Su Hijo [serie Arévalo #1]

Capítulo 35

Sentí miedo al escuchar a Antonio hablar de irse.

Era algo que sabíamos que pasaría pero no lo podía aceptar.

Bruno estaba callado podía notar sus ojos rojos e hinchados señal de que estuvo llorando.

El semblante de Antonio era de paz, había aceptado que su tiempo se agotaba y lo admiraba porque día a día él no dejaba de ser Antonio, ese ser maravilloso que tuve la oportunidad de conocer y que me enseñó amar la vida y valorar cada instante.

Lo vi mirar a Julieta que sostenía a Alejandra en sus brazos, ella besó a mi hija y se la entregó a la enfermera que había entrado.

Mi corazón temblaba y sé que los que estábamos en ese cuarto teníamos miedo.

- no sé olviden de donar mis córneas a Sébastien- mi esposo asintió - no teman, hoy no me marchó- su sonrisa tan limpia me encantaba y sé que la extrañaría.

Me acerqué y deposite un beso en su mejilla.

- eres el mejor amigo que he tenido en mi vida, gracias por mostrarme a apreciar la vida, contigo aprendí a valorar cada momento vivido y aprendí a ser madre.

Su mirada era de dolor pero parpadeó y pensé que lo había imaginado.

- perdóname dulce Greta -miró a mi esposo y sentí que se dijeron mucho con la mirada - nunca olvides que todo tiene un propósito en la vida y uno de ellos es que fueras feliz - su mano acarició mi mejilla - no pensaste en ti cuando se te pidió que llevaras a mi hijo en tu vientre, sólo pensaste en hacerme feliz, eres una mujer excepcional y decidida, no cualquiera hubiera aceptado llevar el hijo de un hombre que no amaba en su vientre.

Giré mi rostro y besé su mano.

- te amo mi amigo, y quiero que estés con nosotros, no nos dejes- no pude evitar que las lágrimas salieran de mis ojos.

- estaré aquí- señaló mi mente - y aquí - señaló mi corazón - mi dulce Greta, aprendiste a vivir cuando perdiste a tus padres y eso es admirable, mi guerrera.

Besó mi mano y con la otra atrajo a Julieta a su pecho que lloraba en silencio.

- no nos podemos quejar hermano, tenemos a maravillosas mujeres en nuestra vida -besó la cabeza de Julieta -te dejaré mi Julieta pero te estaré esperando, no lo olvides.

Miró a Clarissa que lloraba desconsoladamente en los brazos de Jacinto.

- Antonio... - se tapó la boca - has dicho que no te ibas y hablas como si te despidieras- él extendió su mano a Clarissa, ella avanzó hacia él y lo abrazó.

- madre, te amo - miró a Jacinto - la has amado en silencio por años, ahora que la tienes, cuídala- él asintió- no quedarás sola, tienes que ser fuerte y cuidar de Jacinto.

Ella asintió.

Verdaderamente eran momentos duros, él se estaba despidiendo pero Antonio tuvo razón ese día él no se marchó, conversamos toda la tarde y atesoraba esos momentos en que mi hija descansaba en los brazos de su padre.

Bruno sonreía pero notaba tristeza en sus ojos, creo todos estábamos afectados por los momentos emotivos que habíamos vivido hace rato.

Pero tristemente al día siguiente nuestro querido Antonio no despertó, él médico nos dijo que había entrado en coma, lo trasladamos al hospital con la esperanza de que despertará y volver a ver esa sonrisa que no lo abandonó en toda su enfermedad.

Ese momento no llegó, mi querido Antonio al tercer día de haber entrado en coma, se marchó y dejó en nuestras vidas un gran vacío y el anhelo de que todo era una pesadilla, pero por más que pellizcaba mi brazo, no despertaba de la pesadilla, esa era la realidad, Antonio ya no estaba entre nosotros, él se había marchado, a la corta edad de 25 años, su vida fue tan corta pero tan llena de enseñanzas a cada uno que lo rodeó.

Él nos enseñó a amar, a reír, a soñar, a tener esperanza y sobre todo a unirnos como familia, porque en estos momentos nos apoyábamos los unos a los otros.

Nuestro Antonio era ya un ángel cuidándonos, ese era mi consuelo, creer que aunque no lo veíamos el estaba ahí con nosotros sonriéndonos y animándonos a seguir adelante.

 

 




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