Su Hijo [serie Arévalo #1]

Capítulo 22

Conversamos un buen rato hasta que Antonio se qued dormido, salí del cuarto para dejarlo descansar.

Me sentía aburrida y decidí salir al centro comercial, no podía evitar sentirme triste y el ambiente en la casa era lúgubre.

Todos vivíamos con el temor de que la partida de Antonio estuviera más cerca.

No quise conducir, sin poder evitarlo andaba muy distraída y no quería arriesgar a Alejandra y a mí.

Le pedí a Jacinto que me llevará, invité a Clarissa para que saliéramos pero se sentía indispuesta, algo que le pasaba desde un par de meses atrás, había dejado a un lado las obras de caridad, ella no quería salir de casa, vivía con el miedo de que al salir, la llamarán para avisarle de Antonio y ella me decía que jamás se perdonaría no estar con su hijo.

Clarissa llorando le decía a Bruno, que así como sostuvo a su hijo en el primer aliento de vida cuando nació, así mismo quería sostenerlo en el último aliento de vida cuando él muriera.

Miré escaparates y hasta ese momento puse atención en la sensación que sentía desde que salí de casa, era como si alguien me observará, caminé y no evite mirar hacia atrás, había tanta gente que iban y venían pero la sensación no se me quitaba.

Acomodé un mechón de pelo detrás de mi oreja y me mordí el labio, sentía que el pánico se apoderaba de mí, me sentía acechada sólo que a dónde mirará no podía distinguir ningún rostro conocido.

Por un momento pensé que era Renato, él me siguió cuando me mudé a la casa de Bruno, así que cabía la posibilidad que fuera él pero ya ni eso me hacía sentir tranquila.

El no se había portado bien conmigo la última vez y lo menos que quería era discutir.

Puse mi mano en mi abultado vientre, deseaba con todas mis fuerzas ya tener a mi hija entre mis brazos.

Mi móvil sonó, lo saqué para percatarme que era Bruno.

- "¿donde éstas?"- puse los ojos en blanco, sabía que Jacinto le había avisado donde íbamos, podía estar mi esposo a miles de kilómetros lejos de mi pero su control no lo abandonaba.

- " en el centro comercial" - contesté.

- " dime exactamente donde éstas " -

Suspiré y como ya lo conocía le indiqué dónde estaba, colgó la llamada sin despedirse, guarde el móvil y seguí contemplando a la gente ir y venir, me senté en una banca una vez un par de tórtolos la desocuparon.

Me sobresalte al sentir una mano en mi hombro, me giré y me encontré con los ojos cansados de Bruno.

Mi corazón dio como mil vueltas de felicidad al tener a Bruno cerca.

- no me avisaste que llegabas - hice una mueca, de haber sabido que él ya regresaba no hubiera salido de casa para esperarlo.

- perdona, terminé la reunión y subí al avión, no quería estar más tiempo lejos.

Quería tirarme en sus brazos y solo olvidar.

Aclaré la garganta y solo me limité a asentir.

- ¿terminaste las compras?- desvío su mirada a mis manos vacías.

Negué con la cabeza.

- necesitaba distraerme Bruno - él tomó mi mano entre la suya y entrelazó los dedos.

- es difícil para todos, te comprendo.

Nos miramos a los ojos en silencio pero luego seguimos nuestro camino hacia el estacionamiento.

Cada paso que daba sentía como si nos seguían, apreté más fuerte la mano de Bruno, no quería decirle mi paranoia porque estaba segura que eso era: paranoia.

Cuando pasamos por una tienda de bebés, mi esposo se detuvo y se quedó como hipnotizado viendo diminutos vestidos.

Me miró y sonrió, sólo negué con la cabeza, Alejandra tenía muchísima ropa que sabía no la usaría toda

- sólo será uno - me puso una carita de súplica - déjame comprar ése -.señaló un diminuto vestido rosa.

Parecía un niño pidiéndole permiso a su madre, sonreí por la comparación.

Media hora más tarde miraba con el ceño fruncido el montón de bolsas y paquetes, un diminuto vestido se convirtió en la adquisición de un guardarropa nuevo.

Entre Clarissa y Bruno iban a llenar todas las habitaciones de ropa de bebé porque no podían resistirse a todo lo que veían para Alejandra.

Llegamos a la casa y me alegró ver a Antonio sentado en la salita, aunque con colchas en sus piernas, no criticaba a Julieta pero el pobre Antonio era arropado de la cabeza a los pies, aunque estuviera la calefacción.

Bruno soltó las bolsas y abrazo a su hermano.

- te ves bien hermano - Antonio le sonrió con burla.

- te recuerdo que tengo espejo en la habitación y puedo verme.

Bruno hizo una mueca.

- tan directo como siempre hermano - mi esposo sonrió - me alegra encontrarte en...

- dilo hermano, te alegra encontrarme con vida y no en un ataúd.

Hice una mueca, la verdad es que Antonio era directo sin pelos en la lengua.




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