme? ¿Siendo antipático con mis amistades? - agachó su cabeza y clavó sus ojos en lo míos.
- él no quiere ser tu amigo, te habló de destino y esas tonterías, él único padre que mi sobrino conocerá después de Antonio, seré yo.
Entrecerré los ojos
- no seré soltera toda la vida Bruno, quiero tener más hijos y darle hermanos a mi bebé - él solo ladeo la cabeza y asintió para darse la vuelta y caminar hasta la parte más alejada del porche dándome la espalda.
Odiaba cuando él tenía esa actitud donde dejaba hablando solas a las personas, demostrando que no le importaba lo que dijeran, pero no me iba a dejar amedrentar por él, mi hijo era el sueño de Antonio, él deseo de dejar una parte de él en esta tierra cuando el partiera.
Lo entendía pero también yo deseaba seguir mi vida con mi hijo y eventualmente darle hermanitos pero sospechaba que Bruno sería una patada en el trasero y era egoísta de su parte actuar así porque él tarde ó temprano haría su vida y sabía que me dolería.
Saqué las llaves y las introduje en la cerradura, lo mire antes de entrar y él empezó a avanzar hacia mí, rápidamente como la cobarde que era, entre a mi casa.
Escuché sus pasos detrás mío y por segunda vez, él entraba a mi casa, algo que nunca esperé que pasara dado a nuestra falta de relación.
El se acomodó en mi cómodo sofá, con los brazos detrás de su cabeza y los pies cruzados a la altura de sus tobillos, lo contemplé embobada, aprovechando que él tenía los ojos cerrados.
Me reprendí mentalmente y seguí mi camino al cuarto.
Acomodé unas cuantas mudadas de ropa, mis artículos personales y el álbum de fotos que veía todos los días ya que esas fueron nuestras últimas fotos juntos con mis padres.
Ya cuando tenía listas las maletas se las entregué a Bruno.
Preferí volver a cerrar los ojos en todo el camino simulando que iba dormida, no quería hablar con él, después de lo que había hecho.
Cuando llegamos a la casa, Clarissa me llevó al nuevo cuarto que ocuparía, por estar enfrente del cuarto de Antonio y él así podría ver a su hijo.
Antonio entró al cuarto, caminaba despacio, me acerqué a él, sus ojos estaban rojos e hinchados.
- ¿estabas llorando? - puse mi mano en su rostro.
El cerró los ojos y puso su mano sobre la mía.
- de felicidad- susurró.
Lo abrase, entendía como se sentía pero también sabía que él estaba triste al saber que cada día que pasaba era un día menos en su vida.
Me prometí a mi misma que pasaría más tiempo con él y al final cuando nos tocará recorrer el camino de su partida, tendría lindos recuerdos que compartir con nuestro bebé para que él nunca olvidara que para su padre fue el regalo más grande y bello en su vida.
Editado: 30.12.2021